Himalia: Melodías para la luna

19 de abril

El primer rayo de sol tocaba la tierra aquella mañana del diecinueve de abril. Himalia se levantó y dejó una nota bajo la puerta del cuarto de Athan. La chica, salió cuidadosamente de la cabaña y regresó a su casa. 

—¡Bienvenida! —su abuelo, quien aún seguía en casa de su hijo, recibió a la chelista. —¿Cómo se portó el muchacho contigo?

—Fue muy respetuoso, todo un caballero. —Comentó Himalia demostrando felicidad. 

La chelista ingresó a casa seguida de su abuelo y se paró en medio de la sala. Desde ahí vio a su padre observándola desde la escalera. 

—Bienvenida a casa, Himalia —habló el hombre. 

La joven músico pensó que su padre estaba enfadado, aunque en realidad, no estaba tan equivocada después de todo. Erastos confiaba plenamente en su hija, además, era imposible tener contacto íntimo pues de ser así, Athan moriría en un abrir y cerrar de ojos. 

El padre de Himalia se tranquilizó, bajó las escaleras, se acercó a su hija y la abrazó. Ahí, la chelista sintió un gran alivio, pues necesitaba apoyo para seguir con su promesa de salvar a Athan. 

—Faltan once días para que ambos sean libres, Himalia —susurraba Erastos —No desfallezcas. 

Filogonio lloraba en silencio, pues aquello le recordaba cuando estuvo hechizado al igual que Athan. A paso lento se acercó a su hijo y su nieta y los abrazó. Tenía fe en que todo iba a acabar. 

El anciano sabía como podía terminar Athan, pero confiaba más en la tercera opción, aquella que Himalia no podía saber. No porque el hechizo así lo dictara, sino porque la joven podía distraerse. Aunque Filogonio ignoraba que los jóvenes estaban comenzando a sentirse atraídos. 

Mientras tanto en la cabaña, Athan leía la nota que Himalia dejó para él. 

Mi estimado Athan,

En estos dos días en los que te hice compañía, me sentí serena y segura. Sentí que finalmente pude olvidar los problemas que rondan por mi cabeza, y te agradezco por ello. Esta noche sin falta y puntual, estaré en tu cabaña como lo he venido haciendo desde el primero de abril. Ya falta poco para lograr esa tan anhelada libertad. 

Nos vemos esta noche bajo la luz de la luna. 

Con amor, Himalia.

 

Athan sonrió con ternura, y esperó pacientemente a que el reloj marcara las ocho. Durante todo el día, Athan se la pasó limpiando la cabaña de su abuelo, se sentía verdaderamente feliz, cosa que no experimentaba desde hace muchísimo tiempo. 

Luego de limpiar el interior de la cabaña, salió a limpiar el exterior. En realidad no había mucho por hacer, solo recoger algunas hojas secas y limpiar la terraza. 

Al terminar, Athan subió a un árbol y allí permaneció hasta que su abuelo llegara con comida. Media hora después, Teódulo llegó a la cabaña y vio a su nieto sentado entre las ramas de aquel frondoso árbol.

—Has vuelto a tus andanzas de creerte Tarzán. ¡Baja de ahí! —habló Teódulo —te traje mucha carne, cereales y algunos vegetales. 

Athan bajó del árbol y le comentó a su abuelo que necesitaba hablar con él. Así que, ayudó a Teódulo cargando las cosas y ambos ingresaron a la cabaña. 

—¿Qué ocurre? 

Athan respiró profundo y luego de un corto silencio, pronunció —¿Es normal que esté comenzando a sentir algo lindo por Himalia? Porque sabes como soy y tengo miedo de que ella sufra al terminar el mes, o tal vez se decepcione de mí. 

—¿A qué te refieres exactamente? —cuestionó Teódulo. 

A lo que Athan respondió —Sabes que tengo dos opciones, la condena o la muerte. 

Teódulo interrumpió a su nieto y muy exaltado por sus palabras, dijo —¿La muerte? Que no se te ocurra decir semejante barbaridad, Athan Mavros. Ten presente algo, mi gran amigo desde muchos años, Filogonio Demopoulos, también padeció este maldito hechizo y su alma se salvó. ¿Por qué la tuya no puede salvarse también? ¿Por qué no dejar de lado ese pesimismo que te carcome el alma, hijo? 

Athan se echó en el sofá y rompió en llanto —¿Y qué si no tengo tanta suerte? 

—Entonces te falta fe, por lo que me estás mostrando ahora, no tienes confianza en Himalia. —Teódulo se acercó a su nieto —¿Te estás enamorando de ella? ¿Es eso? 

Athan asintió mientras que el anciano veía el vendaje que cubría el rostro de su nieto empapado por las lágrimas. 

—falta poco Athan, se fuerte y confía en que todo esto será solo un amargo recuerdo, pero a su vez, la forma en la que conociste el verdadero amor. —comentó Teódulo y se puso de pie —¡Fuerza! Los Mavros no somos débiles, recuerda eso. 

Athan sentía que en cierto modo estaba perdiendo las esperanzas, era como si desde ya se hubiese resignado a quedar condenado para siempre. Sin embargo, no quería decirle a Himalia, ya que de ese modo podía verla por más tiempo. Teódulo se despidió de su nieto, el cual permaneció al interior de la cabaña hasta caer la noche.

A eso de las siete y cuarenta, Himalia llegó hasta su morada, caminó muy emocionada y llamó a la puerta —¡Athan! ¡Ya llegué!

El hechizado abrió la puerta y le dio la bienvenida a la chelista. Salió con el violín en sus manos y tomaron asiento en la banca que estaba en medio del jardín de rosas blancas. 



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En el texto hay: amor, amistad, hechizo

Editado: 10.09.2022

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