Algunos se expresan mediante palabras, otros como yo escriben lo que sienten. Algunos hasta le ponen música, movimiento o ambas cosas a la vez. Pero están esos otros que lo dibujan. Nítidamente o de forma abstracta. Realmente no importa. Pues pintar con tus dedos o tu cuerpo. Embarrar tu alma de color y derramarlo sobre un lienzo. Sueños, pesadillas e ilusiones. Algunos prefieren congelar un momento o crear un mundo fantástico. Los dibujos siempre van a expresar claramente lo que sientes mediante colores, figuras y formas. Un dibujo podría decirte quien eres tu en realidad.
Usualmente no me gustaba estar presente cuando se les realizaban los análisis psicológicos a los niños. Sus historias y sus lágrimas resquebrajaban aún más mis trozos rotos. Así que en días como esos huía a mi casa y me internaba en un libro o me concentraba en mis estudios. Era realmente difícil contener la curiosidad por saber de que hablaba Theo en sus sesiones. Además Marie, la psicóloga, nunca me lo diría y yo jamás me atrevería a preguntárselo a mi amigo.
Pero hoy fue diferente. Ver un mar de colores rodeándome me hizo quedarme. Antes había leído sobre este tipo de tácticas para conocer los temores y el patrón psicológico de una persona, pero nunca lo había visto en realidad. Estaban llevando a cabo una terapia psicológica al estilo de una actividad de entretenimiento. Todos los niños estaban concentrados en sus hojas coloreando lo que parecía sus sueños y de vez en cuando sus pesadillas. La hoja de Ivy era un borrón de colores en forma de arcoíris. Sonreí. Era increíble como esta niña tan enferma podía albergar dentro de sí tanta luz. Una de las doctoras incluso había reconocido frente a mi que el que ella llegara a esta edad había sido un milagro. Yo misma agradecía por ello.
En una esquina apartada vi a Theo mirando fijamente su dibujo como si no estuviera complacido por completo de lo que hubiese pintado. Levantó la mirada y me vio. Su rostro se encendió como si fuera una luminaria, me saludó y con prontitud, como si la musa hubiera vuelto a su cuerpo, comenzó a pasar con rapidez el lápiz por la hoja. Me alejé sintiendo el cosquilleo de la curiosidad por ver que es lo que hacía carcomiéndome.
Tomé una hoja y un lápiz de color y yo misma comencé a hacer mi propia obra de arte. Marie daba de vez en cuando paseos por toda la sala deteniéndose un par de minutos con cada uno de los pacientes y hablándoles dulcemente. Sabía con claridad lo que hacía.
Los psicoanalizaba a todos de a poco. Sin percatarme de todo lo demás me concentré en mi papel. Líneas difusas salían. Trazos cortantes e inacabados. Rotos y pequeños. Pero de cierta forma había un patrón. Como un rompecabezas que en algún momento podía ser juntado.
Sentí una mano en mi hombro y al alzar la vista vi a la psicóloga mirando calladamente mi dibujo. Su mano puso delante de mi algo que parecía una hoja de papel.
Era un retrato. Enmudecí. Era yo. Mi cabello caía sobre un lado de mi rostro y apenas se podía entrever el inicio de una sonrisa en mis labios. Me veía hermosa. A salvo. Por completo yo.
- Le haces bien a ese chico. – dijo Marie. Fijé mi mirada en Theo que iba saliendo de la sala y pensé en lo bien que él me hacía a mi. Me hacía ver justamente como la de ese retrato. No rota, ni con cenizas a mi alrededor, completa y feliz por una vez. Solo con él.