Hidden World: Secretos entre las sombras.

Capítulo 2: ¡¿Estas de broma?!

Tenía frio mientras caminaba por el bosque, no sabía a donde iba pero si sentía que conocía el camino. Pasaba las manos por los troncos de los árboles, la textura dura y rasposa estaba fría, sentía la emoción llenar mi pecho, la ansiedad y temblor en mis extremidades por llegar rápido a donde iba.

— ¿Creen que sobrevivirá?

Me detuve en seco en medio del bosque al escuchar esas palabras, la neblina comenzaba a hacerse espesa. Mis pies comenzaban a caminar solos, trataba de detenerme pero no podía.

Mi corazón se aceleró y comencé a correr sin control, no podía respirar, sentía como las pequeñas ramas que caían de los arboles crujían con cada pisada que daba, pero no solo era yo quien los pisaba, no estaba solo y me buscaban. Volví a detenerme en seco, esta vez al estar a pocos pasos de un risco. Tome un collar extraño que tenía en mi pecho y mire atrás, tome aire profundo y corte los pocos pasos que había para caer.

— ¡Ahhh!— grite con todas mis fuerzas justo cuando me sentaba.

Mis articulaciones dolían, tenía el pecho descubierto y mi cintura estaba cubierta por una delgada sábana blanca.

No me habia percatado de las personas allí. No hasta que repare lo habitación, una persona sentada en la cama que estaba a mi derecha. Era una chica de cabello castaño y corto, tenía una sonrisa en los labios y era delgada.

—Ahí tienes la respuesta a tu pregunta, Anna.

Busque a la persona que le pertenecía esa voz, pero no vi a nadie.

— ¿Dónde estoy?

—En la cueva— mire a la chica que me respondía con tal empatía que me llegaba a agradar—. ¿Cómo te sientes?

Cuando sentí la mano de Anna posarse en mi frente me di cuenta que era más joven de lo que pensé, sus manos eran pequeñas, debía tener unos dieciséis años.

—Estoy bien— dije juntando mis cejas.

Luego recapacite. ¿Cómo que estaba en una cueva? Eso no podía ser, donde estaba era una habitación común y corriente, dotada de todas las cosas necesarias para el cuidado de alguien, solo que era un poco sombría. Reparando bien a Anna, vi que tenía un pantalón de cuero negro y una camisa de mangas largas gris, con su nombre bordado en rojo en el lado derecho de su pecho, aunque no pude distinguir las otras palabras.

Anna iba a decir algo pero se detuvo cuando la puerta se abrió, dejando entrar luz y voces del otro lado.  Y aquel hombre que entraba, dejando ver la seriedad en él, tenía la misma ropa que Anna, solo que su camisa era azul oscuro.

— ¿Ya lo sabe? — pregunto.

Miro a Anna y esta negó. Él camino con sus manos a su espalda, con una pose erguida, sus botas eran negras y se veían pesadas y resistentes. No sabía que estaba haciendo ahí.

—No, acaba de despertar, Luca.

Reconocí esa voz, aquella que con indiferencia había escuchado en algún lado y no recordaba. Solo la vi salir de la esquina oscura de aquella habitación, tenía los brazos cruzados, era una cabeza más baja que el hombre a quien había llamado Luca. Su cabello era liso y rojizo, sus ojos eran verdes, tenía buen cuerpo, ella vestía casi igual a las dos personas que estaban allí, solo que usaba una camisa de mangas largas y negra, podía ver su perfil izquierdo y pude ver como en la parte de atrás de su espalda colgaban unas tiras.

—Entonces es tu deber decirle, Anna.

Aquella niña se sorprendió y abrió exageradamente sus ojos y boca.

—Señor, no creo que pueda ser capaz— comenzó nerviosa—. Hará muchas preguntas y…

—Sabrás que responder sin contar todo— dijo sin cambiar su semblante, sin mover muchos músculos de su cara—. Es parte de tu entrenamiento.

Anna me miro y luego al tal Luca y aquella mujer que no tenía nombre y era exageradamente seria e indiferente.

—Yo lo hare, Luca— dijo después de un suspiro de frustración—. No me queda de otra.

Note como me miraba de reojo. Luca la miro y formo una pequeña sonrisa en sus labios.

—Pero se un poco delicada al decirlo— dijo divertido y coloco una de sus grandes manos en el brazo de ella.

—Prometo no ser tan dura.

Luca asintió, miro a Anna y le hizo un gesto con la cabeza para que le siguiera. Ella se levantó, no sin antes sonreírme y salir con prisa detrás de aquel acuerpado hombre.

Aquella mujer me dio la espalda y camino hacia el otro extremo de la habitación.




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