Himalia: Melodías para la luna

30 de abril

Al amanecer, Athan e Himalia estaban profundamente dormidos, ocultos detrás de una frondosa planta con abundantes flores. Athan despertó primero, seguido de Himalia quien sonreía al saber que finalmente liberaría a su amigo por completo al caer la noche. 

Las horas corrían al igual que los fugitivos por mantenerse a salvo del grupo, pero a eso de las siete de la noche algo inesperado ocurrió. 

Himalia y Athan fueron sorprendidos por el tropel, automáticamente dieron la vuelta una vez más y siguieron corriendo. Esta vez, con el tropel a pocos metros de sus espaldas. 

A las siete y treinta el grupo de Erastos enfrentó al tropel usando sus propias armas para emboscarlos. Un par de disparos al aire y amenazas con los tridentes, el padre de himalia y sus acompañantes lograron detener al grupo de hombres que seguía a Lizandro, mientras los fugitivos obtenían una ventaja considerable para que la chelista pudiera tocar esa noche. 

Los hombres se dieron cuenta de las intenciones de aquel pequeño grupo, le advirtieron en voz baja a Lizandro y este los siguió a escondidas. De algún modo, Aquiles también permanecía oculto entre los árboles esperando el momento oportuno para atacar a Athan. 

Finalmente el reloj marcaba las ocho, era hora de romper el hechizo de plata en su totalidad. Ignorando por completo los gritos de aquellos que estaban enfrentándose a los lejos, Himalia comenzó a llorar mientras desempacaba el violín con el que había estado liberando poco a poco a su misterioso amigo ermitaño desde inicios del mes. 

Erastos gritaba el nombre de su hija como una forma de motivarse a seguir enfrentando al grupo de Lizandro, mientras los señores Teódulo y Filogonio lo acompañaban. Leónidas corrió en busca de su colega al notar su ausencia en medio de las personas.  

—¡Lizandro! ¡Sal ya de tu escondite! 

De la nada, en medio del silencio de la noche, el sonido del violín comenzaba a dominar el lugar. Todos los que estaban allí corrieron siguiendo el sonido, mientras que la joven músico rompía en llanto al saber que todo estaba a punto de terminar. 

Los hombres corrían y corrían un tanto desorientados ya que el sonido parecía provenir de varias direcciones. Hasta que Erastos les gritó que estaban por cometer un error. Finalmente, el padre de himalia dijo la verdad, y aquellos hombres se tranquilizaron. 

—Pero… Lizandro nos dijo… —habló uno de los integrantes del tropel siendo interrumpido por el abuelo de Himalia. 

—Él les mintió y ustedes estaban a punto de asesinar a un inocente víctima de un hechizo de plata. ¡Yo también lo fui! cuando tenía no más de treinta años, misma edad de ese joven. —Filogonio comenzó a llorar —mi nieta solo lo está ayudando así como mi difunta esposa lo hizo. Ustedes están cegados por el miedo y la incertidumbre creyendo que ese joven es un criminal,pero no es así. Conozco a su familia —señaló a su viejo amigo Teódulo —este hombre que ven aquí es el abuelo de ese pobre joven condenado hasta esta noche. 

—¿Podemos verlos? —preguntó otro sujeto. 

—No hasta que mi nieta deje de tocar. 

Cuando Himalia terminó de tocar, la luz de la luna se hizo más intensa. Todos allí corrieron hasta ubicarse a varios metros de donde estaba la chelista y el ermitaño, quien ante la vista de todos, se quitó el vendaje del rostro, permitiéndole al fin a Himalia, contemplarlo sin peligro alguno. 

—¡Dios mío! —exclamó la joven al ver el físico de aquel muchacho. —Athan. 

El ermitaño sonreía —mucho gusto Himalia —dijo a manera de chiste. 

Teódulo lloraba de alegría al ver nuevamente el rostro de su querido nieto, que ahora era un hombre grande y fuerte. 

Athan miró a la luna y susurró —esto finalmente acabó. 

Himalia se acercó, pero cuando quiso abrazarlo, Athan se desvaneció lentamente en el aire dejando únicamente su ropa y aquel vendaje tirados en el piso. 

La chelista se arrodilló tomó las cosas y al levantarse miró a la luna diciendo —vuela alto, Athan Mavros. 

Llorando desconsoladamente, Himalia seguía con la mirada fija en la luna, que brillaba con mucha intensidad, tanto así que el camino se veía con entera claridad. 

En ese momento, un disparo llamó la atención de los presentes. Lizandro caminaba lentamente hasta caer tendido en el piso. Detrás de este estaba Leónidas, quien con escopeta en mano dijo 

—El infeliz iba a asesinarte, no podía permitirlo. 

Aquiles, quien aún permanecía oculto, no tuvo otra opción que salir para recoger el cuerpo de su sobrino. Lizandro seguía vivo, pero aquel disparo le cambiaría la vida para siempre. 

—¿Dónde está Athan? —preguntó Leo confundido. 

—En un lugar mejor que este. —respondió Himalia todavía quebrada por el llanto. 

La chelista comenzó a caminar en medio de aquellos hombres que horas atrás la perseguían. El grupo se dividió abriendo camino para que la chica siguiera caminando hasta llegar a la cabaña en la que Athan vivió por mucho tiempo. 

Detrás de la joven, caminaba Leónidas seguido de Erastos y los abuelos. Abordaron el auto y regresaron a casa. Himalia estaba tan triste que no salió de su habitación. Solo para cumplir con la promesa que semanas atrás le hizo a Leo de verlo en su concierto. 



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En el texto hay: amor, amistad, hechizo

Editado: 10.09.2022

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