Himalia: Melodías para la luna

23 de abril

En la ciudad, muchas personas comenzaban a deambular buscando el rastro del ermitaño. Al ver que los habitantes del sector estaban como locos a causa de la desinformación de Lizandro, el gran Erastos Demopoulos salió al teatro en donde tuvo una fuerte discusión con Aquiles. 

—¿Es culpa mía que tu hija se haya enredado con un maleante? —Aquiles hablaba de manera déspota y arrogante —culpate a ti y a tu esposa por la mala crianza que le dieron a esa chica. 

Erastos no soportó escuchar aquellas palabras, por lo que accedió a propinarle una fuerte golpiza al director de la orquesta. 

—No permitiré que hables así de mi esposa y menos de mi hija —gritaba Erastos, llamando la atención de los integrantes de la orquesta presentes en el teatro. 

Los músicos aprovecharon la situación para animar a Demopoulos y revelarse en contra de Aquiles, quien ya los tenía al borde de la locura con su actitud y preferencia hacia su sobrino. 

En ese momento, Leónidas llegó y los separó. A pesar de que estaba de acuerdo con que le dieran una paliza al director, no iba a permitir que Erastos siguiera recibiendo golpes por parte del sujeto. 

Luego de separarlos, el músico habló —ahora lo que tenemos que hacer es detener el tropel que se está formando en las calles por causa de Lizandro. 

—¿Y dónde está ese infeliz? —dijo Erastos con firmeza.

—Está en la casa de su padre, jamás podrás poner un pie allí. —respondió Aquiles. 

A lo que Erastos comentó —¡Rétame!

En ese instante, Macrina dio un paso al frente y en nombre de sus colegas pronunció —Hablamos con la escuela de arte y pasamos una petición para que nos designen a un nuevo director. Ayer en horas de la tarde recibimos una respuesta, y desde mañana, Erastos será nuestro nuevo director de orquesta. 

Demopoulos estaba sorprendido ante semejante noticia. Aquiles no protestó y su única reacción fue acomodar su ropa y salir del teatro. Ante ese hecho, los músicos aplaudieron de emoción, pues sabían que a partir de ese día no verían más al desagradable Aquiles Anastisiadis. 

Erastos seguía sin creer lo que había pasado, o más bien, creía que todo aquello se trataba de un simple sueño. 

—Señor Demopoulos —habló Elián —por lo que sea que esté pasando Himalia en este momento, nosotros la apoyaremos. Si hay algo que podamos hacer para ayudar a su hija, solo díganos y no dudaremos en tenderle nuestra mano. 

—Agradezco la intención, pero no hay nada que puedan hacer. —dijo Erastos, dio un par de pasos y luego retrocedió sobando su mentón —En realidad sí hay algo. Quiero que me ayuden a detener al tropel que hay formado por causa de Lizandro. 

Los músicos no comprendían lo que pasaba, solo veían a la gente desesperada por encontrar a Athan sin razón. Los habitantes habían sido engañados por Lizandro, pero nunca preguntaron el porqué decía o pensaba eso. 

Fue entonces cuando el padre de Himalia miró a Leónidas y le dijo que no había riesgo de decirles. Se despidió de los músicos diciendo que se veían al día siguiente y se marchó, dejando a Leónidas en medio de miradas de curiosidad y ceños fruncidos de sus colegas. 

—Explicaré lo que ocurre, pero antes les pido mucha discreción —advirtió el músico —sonará algo fantasioso o de cuentos de hada, pero está pasando lo siguiente…

Leónidas explicó con detalles el hechizo de plata y comentó que en su familia y la de Himalia había pasado lo mismo. Los músicos miraban a su compañero muy anonadados, escuchando cada detalle de lo que Leo les contaba. 

—Ahora todo tiene sentido —dijo Macrina. —Debemos hacer algo para impedir que ese pobre hombre pierda la oportunidad de liberarse con la ayuda de Himalia. ¿Qué podemos hacer? 

—Salgamos y eduquemos a las personas —opinó Elián.

—Tal vez funciones, pero no será suficiente. —habló Leónidas. —Tengo un plan y necesitaré de ustedes dos —señaló a Macrina y Elián —Los demás, esperen hasta el treinta de abril. Se ubicarán en la plaza y cuando el reloj marque las ocho, comenzarán a tocar. Debe ser algo suave, ayudaremos a Himalia a romper el hechizo de plata para liberar al ermitaño de la cabaña. 

Mientras los músicos planeaban ayudar a la joven chelista, Himalia se encontraba con Athan en el patio trasero de la casa en la que estaban ocultos, y a eso de las ocho, como de costumbre, la joven comenzó a tocar. 

El dato de esa noche eran las virtudes. Athan destacaba por ser un hombre creativo, bondadoso  y amoroso. Himalia destacaba por ser una mujer obediente, humilde y servicial. 

—Siete días más para que todo esto termine —comentó Athan —Me pregunto qué pasará después. 

—Eso lo averiguaremos en la última noche del mes, por ahora solo resta esperar. —manifestó Himalia mientras guardaba el violín —Es hora de que entremos a la casa, prepararé algo de cenar. 

Ambos se pusieron de pie, de pronto, Athan tomó a Himalia entre sus brazos diciendo 

—¡Te quiero! 

Horas después de cenar, la chelista y el pintor fueron a dormir tranquilamente ignorando que muchas personas iban tras ellos, en especial de Athan.



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En el texto hay: amor, amistad, hechizo

Editado: 10.09.2022

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