Hola

Caballo Negro

Me desperté confundida entre los monumentos y altares. Todos eran raras criaturas, con cuerpos extraños y en lápidas con dibujos complejos. Frente a mí estaba un niño encapuchado de pies a cabeza, y no se veía otra cosa en él que no fuese un enorme bastón sostenido por una de sus manos.
— Has regresado al "Límite de ambos mundos" –sonrió– es bueno tenerla de vuelta, reina.
— ¡¿ Quién eres y qué quieres ?!
Me sorprendí a mi misma preguntando a gritos, yo que había vivido sin voto ni voz. Todo era de lo más irreal. Lo último que aseguraba recordar era haberme suicidado con una sobredosis y sentirme retorcer del dolor. 
—  Soy el guardián de la Esfinge y he venido a conducirla hacia la Sala de Juicio para su sección ancestral –caminó hasta mí, se arrodilló y besó mis manos– dígame qué desea saber...
Me fue contando todo despacio.
Cuando las personas morían eran enviadas a un lugar llamado Límite de ambos mundos. Cada país tiene un lugar como este, que sirve como punto de referencia para juntar a todas las almas. Estas luego son llevadas a la Sala de Juicio con el fin de tener su sección ancestral, la cual no es más la lectura de todas las cosas buenas y malas que han hecho en sus vidas. Estas se colocan en una balanza y se revela el destino del juzgado, sin embargo, nadie sabe a dónde va después. 
Después de andar por un camino oscuro y estrecho, de esa misma forma subir unas cuantas escaleras en espiral y tomar muchos pasadizos secretos, llegamos al sitio. 
Una gigantesca puerta se abrió.
— Este es el final de mi viaje y el principio del suyo –retrocedió– espero verla en su próxima vida, reina.
En ese instante me detuve de caminar y me volteé, pero ante de que pudiese preguntarle el por qué me decía así, la puerta se había cerrado. Continúe con súbita calma hasta detenerme en algo parecido a lo que esperaba. Frente a mí estaba el juez, a su izquierda un escribano y a su derecha un fiscal. La multitud eran personas que ni siquiera conocía, pocas recuerdo haberlas visto alguna vez a lo largo de mi vida. Lo sorprendente era que todos en el jurado tenían cabezas de animales.
— Usted debe ser la acusada, díganos si se declara culpable o inocente –se dirigió hacía mi el juez con cabeza de halcón.
— ¿ Pero de qué se me acusa ? –debido a lo que me explicó el niño hace unos momentos, sé que este es el juicio de mi vida, mas ni entiendo si me ven como la mala o no.
— Su nombre es Sahara Dalí, de 18 años, causa de muerte suicidio por sobredosis y reencarnación de la emperatriz egipcia –se asombró el escribano con cabeza de ibis.
Todos los presentes comenzaron a murmurar y a mirarse unos a otos, hasta que el juez los hizo callar y me hicieron al unísono una reverencia. 
— Se le acusa de lujuria, homicidio y posesión de drogas en el mundo humano –dijo el fiscal con cabeza de perro– graves delitos ante esta corte.
Me quedé helada, ya era el colmo que hasta en el  más allá me sacasen de quicio con tales escenas de mi vida. De pronto me cegué; no podía oír los comentarios ofensivos, ver las caras de asco, las miradas de sorpresa, los discriminantes gestos, nada...
— ¡¿ Qué saben ustedes de mí ?!
Grité a los cuatro vientos. El solo tener que recordar fue suficiente para que mis lágrimas comenzaran a deslizarse por mis mejillas. Cuando iniciaron la lectura de mis pecados me di cuenta de que estaba equivocada.
Juez: — Usted ejerció como dama de compañía por su propia voluntad, descuidó a su hermano menor de once años, desobedeció a sus hermanas mayores, fue cómplice de un asesinato...
"Era cierto, esa era yo"
Mi nombre verdadero era sin dudas Sahara Dalí, aunque desde la muerte de mis padres cuando tenía cinco años todo el que me conocía había olvidado eso. Mi custodia la tuvo la responsable de aquel fatal accidente : "la Madrina", mi tía. Fui torturada con todo por ella con tal de que no tocara a mi hermano de crianza, su hijo. Y de esta manera me adapté a la golpes, el hambre, la humillación y el frío, porque la verdad, "mis hermanastras" me hicieron la vida más imposible que mi propia "nueva madre". Recuerdo que mi hermanito cayó gravemente enfermo cuando yo tenía doce, en ese entonces él tenía nueve años. Compré sus medicamentos con el dinero que había obtenido de un desconocido, ni siquiera sabía que la virginidad fuese algo tan caro. Y así fue oscureciéndose cada vez más mi corazón, bajo el único consuelo de que él vivía y en mi cumpleaños número quince me abandonó ¡ Es cierto, yo lo dejé solo, pero tenía que hacerlo ! Si no cedía los dos estaríamos en peligro. Esa vez maldije la hora en la que me dio a luz mi progenitora. Después de eso se obsesionó conmigo el jefe de una mafia italiana y aprovechando una oportunidad que tuve para escapar, me culpó por la muerte de un hombre. La Madrina se puso de acuerdo con él y me vendió en bandeja de plata, bajo la condición de que toda la herencia de mis padres siguiese siendo suya. Dos años de mi cruda realidad siendo desechada, vomitando sangre y vistiendo sedas caras, era una infeliz muñeca rota hasta que le conocí. Esa persona me ayudó a volver al mundo, me hizo sentir amada, quiso trazar un destino junto al mío, arriesgarse por una cosa como lo era yo y ese desgraciado lo alejó de mí. Preferí morir en  ese instante y no después... quién sabe cómo. 
"Creo que después de todo no es un error"
"De verdad no sabían nada"
— ¡ Protesto !
Entonces la corte entera se volteó para ver a aquel niño. Se quitó la capucha y quedé horrorizada, su rostro estaba pintado de verde y además tenía signos de momificación– Sahara tiene una "Condena del Karma", la cual ha cumplido y por ende merece recibir la orden del "Caballo Negro".
El fiscal enseguida comprobó la información y afirmó lo que este había dicho. 
— La "Condena del Karma" no es más que un castigo que se les hace a algunos juzgados, el cual deberán cumplir en su próxima reencarnación –me miró a sabiendas de que no entendía nada– tu antepasado no fue otra que la última Reina del Nilo –caí de rodillas ante la sorpresa– el "Caballo Negro" es una orden judicial que te liberará de este castigo el cual cumpliste antes de acabar con tu vida.
"Era verdad"
Una mujer bella y esbelta estaba caminando por un santuario de adoración y se topó con un pequeño. Luego de hablar con él se retiró muy enfadada y lo maldijo, le dijo que moriría. Entonces el muchacho le predijo su futuro tal y como ella había deseado: una trágica muerte.
"Cleopatra lo había olvidado"
"Yo lo había olvidado"
Mis lágrimas retornaron su curso con mucho más fuerza, comencé a dar golpes en el suelo, grité desesperada y por mi cabeza vienen toda una serie de imágenes. En serio dolía recordar. Volví a sentir el dolor de perder a alguien que amas, todo lo que adoraste, el miedo a la humillación, todo...
Me sentí "ella" de nuevo.
Fiscal : — El curso de este juicio a cambiado drásticamente. Siendo de este modo, la decisión es más clara –dijo al mismo tiempo en que la balanza en sus manos se inclinaba hacia el lado más claro– estoy de acuerdo con lo que refleja "el artefacto"
Juez : — Pues si nadie tiene nada más que agregar yo te otorgo el perdón Supremo mediante el "Caballo Negro" y además te declaro inocente.
La multitud se levantó y se llenó el espacio de aplausos.
Escribano : — Como lo establece esta orden tienes derecho a una compensación, ¿ qué deseas, reina egipcia ?
Me puse de pie y alcé mi frente. Ande hasta un portal iluminado que se había abierto tras el escribano finalizar sus palabras. Antes de entrar les dije sin voltearme.
— Quiero un mundo dónde solo estemos el y yo.
Me hicieron una última reverencia, ya no era Sahara Dalí, era la última Reina del Nilo, posedora ahora del "Caballo Negro".
 



#3665 en Ciencia ficción
#24305 en Otros
#7304 en Relatos cortos

En el texto hay: fantasia, romance, sobrenatural

Editado: 14.04.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.