Historias desvanecidas entre el moho de los recuerdos.

Cruel criatura que acecha el destino inevitable de un hombre

Cierta tarde paseando me encontré  con un suceso poco común, como era de costumbre, los vecinos no estaban, me sentí vigilado a tal punto que tuve que voltear para comprobar que, efectivamente,  unos grandes ojos amarillos me tenían en la mira. No se inmutó ante mi presencia, con ojos expresivamente abiertos, una cola inmóvil, ese pelaje tan característico y al parecer sostenía algo entre sus dientes, un trozo de pollo o algún ratón me imaginé en su momento. Habiendo rectificado que se trataba de sólo un gato, continué con la caminata, mas mi vista periférica notaba que aquel animal seguía sin moverse, girando únicamente su cabeza observando mi andar.

Algo en su presencia me mantenía inquieto aún estando en mi casa. 

Al siguiente día, al repetir la rutina, preso de la curiosidad reparé en la entrada del vecino y efectivamente, el gato seguía allí. Fue inevitable notar que llevaba en esta ocasión, un trozo más grande de carne, de nuevo observándome y el ronroneo sorpresivo me orillaron a seguir con mi camino.

Algo en su pelaje distorsionado: una mezcla entre marrón y un tenue café, con manchas negras esparcidas sin sentido, o quizás era por sus patas cortas y cuerpo largo, ¿o acaso eran sus ojos y bigotes que no estaban en armonía con el resto del cuerpo lo que me molestaba? En cualquiera de los casos, su apariencia en mi mente se mantenía grabada, atormentándome cada vez que pasaba a su lado; algunas veces sentado, otras, detenido a media marcha, en algunas ocasiones ronroneaba y en otras sorpresivamente emitía un sonido chirriante , molesto y agonizante ¡Pobre criatura que del averno fue desterrado!. 

Habían solo dos factores que se mantenían constantes; entre sus afilados dientes siempre sostenía un trozo de carne y, sus enormes ojos con pupilas contraídas se mantenían al acecho.

Pasaron semanas, el verlo en la entrada se hizo algo habitual, creí que quizás rondaba la casa en búsqueda de alimento, ¡y vaya que lo lograba! No hubo día que no lo viera comiendo y disfrutando de su estadía.

Inclusive empecé a frecuentarlo en mis rondas matutinas, se mantenía rígido ante mi llegada y tras días de mentalizarme me atreví a acercarme. Aún conservaba el miedo por su insistente mirada, mas intenté acariciarle y vaya sorpresa que me llevé cuando con el simple roce de mis dedos sobre sus orejas erizó el pelo del animal y huyó rápidamente. 

Un singular descubrimiento: no soportaba la interacción. Tan rápido se alejó, que dejó caer su pequeño trozo de comida. Lo levanté esperando buscar después al curioso gato, y poder devolvérselo, pero al tenerlo mas de cerca el olor era insoportable, ¿cómo podía pensar en comer aquella carne putrefacta un animal? aún siendo un minino tan misterioso y frío, no podía evitar sentir compasión por su situación, ¿era así como se había estado alimentado?. 

Me propuse a llevarle algo de comer al siguiente día, y así lo hice. Me pareció extraño encontrarlo en el mismo lugar pero sin nada sosteniendo entre sus dientes, quizás se había hartado de la carne en tan mal estado. Me acerqué esta vez con mas tranquilidad, esperando simpatizarle antes de hacer cualquier otro movimiento, y cuando pensé que era oportuno,  le ofrecí la lata de comida, de nuevo huyó emitiendo un gruñido y entrando a la casa.

Desconcertado, me pregunté: ¿Cómo ignoraba un aperitivo con tan buen aspecto como el que le ofrecía? y ¿Por qué los vecinos eran tan descuidados como para dejar abierta su puerta? ¿O era acaso que alguien mas intentó entrar y en su descuido no cerró bien? Impulsado por la indignación del momento y la curiosidad, seguí el trayecto del gato esperando no hubieran ladrones o algo así dentro. Con paso lento y decidido abrí aún más la puerta, y puesto que era de noche, estaba totalmente a oscuras.

 Batallé palpando la pared para encender las luces mientras un hedor insoportable invadía la habitación. Finalmente encontré el interruptor y la sala se iluminó. ¡Oh por el supremo gato!¡Ojalá no lo hubiera hecho!

En el momento creí que era parte de la decoración pues mi vista se acostumbraba a la luz repentina: huellas rojizas por todo el salón, restos de carne putrefacta en el sillón, sobre el televisor y el tapete, ¡Que clase de masacre había ocurrido! 

En un rincón, apenas perceptible, de donde las moscas, gusanos y el mayor hedor provenía, estaba mi vecino, con el rostro apenas reconocible. Un escalofrío recorrió mi espalda, ahí estaba él: sobre el estómago de su amo, el gato engullía entretenidamente sus órganos.

Retrocedí, aún desconcertado y con miedo... tropecé.

El astuto animal me miró. Y esos ojos, esos que tanto me intrigaban...se abalanzó sobre mí.

Realmente lo ayudé, ahora el gato tenía más carne fresca que degustar.

Irónicamente, la curiosidad no mató al gato, la curiosidad fue su mayor aliada.

 



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En el texto hay: historia corta, amor, muerte

Editado: 25.06.2020

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