Hilos separados

Capítulo 16: Plan fallido.

Abro la carpeta con todos los videos de seguridad de la farmacia, en la laptop de mi despacho. Los reviso uno a uno, detalladamente. Pausando ante cualquier pista, nada se me puede escapar.

El teléfono empieza a sonar. Me desconcentra.

- ¿Si? –Contesto.

-Hola hijo. –Es mi padre.

- ¿Cómo carajos te atreves a llamarte padre, sabiendo el monstruo que eres?

- ¿De qué hablas?

- ¿Cambiaste a Ismael cuando era un bebé, por tu hija recién nacida?

Su silencio lo dice todo. La historia es cierta, lo cual hace crecer el enojo en mí. Quería creer que no era cierto. Ismael no llevaba mi sangre.

            - ¿Cómo sabes eso? –Pregunta.

            - Paola, la niña a la que cambiaste, vino hasta aquí para buscar respuestas. Al parecer todos tus hijos necesitamos respuestas en algún momento de nuestras vidas.

Vuelve a quedarse en completo silencio.

            - ¿Por qué lo hiciste? –Gruño.

            -No lo entenderías.

            -No entiendo nada de lo que haces. –Espeto.

            -No podía criar a una niña. Intentaba protegerla…

            - ¿De quién? ¿De ti? –Interrumpo sin dejar que diga una palabra más. - ¿Cómo pudiste ocultarle la verdad a Ismael?  ¡Murió sin saber que en realidad no era tu hijo! –Me altero.

            - ¡Ismael si era mi hijo, y lo seguirá siendo a pesar de todo! –Explota.

            -Tienes razón. Ismael es mi hermano, aunque no lleve tu sangre, y en parte me alegra que haya vivido toda su vida creyéndolo, porque era la única persona que estuvo para mí, cuando nadie más lo estaba.

Empiezo a controlarme, siento disminuir mi enojo. Pero por Ismael, no por mi padre.

            -Espero que algún día comprendas todo el daño que causas.

            -Me lamento cada día por eso. –Y corta.

            - ¡Carajo! –Digo en voz alta.

Vuelvo a revisar los videos de seguridad para distraerme del disgusto que acabo de tener. Solo me quedan tres videos por revisar. Hasta el momento no he encontrado nada interesante, salvo uno en el que se ve a Santiago pasar por la farmacia.

            -Señor Mateo, encontramos algo. –Ingresa Marco apresurado con una Tablet en las manos.

Le pone play al video. Al principio no hay nada interesante, todo está de lo normal. Pero llega un momento en el que aparece Santiago ingresando a una casa abandonada. Intenta taparse el rostro, pero la cámara lo enfoca perfectamente. Es él.

El enojo que siento se transforma, extrañamente en felicidad. No entiendo muy bien por qué. La emoción hace que me levante rápidamente de mi asiento. Es una emoción macabra. El hecho de que podré matarlo pronto, me alegra.

            -Lo tenemos. –No puedo contener mi emoción. Como si se tratara de alguien que amo. El pensamiento me descoloca.

Marco asienta con la cabeza, decidido. Sabe lo que pienso hacer. Y aunque no esté completamente de acuerdo, entiendo que no podrá hacerme cambiar de opinión.

Karol aparece repentinamente en la puerta.

            - ¿Qué está pasando? –Pregunta confundida.

            -Encontramos a Santiago. –Digo con una sonrisa malicia.

Su expresión hace que se me borre la sonrisa. Dirige su mirada a la laptop, un video pausado se ve en la pantalla. Muestra cara de preocupación, pero ¿por qué?

- ¿Cómo conseguiste esos videos? –Se enoja.

Soy incapaz de responder a su pregunta. Y cuando lo intento, me impide hacerlo.

            -Flor, Mateo. –Dice señalando el dije de la pulsera en su muñeca.

            -Creo que debo dejarlos solos. –Dice Marco saliendo del despacho.

Espero a que cierre la puerta. Una vez cerrada, hablo.

            - ¿Qué hay de la hoja? –Trato de voltearle la tortilla.

            -Trato de comprenderte, en serio que sí. Pero lo haces difícil, y más cuando no eres sincero conmigo. –Espeta.

            -Lo hago por tu seguridad.

            -Mierda, Mateo. Deja de mentir. Por una puta vez en tu vida, deja de mentir. –Se queda en silencio un momento. -Lo haces porque tienes sed de venganza, porque te sientes culpable por la muerte de Ismael. Estás segado por tu conciencia. Pero es momento de que lo entiendas. ¡Tú no eres culpable de su muerte! Y no eres quien para vengarlo. –Su enojo crece.

            -Lo hago porque quiero vivir en paz, ¿ok? Quiero poder dormir tranquilo, sabiendo que no hay nada ni nadie que esté ahí afuera esperando el momento preciso para hacernos daño. No quiero perder a nadie más, no quiero perderte a ti... No lo soportaría.

Me acerco a ella e intento tocarla. Suspira agobiada, no quiere que la toque. No me quiere cerca.

Bien. Si es lo que quieres. Pero no cambiaré de opinión. Tengo que hacerlo por Ismael. Y por todos a los que amo.

            -Nada impedirá que vaya a buscarlo. –Le desafío con la mirada.

            -Suerte. –Y sale, enojada.

No intento perseguirla. Nada ni nadie impedirá que pueda encontrar a Santiago y hacerle pagar por todo. Me enoja que Karol no pueda entender lo que hago. Está cegada por su enojo.

Salgo de la habitación casi golpeando la puerta. Marco está esperando en el pasillo, guarda la Tablet al mismo instante que me ve. Espera mis instrucciones.

            -Prepara el auto. Sólo iremos tú y yo.

            -Pero señor, necesitamos de muchos hombres para atraparlo.

            -Dije que sólo iremos tú y yo. –Espeto. Mi enojo impide que piense con claridad.

            -Sí, señor. –Y se va.

Camino hacia la sala de estar. Haciendo crecer mi enojo a cada paso. Tal vez Karol tenga razón, la sed de venganza me nubla el juicio, pero sin importar lo que sea, haré lo que haga falta para parar toda esta mierda. Incluso matar a los que tenga que hacerlo.

            -Mateo, necesito un favor. ¿Podrías prestarme un auto para salir de compras? –Se acerca Paola.




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