Hellend

¡HUYE!

¡HUYE, HELLEND!

NO DEJES DE CORRER.

TU VIDA ESTA EN RIESGO, TU SALUD MENTAL ESTA EN RIESGO… TU ALMA ESTA EN RIESGO…

No sé cómo llegue a este momento en el que me encuentro corriendo por un vacío pueblo en el que solo hay neblina, el feo y desesperante olor a azufre, el calor que se siente y sobre todo, esos gritos de desesperación. Solo recuerdo haberme dormido en mi cama y de la nada ya estaba aquí, corriendo por mi vida.

¿Qué me estaba pasando?

— ¡AYUDA!— grite con todas mis fuerzas.

Pero algo en mi me decía que no lo hiciera, que nadie me iba a escuchar. Escuchaba gritos, pero sentía que estaba sola. No me habia encontrado con nada ni nadie más que con esas horribles cosas que salen cada vez que el cielo rojo se vuele negro y lo único que se podía ver, eran varios puntos negros pasar por las calles.

— ¡AYUDA!— volví a gritar.

Pero esta vez, recibí una respuesta, su aliento frio en mi cuello me hizo estremecer.

—Oooh, querida Hellend, no debiste haber gritado.

Su voz fue fría sin rastro de emoción y sentí como algo caliente, se posaba en mi hombro. Mire hacia esa dirección y no vi una mano cualquiera, era puro hueso y de color negro, sus tendones eran rojos, tan rojos como el cielo.

Grité, un grito desgarrador pero sentí como lo que sea que fuera eso, me golpeaba en la cara tan fuerte que todo se volvió negro…




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