Hombres de Farsa

I

La luz podía filtrarse por el inmensurable ventanal decorado con mosaicos para nada carentes de detalle, a causa de estos la iglesia centelleaba  de colores. Entre los asientos, un joven hombre de cabellos rebeldes y profundos ojos verdes rezaba para sí mismo, con murmullos incomprensibles para cualquier persona que no esté a centímetros de él. Pero, quien he de acercarse solo sería una persona sumamente insensata, todo el ambiente que urgía a sus alrededores era sumamente siniestro, todo su ser desbordaba de mustia. Se encontraba detrás de una gran columna, avasallado por la sombra.  

-Querido Dios piadoso, que al humano condena y al hombre esclaviza. – Exclama en voz baja, incapaz de pronunciar muy alto estas palabras. – Que imperios manda y atrocidades oculta, que a ciegos hambrientos guía y su augurio habla de salvación, pero condena a sus fieles. – Continúo con su acto cobarde, con una voz calma, inexpresiva. -  Excusas de déspotas disfrazados, privante de instintos básicos y naturales, dulce y temible mentira, Dios piadoso que no sabe de piedad, libra a los hombres de tu farsa. – Termina de Implorar.

Se levanta de su asiento, la misa había finalizado hace bastante. El sacerdote, con el rostro ya marcado por el paso del tiempo, se acercó al joven, a un paso precavido. La iglesia parecía cobrar más color a medida que avanzaba, hasta que ambos quedaron frente a frente.

-Hace bastante que no te veo por aquí, Joven Douglas. – Comenta con una voz autoritaria.

-No he tenido tiempo para venir. – Se excusa. – Sin embargo, no estoy aquí por asuntos propios, mi madre está cada vez más enferma. – Comenta. – Ella es una fiel devota que desea morir en gracia.

-No hay cosa más importante y valiosa que dedicarle tiempo a nuestro señor. – Avisa. – Procura cuidar tu alma tanto como la de su madre, dígale que pasare esta tarde.

Él asintió y luego de despedirse se retiró de la iglesia. Se frenó por unos segundos a ver la estructura de esta, su padre en vida fue un gran arquitecto quien paso parte de su pasión por ese arte a su hijo. Contemplo el exterior, pudo diferenciar su estilo gótico y flamenco, impresionado por cada parte que formaba la iglesia. En cuanto dejo de mirar la iglesia, volcó su atención en regresar a casa, solo tenía que pasar por un pueblo el cual siempre parecía estar animado, para luego avanzar por un pequeño trayecto de campos. Su casa era una de las más hermosas del lugar, con hermosos tallados de flores y ángeles, el genio de su padre no fue el único en contribuir a la belleza de la casa, su madre durante años se dedicó a adornar el jardín delantero con rosas y jazmines. El entró a su casa, camino directo al cuarto de su madre, quien se encontraba postrada en la cama hace semanas. La poca luz que había se filtraba por las blancas cortinas, un olor a madera vieja invadió sus fosas nasales, algunos libros tirados estaban al costado de la cama. La mujer sonrió en cuanto vio a su hijo.

-¡Hijo mío! – Exclama con alegría. – Acércate un poco más que quiero contemplarte de cerca. – Él se arrodillo junto a la cama y rodeo con sus manos las de ella. – Eres el vivo reflejo de tu padre, pero no puedo dudar en que tienes el cabello tan rubio como el mío y el de mi difunto padre que en paz descanse. – Los ojos de ella detonaban ternura y orgullo. – Cuando tu padre murió, él y yo habíamos guardado dinero, con el que nos hemos estado sustentando estos últimos dos años, aún queda bastante, está en una caja fuerte en el sótano y la llave esta en mi mesa de luz, estoy segura que te alcanzara al menos hasta que termines de estudiar.

-Mamá, gracias por preocuparte. – Responde este. – Pero ya no soy un niño, puedo valerme por mí mismo.

-No me cabe duda, pero no puedo evitar pensar en que será de ti. – Hace una pausa. – Sé que no te vendrá en gracia, pero como tu madre te aseguro que no estás listo para vivir solo, podrías tender a encerrarte en ti mismo, además, si te enfermas, ¿Quién cuidara de ti? – Interroga. – Por lo que hace bastante, mi hermano me comento que no tendría problema en recibirte en su hogar, es un muy buen doctor, tiene una esposa y un hijo, pero disfruta de enseñar y tiene un consultorio en su casa, podría descansar en paz si sé que estas bajo su tutela.

-Lo tendré en cuenta. – Responde no muy convencido de lo que está diciendo.

Su madre separa una de sus manos de las suyas y la posa sobre su mejilla, mirándolo a los ojos por unos segundos.

-Por favor, solo tengo tres grandes deseos. Rencontrarme con Frederick, que tengo por seguro lo hare pronto, asegurarme de que estés bien en vida y saber que vas a estar pidiendo por mi alma.

-Está bien, me encargare de aceptar la propuesta. – Responde.

-De todas las cosas que hice, siempre serás mi mayor orgullo, la razón de mis alegrías, he cometido muchos errores, el amor siempre ha logrado cegarme, pero confiare en que mis enseñanzas estén bien guardadas en tu corazón. – sus ojos amenazaron con llorar. – Sé que no puede ser una despedida, porque nos veremos, porque te estaré viendo pero me causa una gran tristeza despedirme de ti. – Vuelve a acariciar su mejilla. – Por favor, cuídate, sé fuerte, tendrás una vida hermosa, conocerás a una mujer digna, conseguirás triunfar en lo que sea que te propongas, aun no logro concebir lo mucho que te amo, cada latido mi corazón lo he dedicado a ti, incluso antes de que nacieras. – Los ojos de ambos desprendieron lágrimas. – Querido mío, sé libre, cree en Dios, confía en mí.



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En el texto hay: misterio, romance, odio

Editado: 18.10.2020

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