Hilos separados

Capítulo 7: Escapando.

La luz que ingresa por la ventana es muy molesta. Incapaz de poder seguir durmiendo, revuelco en mi cama y me despierto. El dolor de cabeza que siento es insoportable, la resaca es fatal. Bajo de la cama y camino hacia el baño, me lavo la cara para tratar de calmarme un poco. Reviso el reloj, son las diez con treinta. Luego bajo las escalares y me dirijo hacia la cocina. María me espera con una pastilla y un vaso con un jugo para mí.

Pongo la pastilla en mi boca y la paso con un poco del jugo, del cual no tengo ni la más mínima idea de lo que contiene, pero es un sabor agradable.

            -Gracias María. –Le digo amablemente.

Ella asiente con la cabeza sonriendo. Tan amable y servicial como siempre.

Dejo el vaso devuelta en la mesa y camino hacia mi despacho, dispuesto a ver el desastre que hice la noche anterior. Llego a la puerta, la abro e ingreso. Una vez dentro logro ver todo limpio, como si nada hubiera pasado en la noche. Todo está limpio y ordenado, incluso el vaso roto ya no está.

Me acerco al escritorio y levanto mi teléfono con la mano. Lo enciendo y reviso los mensajes, pero no encuentro nada fuera de lo normal, todo está bien. Vuelvo a dejar el teléfono en la mesa.

            -Mateo, vaya festejo el que te diste ayer, André me dijo como te encontró, ¿qué te pasó? –Espeta Ismael.

            -Nada, solo necesitaba distraerme.

            -¿Pasa algo malo? –Pregunta Ismael.

            -No pasa nada. –Respondo.

            -¿Estás seguro?

            -Te recuerdo, hermano, que ya no soy un niño. Puedo hacer lo que quiera y cuando quiera mientras esta sea mi casa. No necesito que me cuiden. –Espeto.

            -No lo puedo creer… ¡En serio que no! –Espeta cerrando los ojos e inhalando un poco de aire.

No entiendo a lo que se refiere, así que le muestro mi confusión.

            -Estoy harte de que me traten como a un niño. –Espeto.

            -¡Entonces deja de actuar como un niño mimado y empieza a ser un hombre! Por un carajo, Mateo. Todos nos preocupamos porque sabemos lo difícil que ha sido para ti, todo lo que pasó. Y si te cuidamos es porque te queremos, carajo. –Dice casi en grito.

            -No te necesito, ni a ti, ni a nadie. No necesito que me cuiden, tengo suficiente con Marco. –Digo saliendo de mi despacho, dirigiéndome al comedor.

Ismael va detrás, tratando de entender mi enojo o mi mal humor, pero no le doy pie. No necesito ayuda de nadie, puedo solucionarlo solo. Llegó el momento de ser un hombre.

            -Señor, el desayuno está servido. –Dice María.

            -Hermano, tienes que irte. –Le digo enseñándole la salida.

            -Bien. Solo espero que recapacites. –Dice caminando hacia la salida.

Es increíble todo el dolor que puede llegar a causar una persona. Y más si se depende mucho emocionalmente. Ahora en mi vida hay una tormenta, una de las peores que he tenido. Sin ningún rastro de calma. Por mi cabeza solo pasa el enojo que siento por mí mismo, por mi actitud, por mi confianza en algo, por ser un imbécil.

Me siento para desayunar, pero ante tanto enojo. Se me quita el apetito. Por lo que me mantengo sentado mirando las delicias que preparó María, de las cuales ninguna se me antoja en este momento.

Mi dolor de cabeza regresa, pero esta vez más intenso.

-¡Marco! –Grito.

Casi al instante, aparece en el comedor.

            -Dígame, señor. –Su voz gruesa.

            -Prepara el auto, iremos a la casa de playa.

            -Con gusto, señor. –Dice y se va.

            -María, prepara a Spike y todo lo que necesite.

            -Sí, señor. –Y sale.

Me quedo unos minutos sentado solo y en silencio, tocándome la frente con ambas manos, tratando de aliviar el dolor.

El teléfono empieza a vibrar. No contesto, no estoy con las ganas de hacerlo, ni siquiera para ver quién es. Continúa sonando y sonando por un par de minutos, hasta que deja de sonar.

Me levanto de mi asiento, subo las escaleras y camino hacia mi habitación. Una vez dentro, preparo toda las cosas y ropa que necesitaré. Luego me desvisto y me doy una ducha rápida.

Diez minutos después, salgo de mi habitación con la maleta lista. María tiene a Spike en los brazos, con su pequeña maleta lista. Detrás, está Marco que se acerca para ayudarme con la maleta, la toma y la lleva hasta el auto.

Me acerco a María y tomo a Spike entre brazos.

            -Buen viaje, señor Mateo. –Dice entregándome la pequeña maleta de Spike.

            -Gracias, María. Estate tranquila, los guardias te mantendrán protegida. –Digo sonriéndole.

            -Gracias, señor. –Sonríe y se retira.

Camino hacia el auto. Una vez dentro, pongo a Spike en el asiento, a un lado mío.

            -¿Todo listo? –Pregunta Marco.

            -Sí, vamos. –Respondo sereno.

Me recuesto en el asiento y trato de relajarme mientras avanza el auto. Cierro los ojos y como por arte de magia, me duermo.

Luego de un par de horas de viaje, abro los ojos, llegamos.

Marco da el último giro y estaciona el auto. Abro la puerta del auto, Spike sale corriendo sin rumbo. Bajo mientras lo veo correr de un lado a otro, con toda la felicidad del mundo. Sonrío ante sus caídas repentinas, se ve muy feliz.

Camino hacia la casa, donde nos esperan Carlos y Melissa con una sonrisa de oreja a oreja. Con la diferencia de que esta vez hay personal de seguridad alrededor de toda la propiedad. Nos acercamos y los saludamos.

             -Es un placer tenerlo de vuelta, señor Mateo. –Dicen en unísono.

            -Gracias, es un placer volver a verlos. –Digo sonriendo.

Marco ingresa la maleta y la lleva hasta mi habitación mientras que yo me quedo en la hamaca fuera de la casa.




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