Alexander camina por el pasillo, algunas enfermeras se quedan viéndolo, es que Alexander es realmente un hombre atractivo.
El médico está revisando a Laura; su pulso, los latidos de su corazón, sus ojos... Se queda observando su pálido rostro... Hace una mueca, cada vez que hace una anotación en el historial clínico. La mira nuevamente antes de salir del cuarto.
Alexander y el doctor se encuentran en el pasillo.
—Laura...
—No le mentiré, el estado de la paciente es crítico, el tiempo la ha deteriorado. Si no cree en milagros, es hora que rece. No crea que soy insensible, he retrasado poner fin a este calvario, tanto para ella como para usted.
Alexander no dijo nada, ni una sola palabra... Qué podría decir. Él mismo está retrasando su propio final.
Se queda apoyado en la puerta de la habitación, la mira desde ese punto. Recibe un mensaje de su editor... Alexander vuelve la mirada hacia ella.
¿Cómo puedo empezar a contar la historia, de cuan maravilloso puede ser el amor?, la dulce historia de amor que es más antigua que el mar, la simple verdad acerca del amor que ella me da, ¿por dónde puedo empezar?
La tarde tiñe de anaranjado el horizonte que se ve lejano desde la ventana.
Alexander toca la fría mano de Laura...
—¿Necesitas mi calor?
Se recostó al lado de ella, la abraza suavemente y le tararea una canción. Hasta que el sueño lo vence.
Más tarde
Ruth le insiste en que se vaya a descansar, de nada sirve que esté somnoliento. Lo acompañó hasta su casa...
—¿Te importa si coloco la radio? —preguntó ella mientras conduce.
Alexander se encogió de hombros... luego respira profundamente. —Era nuestra canción.
Ruth hizo una mueca y apagó la radio.
Alexander que no deja de mirar por la ventanilla.
—Aunque la apagues, sigue sonando en mi mente.
Luego de un rato.
Y aunque él quiere estar solo, Ruth insiste en acompañarlo...
Alexander enciende la luz... Seguro, Laura me regañará cuando vea todo este desorden —dijo mientras acomoda algunos cojines.
Ruth mira todo alrededor.
—Es amplio y agradable.
—Le falta la delicadeza de Laura.—dijo él.
Ruth sonríe, le propuso que se fuera a duchar mientras ella cocina algo.
Más tarde...
La mirada de Alexander se iluminó por un breve segundo; la sala está ordenada y un delicioso aroma proviene de la cocina. Cuando Ruth apareció con una bandeja, la sonrisa de él desapareció.
Alexander mira para todos lados.
Ruth alza las cejas...
—¿Qué buscas?
—El gato.
Ruth hace una mueca...
—Me dan alergia los gatos.
Alexander la mira un breve momento, luego abre la ventana...
—En cambio, a Laura le encantan y yo aprendí a quererlo.
Breve silencio.
Ruth sonríe.
—Es mejor que comamos antes que se enfríe —dice llenando dos copas de vino.—Es bueno, sacar aquello que está atorado en el corazón.
Alexander bebe el último sorbo de su copa, Ruth lo llena nuevamente.
Él sonríe...
—Fue una mañana, el cielo estaba despejado y no había indicios de lluvia. Aquel día quise caminar, fue cuando de improviso comenzó a llover a cántaros. Me refugié bajo un precario techo (sonríe con nostalgia) Fue cuando la vi... Ella estaba igual que yo, haciendo muecas. Regañándose por no llevar paraguas. La miro, ella me mira... y trató de no reír. —El cielo estaba despejado, dije.—Pensé lo mismo, me respondió.
La lluvia siguió cayendo, con ella los truenos y relámpagos.
Ambos miramos al frente, había un café allí mismo... Entonces corrimos (ríe) ella se resbaló, yo traté de sostenerla y terminé cayendo también. Reímos con ganas. Me miró... Hola, dijo, soy Laura.
Luego en la cafetería conversamos de muchas cosas... Los minutos avanzaron como así las tazas de café... Cada minuto me encanta más, por eso me quedo mirándola como bobo, ella sonríe, me pregunta si sucede algo, yo... mirando las tazas de café...
—Son muchas, no podré dormir en una semana, la miré, estaré muy excitado.
Ella no apartó la mirada.
—Un buen café sabe mejor con una buena charla y en la compañía de un hombre interesante.
Sonreí.
—Yo no creía en el amor a primera vista.
—Yo tampoco, hasta ahora.
Lo demás fue rápido y nos envolvió la pasión.
Ruth vacía el resto del contenido de la botella.
Alexander trata de ponerse de pie, pero cae sentado, sonríe. Ella lo ayuda a llegar al cuarto, el peso de él hace que caigan a la cama, juntos.
Alexander se disculpa y trata de levantarse.
—Necesito estar a su lado, cuando Laura abra los ojos, quiero ser el primero que ella vea.
Ruth le quita la camisa...
Alexander está mareado, todo da vueltas. La añoranza y el vino crearon una fantasía en su mente. Miró a Ruth y sonríe.
—Te he extrañado tanto, Laura.
Ruth se quita la blusa, mientras Alexander sigue susurrando el nombre de su novia... Quien en ese preciso momento ha empezado a despertar.