Historias Dementes

La cueva

La tumba

Yucatán, 2000

Un campesino había descubierto de manera fortuita una ciudad maya que había sido devorada por la selva. Inmediatamente un pequeño contingente de arqueólogos fueron enviados a la zona con el propósito de realizar las primeras investigaciones del lugar, entre ellos se encontraba Andrés, que no sabía lo importante que sería la ciudad para él.

Desde el pueblo más cercano, que constaba de algunas pequeñas cabañas de pescadores y agricultores, el trayecto era de 4 horas a través de la espesa selva, lo cual explicaba que siguiera sin descubrir después de tanto tiempo.

Al llegar al lugar se encontraron con pequeñas edificaciones devoradas por la selva, apenas visibles en algunos casos y completamente ocultas en otros, la labor del arqueólogo es ardua y delicada, pero en este caso tenía que ser tosca también, quitando árboles, lianas, arbustos y llevarse uno que otro susto con la fauna local.

 

Pero, después de dos meses de arduo trabajo, más de 15 edificaciones habían sido descubiertas, la ciudad era más grande de lo que habían pensado, día a día aparecía algo nuevo. Una calurosa tarde uno de los guías se apartó un poco del trabajo para orinar, se alejó algunos metros de la zona donde trabaja el grupo y encontró una cueva, que vio como el lugar perfecto para realizar sus necesidades. Mientras se encontraba “regando” el suelo de la cueva miraba la pared frente a él, estaba llena de musgo y lianas, ahí donde la vegetación no había cubierto era posible mirar la pared misma, que llamó la atención del chico, pues no era como la cualquier cueva que conociera, era perfectamente lisa. Al notar esto comenzó a retirar un poco de musgo y ramas, encontrándose con una pared de piedra llena de grabados mayas.

El grupo se trasladó al lugar guiado por el joven, la cueva era de unos 5 metros de altura y según se podía ver, era bastante profunda, pero no era una cueva, era una entrada. Equipados con lámparas y machetes un contingente se adentró en el lugar, donde más adelante comenzaban unas escaleras descendentes, a medida que se adentraban la vegetación era menor por lo que era posible observar paredes con relieves y pinturas que representaban, al parecer, la vida de un gobernante. Después de algunos metros llegaron a otra entrada, mucho más pequeña que la anterior, con no más de 2 metros de alto, el equipo ingresó y lo que encontraron provocó que a uno de los guías se le cayera su machete, provocando un horrible ruido que rebotó por las paredes. 

Se encontraban en una gran sala de más de 3 metros de altura, cubierta totalmente de murales perfectamente conservados, que narraban escenas de batallas y de la vida cotidiana maya de unos mil años atrás. En el centro del techo había una pequeña abertura que dejaba entrar la luz exterior y que solo iluminaba la parte central de la habitación, en la cual se encontraba una gran caja de piedra, al acercarse notaron que dicha caja estaba cubierta por una gran placa, que mostraba en relieve lo que parecía ser un rey, excepto por el hecho de que su ropa no se correspondía con la vestimenta típica maya, parecía usar pantalones en lugar de la típica túnica de los gobernantes y en su cara había un grabado extraño que parecían lentes. El equipo se miró, lo discutieron y finalmente, llegaron a la conclusión de que debían levantar la enorme placa, se coordinaron y entre todos lograron moverla lo suficiente para dejar ver su interior: un esqueleto, cubierto de piedras preciosas, restos de ropa muy deteriorados, así como otros objetos. Era un sarcófago. Andrés no podía creer su suerte, habían encontrado una ciudad inmaculada y una tumba en perfecto estado, que no parecía haber sido víctima de saqueos. El hallazgo fue aún mayor cuando se revisaron los objetos que acompañaban el esqueleto.

 

El descubrimiento

El equipo inmediatamente concentró sus esfuerzos en la enorme tumba, principalmente en su interior. Removieron completamente la enorme placa de piedra, el esqueleto no fue movido debido a la delicada naturaleza de su traslado, sin embargo, todos los objetos que lo acompañaban fueron removidos y examinados.

Ahí había joyas, lo que parecía confirmar que se trataba de un gobernante, algunas vasijas y una piel de venado con inscripciones. Esto por sí solo no era sorprendente, ya que los mayas, como otras culturas mesoamericanas utilizaban este material para realizar pinturas y grabados que se conocen como códices. Este no distaba mucho de otros códices que el equipo hubiera visto, parecía contar una historia. El equipo retiró las cosas pequeñas y las llevó a su campamento para examinarlas más detalladamente.

El día siguiente sería el día que marcaría la vida de Andrés y uno que jamás olvidaría, se encontraba realizando labores dentro de la tumba cuando uno de los chicos guías llegó corriendo.

 

  • Tranquilo chico que puedes tropezarte, ¿qué te pasa? - preguntó Andrés.
  • Es… el papel… - el chico no podía hablar por el esfuerzo que había hecho. 
  • Respira, toma tu tiempo, ¿qué papel?
  • El que encontraron aquí… dicen que tiene que verlo… es urgente.
  • Llévame.

 

Y así, Andrés y el chico salieron de la tumba y se dirigieron al campamento base, donde un par de colegas se habían quedado a revisar las piezas encontradas el día anterior.

 

  • Andrés, esto parece una maldita broma, ¿Puedes explicarlo?.
  • ¿De qué hablas?
  • ¡El maldito papel! fuiste tú, ¿no es cierto?
  • ¿Pero qué te pasa? ¿qué tiene el papel?



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En el texto hay: historias cortas, amor, terror

Editado: 17.05.2024

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