Dedicado a mi prometido, gracias por todo: tu apoyo, corregirme de la forma en la que lo haces, tu ayuda y tu infinito amor... Te amo de igual forma Osito.
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Los demonios perros ya eran pocos en épocas de Inu no Taishō, quién solía ser el más poderoso de todos. En su juventud había crecido junto a otro Daiyōkai conocido cómo Inu no Taisa, eran hermanos jurados y en sus tiempos libraron increíbles batallas contra otros demonios buscando hacerse más fuertes; su amistad era tan grande que el Coronel era padrino de Sesshōmaru. Entre las féminas demonios Taisa buscó una digna compañera pero ninguna lo convencía, por lo que ya estaba por darse por vencido y morir sin un heredero. Pero en uno de sus viajes para derrotar a un yōkai salvó a una joven mujer humana, la cual era una sacerdotisa que curó sus heridas a pesar de lo que era. La muchacha parecía molesta y al preguntarle el motivo de su enfado le dijo que ella se había entregado por voluntad propia al ser maligno para morir. Confundido le preguntó por qué una hermosura como ella quería convertirse en la cena de un monstruo.
La humana llevaba por nombre Amaya y era una princesa que había sido prometida desde su decimotercer cumpleaños a un buen amigo de su padre, alguien 10 años mayor, que había conocido 3 años atrás. Para ella, él siempre le había parecido desagradable a pesar de que solía tratarla bien, era atento y gentil; pero algo no le agradaba, tenía el presentimiento de que escondía algo. Días después de cumplir los 15 años se le anunció que la fecha de la boda estaba pactada para la próxima semana, entonces huyó para convertirse en sacerdotisa. Durante dos años estuvo segura y nadie pudo dar con su paradero, al verse descubierta no sabía que hacer, fue ahí cuando supo que en los alrededores había un demonio, decidió ir hacia él y le ofreció su vida con tal de no ser la esposa de ese hombre o de ningún otro. En eso estaba cuando una figura rápida como un relámpago embistió a la bestia acabando con su vida después de unos minutos de lucha que parecieron interminables.
Él la observó y comenzó a reírse lo que provocó que la furia de ella creciera aún más, se abalanzó sobre el demonio cayendo ambos al piso mientras lo golpeaba y le suplicaba que termine con su vida entre lágrimas. Taisa en un solo movimiento se colocó encima de ella, que al verse en esa posición forcejeó para sacárselo de encima pero sus muñecas fueron aprisionadas en las grandes manos de él, llevándolas por encima de la cabeza de la joven. La observó un momento, era muy hermosa. Su cabello era violeta y sus ojos rojos, quedó cautivado y acercó su rostro al de la muchacha, y antes de que Amaya pudiera reaccionar, probó el dulce sabor de sus labios. Fue un beso lento y suave, disfrutó del contacto de sus labios, deleitándose con ellos. Soltó su agarré dándole la libertad a la sacerdotisa, quién cruzó los brazos alrededor de su cuello, devolviéndole el beso y dejando que fuese más lejos. Sintió el roce de sus lenguas, le gustó mucho ya que era la primera vez que la besaban y, más le gustó que fuese con esa persona.
Desde entonces no se separaron el uno del otro. Los meses pasaban felizmente para la pareja de enamorados. Pero el tiempo que estuvieron juntos fue breve y terminó el día en que su prometido la encontró y hubo un gran enfrentamiento. Su Taisa derrotó a varios hombres antes de que el verdadero oponente lo atacara vilmente por la espalda. Aún así no cayó, se mantuvo en pie y dio media vuelta para enfrentarse a su destino. El choque de las espadas repiqueteaba en los oídos de Amaya, que se encontraba acurrucada en un rincón observando todo horrorizada. Su amado ganaba en fuerza y ventaja pero fue apuñalado por varios soldados a la vez. Pudo darle una patada al hombre con quien peleaba y así derrotar a los demás que seguían clavándole sus espadas. Nuevamente el enemigo lo atravesó con la espada por detrás justo en su corazón. El Coronel cayó de rodillas, la sangre salía de su boca, la sacerdotisa pegó un gran grito y se acercó a él, se dieron un último beso, la hoja se retorció en la herida y fue retirada con violencia. Ella no dejaba de llorar, su futuro esposo la arrastró de los cabellos hasta el caballo y se la llevó de regreso con su padre.
A la llegada al palacio de su padre, comenzaron a prepararla para la boda. Cuándo estuvo vestida él y su prometido entraron a la habitación para verla. Su progenitor la miró, pero no dijo nada y le dio una bofetada. Ella los miró con odio y les dijo que estaba embarazada así que no podría casarse. El hombre se enfureció aún más con su hija, estuvo a punto de darle una golpiza si su mano no hubiese sido detenida por Hisao. Acarició a la muchacha en la mejilla hinchada, sonriéndole, y dijo que se casarían igual y no le importa que ella esperase un hijo de un demonio. No permitiría que su suegro se deshaga del niño, alegando qué la amaba y que por esa razón no podía hacerle semejante daño. Así mismo, le hizo la promesa de que criaría a esa criatura como si fuese suya. El viejo no entendía como su yerno podía estar diciendo tales tonterías, pero lo aceptó pensado en lo bueno que era este. En cambio Amaya no pensó lo mismo, en su mente se repetía una y otra vez la forma en la que había sido arrastrada por los pelos hasta ser subida al caballo de su prometido. Los breves segundos en el que sus ojos se encontraron, apartó rápidamente la mirada al ver en ellos algo que nos supo descifrar pero que la atemorizaba como nunca antes en la vida.
Después de nacer la pequeña, su madre le puso por nombre Sayumi, así cómo lo deseaba Taisa, su padre. Pasaron 5 años y la relación con su esposo no era muy buena, no había podido darle hijos propios y eso lo enfurecía. Hisao parecía adorar a la niña y varias veces había mencionado que pensaba hacerla su esposa en el futuro. Ella poseía una belleza que nunca antes había visto, aún a su corta edad. Sus ojos eran rojos como la sangre, su cabello plateado y sedoso, no le importaba que tuviera las orejas puntiagudas o esas marcas en las mejillas, una franja con forma de rayito en color rosa. Y ese único día en el mes cuando era humana su cabellos se tornaban morados como el de su madre y sus ojos se suavizan hasta ser rosáceos. Ayame notaba como observaba a su hija así que planeó huir o al menos ponerla a salvo de él. Pasaron dos años hasta que una noche de tormenta escaparon juntas hacia un lugar dónde podrían encontrar refugio por algún tiempo mientras daba con el paradero de Inu no Taishō.