Herejía: La Ciudad del Profeta

10. El viento no calla cuentos.

 

Había pasado cerca de dos horas pensando y quebrándome la cabeza para decidir si ir o no a buscar a Naori. Travis se fue después de pasado el medio día a comer a casa de su madre, convencido de que que lo mío eran nada más dudas simples de poca importancia que no eran tan diferentes como lo que pensaba cualquier persona de fuera. 

Mi madre, Brauvier y Naoria auguraban algo malo. Mi hermano también, sabe cosas que yo aún no, él trabaja en la casa de alcaldesa, debe de saber mejor que nadie lo que ella trama. Decidí seguir leyendo el libro que me había dejado el profesor, a decir verdad, me encantaba, trataba acerca de una chica que se encuentra una especie de Kiasalea, en la obra recibe el nombre de diablo. 

Un ser al que todos repudian porque una institución religiosa así lo manda, pero aquella persona que tanto odia el pueblo no es tan mala como parece ser, es el único que le da una solución al problema que tiene Beatriz. Mientras los religiosos la quieren atar de manos, le instan  a la resignación de sobrevivir, de mantener una vida que no es una, seguir las reglas de los que tienen el poder. ¿Acaso eso no es lo que estoy viviendo? 

Un lugar en donde nos enseñan a resignarnos porque así está escrito por Dalal, porque no somos capaces de hacer nada por nosotros mismos y antes de nuestro nacimiento fuimos escogidos para pagar condenas de pecados que nunca hicimos.  ¿Los rebeldes tendrían razón y la libertad estaba más cerca de lo que creemos? ¿Si nos unimos a la lucha podremos ganar en verdad? 

Miré una vez más la entrada de la casa, no pasaban muchas personas por la calle y a nadie le interesaba por donde caminaba. Travis de seguro estaría dormido luego de haber comido a montones y su madre habría salido a comprar la comida para los siguientes días. Últimamente los precios de las cosas que se traen de fuera han subido de precio, por lo que nada más nos queda comprar lo que producimos nosotros. Pronto la  carne se acabará, la leche, los huevos y la harina serán lujos. 

Solo nos quedarán los vegetales y las frutas que cosechamos en temporada. Por eso no podemos aceptar que entren los inmigrantes de Hispania y Britania. Nos sentenciarán a muerte segura. Si tenemos suerte y la alcaldesa cumple con su palabra, sobreviviremos al menos los primeros dos años antes de que los rebeldes lleguen a la frontera con nosotros.  

Todos en este pueblo conocen a Naori por ser alguien que le va en contra del gobierno, no solo del profeta sino que de la alcaldesa. A pesar de tener la misma edad, los padres de ella formaron parte de un pequeño grupo insurgente que deseaba la libertad pero que fue condenado a cumplir servicios sociales como castigo. 

Fue una época un poco turbia en la ciudad, fue hace cerca de unos cinco años cuando eso sucedió, algunos de ellos se hacían pasar por trabajadores de servicio a los sangre pura y hacían ataques terroristas dentro del lado santo. Incendiaron buses, explotaron algunos edificios y pedían igualdad de derechos. Fueron cruelmente reprimidos, algunos murieron de forma extra judicial y los que corrieron con mejor suerte, fueron llevados a cuidar el muro en el norte. 

El padre de ella incendió un bus y murió antes de poder salir para ser arrestado, causó la muerte de al menos quince personas. Su madre corrió mejor suerte y fue sentenciada a cadena perpetua de servicio social en el muro.  Desde que los perdió, juró venganza contra la alcaldesa y se unió al grupo rebelde que en aquel momento no se veía como una verdadera amenaza. 

Los ataques aislados en las ciudades alejadas de la cúpula del profeta eran normales, sucedían cerca de cada cinco años, grupos pequeños de personas protagonizaban ataques terroristas en las zonas santas, todos eran capturados y sentenciados a una muerte segura cuidando los muros. 

Nadie sabría que aquellas fuerzas y ataques aislados no eran nada más que una muestra de una organización que terminaría por tomarse un distrito completo. Seguía pensando, mi madre solo desea que huyamos de todo lo que está pasando, ella quiere lo mejor para nosotros. pero de entre mis hermanos, soy la que tiene menor posibilidad de ser aceptada y sobrevivir entre los pecadores. 

Valerik ha vuelto con su trabajo, está en servicios, recibe buena paga y sigue las reglas. Niara nunca podrá ir en contra de las leyes del profeta, nunca tomaría las armas y no le importaría que su hermana mayor luchase y muriera en un levantamiento en contra del sistema. Yo en cambio, no tengo trabajo en servicios como ellos dos, soy tachada por ser ladrona y alguien que siempre anda buscando problemas en la escuela. 

Ellos tienen un futuro aún si la pelea termina mal y los rebeldes caen. Yo no. Si uno de nuestra familia debería pelear, debo ser yo. ¿Quién más? Además, solo busco respuestas, no me uniré inmediatamente. Pero ella no será tan tonta de decirme la verdad sin ofrecerle algo. ¿Firmaré mi sentencia de muerte entonces? 

Me puedo negar si me parece demasiada estúpida su información. ¿Acaso soy una cobarde para enfrentar la verdad? Siempre he creído que este sistema está mal. No creo que seamos elegidos por Dalal para pagar por pecados que nunca hemos cometido. No creo que el profeta sea la gran santidad que todos dicen ser. 



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En el texto hay: utopia, futuro postapocaltpico

Editado: 17.01.2019

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