Hilos separados

Capítulo 5: En peligro.

La luz que ingresa por la ventana me impide seguir durmiendo. Agarro una almohada y la coloco encima de mi rostro, tratando de tapar la luz que llega a mis ojos. Pero es imposible, la luz ya me despertó por completo. Me bajo de la cama refunfuñando. Me dirijo hacia el baño y me lavo la cara, me pongo la ropa deportiva luego salgo de mi habitación y bajo las escaleras. Mi madre está en la cocina.

            -Madre, deja eso. María lo puede hacer sin problemas. –Me acerco y le doy un beso en la mejilla.

            -Lo sé hijo. Pero quiero hacerlo. –Dice sonriendo.

            -Madre, ¿dormiste aquí?

            -No. María me abrió la puerta muy temprano.

            -Madre…

            -Lo sé, Mateo. Sé que no debo preocuparme por ti, pero eres mi hijo y no tengo otra opción, siempre me voy a preocupar por ti sin importar cuántos años pasen. –Espeta.

            -Bien madre, solo… No te esfuerces demasiado.

            -Claro, señor Mateo. –Dice sonriendo divertida.

            -Saldré a correr, regreso luego. –Digo mientras voy hacia la salida.

Una vez fuera, me encuentro con Marco quien cuida la puerta.

            -Buenos días señor, ¿irá a correr? –Dice amablemente.

            -Sí, será solo una hora. No necesitaré que me acompañes, estaré bien. –Le digo sonriendo.

            -Claro señor.

Enciendo el reproductor de música en mi celular y me pongo los auriculares. Empiezo a correr en dirección a un parque cercano. En el camino me encuentro con personas que me miran atónitos mientras avanzo, sigo mi camino sin dar importancia.

Llego al parque, hay muchas personas haciendo deporte. Todos paran lo que están haciendo al verme, impulsados por el miedo o quien sabe que otro sentimiento o pensamiento. Se alejan al verme llegar.

Como era de esperarse, las personas piensan que soy un monstruo.

            -Asesino! –Grita alguien.

            -Deberías estar en prisión! –Grita alguien más.

            -Eres un peligro! –Grita una tercera persona.

Sigo mi camino sin darle importancia a sus palabras, no me interesa que sepan la verdad o me crean. Ya di las explicaciones necesarias, a las personas correctas. No necesito el apoyo de nadie más. Salvo el de Karol.

Continúo mi camino y una hora después de muchas miradas, regreso a casa. Me encuentro a María en el jardín.

            -Buenos días señor Mateo. –Dice sonriendo.

            -Buenos días María. –Le devuelvo la sonrisa.

Ingreso a la sala de estar y voy hacia el comedor. Ahí está mi madre poniendo las últimas cosas en la mesa.

            -Ve a ducharte para desayunar.

            -Si comandante. –Le sonrío divertido.

Subo las escaleras hacia mi habitación. Una vez dentro, me desvisto y me meto a la ducha. Me mantengo bajo el chorro de agua leve, empapándome todo el cuerpo, cerrando los ojos con la cabeza abajo.

A mi mente viene el recuerdo de las palabras que dijeron las personas en el parque… “Asesino” La persona que lo dije no tiene ni idea de lo que he tenido que pasar. No puedo evitar dejar caer una lágrima que se camufla entre el agua que no deja de caer.

Luego de diez minutos salgo de la ducha y me visto. Veo mis trajes para la oficina colgados en el ropero, me entristece no poder ir la oficina, al menos por ahora. Me hubiera servido para distraerme.

El teléfono empieza a sonar, es mi tío George quien llama. Contesto.

            -Hola tío, ¿todo bien?

            -De maravilla. Te tengo buenas noticias. Descubrimos dónde se encuentra Karol. Te enviaré un correo. –Se escucha sereno.

            -Gracias. –Digo sonriente y cuelgo.

Bajo las escaleras y llego al comedor. Mi madre está sentada, aun no prueba nada de las delicias que están en la mesa. Espera que me siente para empezar a degustar todo.

Tomo asiento y me acomodo para empezar a desayunar.

            -Y María?

            -Tienes razón. La llamo enseguida. –Dice sonriente.

Se levanta a buscarla en el jardín y un momento después regresa junto a María. Ambas toman asiento y empezamos a desayunar.

Conversamos mientras desayunamos, impidiendo crecer un silencio en la mesa, conversamos de diferentes temas, todos los temas alegres. Sin tocar ninguno triste o incómodo.

Termino de desayunar, agradezco a ambas mujeres que me hacen compañía y luego me levanta. Camino hacia mi despacho, contemplando los adornos del pasillo, como si fuera la primera vez que estuviera en esta casa.

Llego al despacho, abro la puerta e ingreso. Dejo la puerta abierta, no hay nada que ocultar. Me acerco al escritorio y tomo asiento. Abro la laptop que está en el escritorio y la prendo. Reviso la bandeja de entrada de mi correo, encuentro el correo que me envió mi tío y lo abro. Hay un informe sobre ella.

No presto mucha atención a los detalles, me importa un carajo lo que escriban sobre ella, solo me importa su ubicación. Ojeo y ojeo, hasta que encuentro las palabras que dan pie a su ubicación… Está en cuzco. Sonrío al leer esas palabras, tan cortas, pero tan importantes para mí.

Me recuesto en el espaldar de mi asiento mientras sonrío divertido, la emoción se apodera de mí. Nunca me había sentido tan emocionado en toda mi vida, ni siquiera la vez que fui a buscar a mi padre.

Mi emoción se ve interrumpida ante el pensamiento de que tal vez no esté lista para esto. ¿Qué tal si no quiere verme? ¿Qué si me odia? ¿Qué si aún no ha superado ese dolor? ¿Qué, si dejó de amarme? Las preguntas me atormentan, causándome pánico.

            -Mateo... –Ismael interrumpe mis pensamientos.

            -Hermano, pasa por favor. –Digo mientras me recupero de mis pensamientos y me levanto de mi asiento para saludarlo. Le doy un cálido abrazo y nos sentamos en el sofá.




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