-¿Donde se metió esa jovencita? Seguramente salió de nuevo a escondidas, pero ya me va oir - Gritaba la Abuela Margaret y todos los vecinos podían oírla.
Como era su costumbre, Greta estaba recostada en la azotea de su casa, observando la noche fumando y escribiendo en su diario.
Hoy no las he pensando tanto, su recuerdo escapa de mi mente, me pregunto si no seré la peor persona del mundo, ya no recuerdo sus voces y sus rostros son difusos, ¿seguirán vivas? ¿dónde están hermanas? ¡¿dónde?!.
La luna estaba en lo más alto del cielo. Mañana iniciaba la universidad, estaba nerviosa, hace un par de años que había dejado sus visitas al psicólogo. Seguía culpandose por todo, había imaginado los peores escenarios, los más crudos y viles. Cuando lo hacía lloraba y le era imposible dormir. Tenia unas ojeras poco habituales, pálida, siempre parecía enferma. Cuando alguien mostraba preocupación ella lo atribuía al desgaste escolar y al trabajo.
Su abuela ya era una persona muy mayor, no tenía empleo y vivían de lo poco que ganaba Greta en una tienda de ropa. Margaret solía ser muy estricta con ella, pues no quería que fuera igual a su madre Lindsay.
Lindsay no terminó la preparatoria, a pesar de no ser una estudiante brillante se las arreglaba bastante bien. Cuando conoció a Jhon todo cambio, él tenía mucha personalidad, seguro de si mismo, no era tan bien parecido pero si un gran carisma, parecía un conocedor del mundo. La madre era una controladora desde entonces, rara vez le permitía experimentar y tomar las desiciones importantes de su vida, ella se sentía aprisionada y cuando Jhon le ofreció una vida con él la tomó sin dudar.
Los hijos llegaron pronto, y los sueños de la Abuela Margaret de ver a Lindsay como una profesional exitosa se frustraron.
Así vio en Greta la oportunidad de otro comienzo. No podía ocultarle la existencia de sus hermanas pero sí logró borrar de su mente la existencia de Alán. Cuándo Greta preguntó por su hermano, ella simplemente contestó "murió junto con tu madre".
Greta comenzaba a apagarse, no se permitía sentir nada, porque cuando lo hacía llegaba un dolor inefable, una pesadez del cuerpo, corazón y mente que solo la hacían pensar en la muerte. No había encontrado la manera de perdonarse. Solo seguía adelante por el mero hecho de existir.
Sentía que habia matado a su padre por haber deseado su muerte, como si ella con un poder sobrenatural hubiera hecho volcar su auto y como si con su propia mano hubiera detenido su corazón.
Odiaba verse en el espejo, en su cuarto no tenía ninguno, ni siquiera en el baño, tapaba las ventanas con una sábana blanca, repudiaba su propia imagen porque cuando miraba su reflejo sus hermanas llegaban a su mente, asignó a su rostro la tarea de recordarse que sus hermanas deberían estar ahí y no ella.
Estaba sumida en su miseria cuando escuchó una voz que la sacó de su trance.
- Entonces, ¿porque volviste?
Greta sintió su sangre helar, en un parpadeo el aire le faltaba, sudaba frío, no podía moverse, el peso de su dolor la alcanzó de golpe, quería huir, pero no podía, quería correr a toda velocidad tras Poly, destrozar sus pies y su garganta y preguntarle todo, pero el peso, ese maldito peso no la dejó moverse, no la dejó gritar hasta desgarrar sus pulmones, ni llorar hasta secar sus lágrimas. Ni siquiera la dejo cruzar palabra alguna con su abuela, cuando entró, fue directo a su habitación, ignoró sus gritos y regaños, solo subió a su habitación, se encerró y se tumbó en la cama. Se sintió más culpable, hacia años que se había rendido, dejó de buscar, dejó de tener esperanzas y las abandonó. Las abandonó como aquella noche lluviosa, las volvió a dejar solas. Miro fijamente el techo, comenzó a dar vueltas sin cesar. Y un poco antes de amanecer el sueño la venció, y durmió solo con un pensamiento "no las volveré a dejar solas".