Himalia: Melodías para la luna

24 de abril

Para distraer un poco a los habitantes del sector, los músicos idearon un plan que más tarde compartieron con Erastos y Leónidas. Propusieron ensayar en la plaza o en el parque para cambiar de ambiente, como si se tratara de un pequeño concierto callejero. De este modo, las personas se sentirían más calmadas o quizá dejarían de lado la idea de perseguir al ermitaño. 

—Es una buena idea —comentó Erastos —En ese caso, vamos afuera y comencemos. 

Los músicos salieron del lugar llevando los instrumentos que pudieran transportar. Pero aquellos que tocaban instrumentos grandes y muy pesados se las ingeniaron para no quedarse por fuera. 

Las personas que merodeaban por la zona, se acercaban lentamente a escuchar la música. Hasta ese momento, el plan de los compañeros de Himalia estaba funcionando. 

Mientras los integrantes de la orquesta sinfónica daban una brillante aunque improvisada función, Himalia y Athan permanecían sentados descansando luego de limpiar la casa y desayunar. 

—¡Tengo una idea! —exclamó la mujer. —¿Eres bueno con las manualidades, verdad? 

Athan asintió luego de recordarle a Himalia que era pintor. Acto seguido, la chelista se puso de pie y regresó al mismo lugar con un pequeño bolso lleno de materiales como brillantina, pegamento, trocitos de madera y mucho hilo.  

—Vamos a crear algo entre los dos. Tal vez un muñeco —dijo Himalia. 

Athan permanecía en silencio, pero la joven imaginaba que sonreía. Miraba al chico completamente cubierto por su blanco vendaje, al mismo tiempo que sacaba algunos materiales de la bolsa. 

—¿Sabes hacer muñecos de tela? —preguntó la chelista.

—No, —respondió Athan —pero puedo retratarte mientras lo haces. 

El pintor fue por sus cosas y comenzó a retratar a Himalia mientras que ella, con mucho cuidado, armaba el muñeco de tela. Debido a aquella bonita experiencia, la chelista y el pintor se hacían cada vez más cercanos. Allí, al interior de la casa, impregnada con un olor a rosas y canela, mientras escuchaban algo de jazz, ambos jóvenes permanecían en paz mientras que Lizandro y su tío los buscaban por todas partes. 

Los Anastisiadis permanecían ocultos en la casa de los padres de Lizandro, quienes se encontraban fuera del país. Allí, Lizandro y su tío buscaban pistas de la posible ubicación de Athan. 

Si bien, Aquiles se unió a su sobrino como venganza hacia Erastos. Sabía que de algún modo podía perjudicar a Himalia y eso era motivo suficiente para provocar en su colega una sensación de desespero. 

Mientras que, Lizandro tenía miedo de que Himalia eligiera a Athan en lugar de él, sin saber que la chelista y el ermitaño se sentían atraídos. 

En medio de su desesperación, Lizandro y Aquiles salieron rumbo a la cabaña en donde vivía Athan antes de cambiar de casa con su abuelo. Al llegar, vieron al anciano sentado en la terraza. Teódulo estaba tranquilo bebiendo sidra de manzana mientras miraba a lo lejos en su asiento mecedor. 

Teódulo se puso de pie al ver a aquellos extraños en su propiedad. 

—¿En qué puedo ayudarles, caballeros? —preguntó el anciano. 

—Disculpe, buscamos al joven que vive con usted. —manifestó Aquiles —¿Se encuentra aquí? 

Teódulo frunció el ceño —¿De quién habla? Yo vivo solo en esta humilde cabaña. Adquirí la propiedad hace unos días, me mudé aquí luego de perder a mi esposa. 

—Lo sentimos mucho —intervino Lizandro —¿Sabe usted en donde podemos encontrar al antiguo propietario? —preguntó ignorando que aquel anciano de cabello y barba canosos, era el abuelo de Athan. 

—Lamento no poderles ayudar —respondió Teódulo —pero el sujeto era bastante extraño. Usaba vendajes por todo su cuerpo, así que nunca vi su rostro. Lo que quiero decir es que si no vi su aspecto mucho menos sabría hacia dónde se fue. 

—Lamentamos las molestias. —comentó Aquiles. 

Teódulo regresó a su asiento mecedor y vio como aquellos sujetos abordaban el auto y se perdían en la carretera. 

—No sé por quién me toman estos dos, pero nunca encontrarán a mi nieto hasta que esté libre del hechizo. —balbuceó el anciano. 

Lentamente el día corría y los músicos se preparaban para su segunda función en el parque. Los habitantes del lugar llegaron nuevamente a verlos y escuchar la buena música que la orquesta brindaba para alegrar las calles. 

Lizandro y su tío regresaron a casa y permanecieron en su interior, ignorando que las personas estaban siendo distraidas por los compañeros de Himalia para darle ventaja a la joven chelista. 

En simultánea, Himalia se preparaba para tocar esa noche. 

—¡Athan! ¡Falta un minuto para las ocho! —llamó Himalia.

Athan salió al patio seguido de la joven. Esa noche, el dato era el lugar que querían conocer. Athan deseaba visitar Toscana algún día, mientras que Himalia anhelaba conocer la misma ciudad italiana. 

Al coincidir en algo por tercera vez, el hechizo de plata perdió fuerza. Por lo tanto, los ojos de Athan dejaron de ser aquellos puntos brillantes de luz blanca. Himalia pudo ver que los ojos de Athan eran de color verde. 



#11772 en Fantasía
#2569 en Magia

En el texto hay: amor, amistad, hechizo

Editado: 10.09.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.