Miércoles, 2 de mayo del 2018.
Recién había terminado las enchiladas, y Sharon se encontraba poniendo la película en Netflix. Mi mamá seguía sin llegar, y ni siquiera le había avisado que traería a Sharon. No tenía idea de como reaccionaría.
—¿Te gustan las películas Disney? —preguntó ella desde la sala.
—Algo, tampoco soy un fanático —contesté mientras ponía frente a ella su plato y el mío a lado de ella en la mesita.
—¿Te parece Múlan?
—¿Es caricatura? — Le cuestioné, me miró, y su cara era como si le hubiera preguntado «¿Cuándo fue la primera vez que te masturbaste?»
—No puede ser que no hayas visto Múlan. Es la princesa de Disney más chingona.
—Entonces dale play.
Comenzó la película y ambos estábamos un poco más entretenidos comiendo sobre el sofá. Y ella no paraba de decirme que no me embobara comiendo, que prestara atención. También hizo muchos «Mmh» detonando que había cocinado delicioso. Y cuando la miraba se ponía nerviosa. Lucía hasta bonita comiendo. No imaginaba que podía suceder por aquella mente. Antes de comenzar me dijo que sabría porque Mérida no se merece el título de Valiente. Reí, las ocurrencias de esta niña me encantaban.
—Nathaniel en serio, que esto es riquísimo —dijo mientras seguía masticando algo sonriente. Tenía boronas de queso en el mejilla. Y sin decirle nada, le sostuve su rostro con mi mano izquierda, y con la mano derecha quite ese queso con una servilleta. Estaba algo cerca de su cara. Y ella trago en seco —¿Me das un vasito de agua?
—Claro, ponle pausa —dije y me paré. Me dirigí a la cocina que estaba a unos metros. Y ella se volteó para mirarme.
—Pensándolo bien. Tengo algo de sueño —mencionó tallandose los ojos con algo de fatiga—, y no quiero que la primera vez en que estoy en tu casa quedé dormida. ¿Tienes café? —Sólo le asentí. Y se paró para prepararse el suyo. Yo comencé a calentar dos tazas en el microondas. Me platicó como había sido su día mientras jugaba con su cabello, noté que las expresiones de su cara eran algo limitadas por así decirlo. Me sentía en paz a lado de Sharon. Podía respirar la empatía. No era una constante curiosidad de a quien pertenece esa persona, a quien su corazón entrelaza, no voltear cuando su hilo se movía sin que ella se moviera. Era una sensación de paz estar a lado de ella.
Sacamos las tazas del microondas y ella comenzó a hacer su respectiva taza. Yo era sencillo, una cucharada generosa de azúcar y con café y un poco de cremora. Por su parte no pude ver como esa que lo preparaba, pero si vi que colocó muy poca azúcar, se me hizo extraño. Lo revolvimos y lo probamos. Hizo un pequeño gesto de desagrado y siguió tomándolo.
—¿Qué sucede? ¿No sueles comprar esta marca? —pregunté confundido.
—No, no es la marca, es que mis cafés siempre me saben mal. Siempre le pido a mi hermano que lo haga —Agarré su taza y tomé un poco. Por poquito y lo desecho en el mismo "café".
—No está tan mal Sharon, pero mira, prueba el mío —Miró decepcionada la taza que estaba en mis manos, y después tomó el que estaba justo a mi lado. Su reacción fue de sorpresa.
—¡Es igual al que hace mi hermano! ¡Sabe delicioso!
—Si quieres quedatelo, vamos.
—Pero el mío no es bueno.
—A mí me gusto, es diferente —Sí, mentía, pero no podía permitir que se tomará su horrible café. Sabía a mucha cremora, ¿quién fue el monstruo que le enseño a hacerlo así?
—¿De quién aprendiste a hacer el café así? —dije y me senté en el sofá.
—Mi madre —Me retracto.
Seguimos viendo la película, y ella cantaba algo bajo todas (realmente todas), las canciones de la película, y parecía hasta más emocionada que yo. No sabía si aprovechar y mirar su cara toda distraída o la película que era realmente buena. No sé como por influencia de mis hermanas no la había visto. Las trillizas son más películas de Barbies, pero también aman a algunas princesas Disney. Y a pesar de ser pubertas, no se les ha ido el gusto. Terminamos nuestros cafés. O por así decirlo. Yo sólo puse el mío más retirado para que no se viera que lo dejé a la mitad. Se acercó a mí y colocó su cabeza en mi regazo. Mierda, mierda, mierda. Que no se me pare. Respiré con dificultad. Pareciera que se iba a dormir.
—¿Te molesta? —preguntó ella.
—Para nada —¡Sí, quítate!
A ver Nathaniel, enfócate. No está cerca de fifi. Es todo tu imaginación, es más, que si realmente lo es. Que si todo es una mentira. ¿Qué si mi vida depende de una simple adolescente que escribe para rellenar el vació de su alma?