Parte 2

De hecho, lo que más me aflige es que, en pleno 2019, donde las bandas de metal han salido hacia todas partes, esas listas todavía se concentran en las escenas anglosajonas, americanas y escandinavas. Es un hecho que esos países siempre van a dominar la escena metalera, no solo por el talento, sino también por la geografía. Es como los vinos, sus regiones de procedencia les garantiza un estatus de calidad dirigido, obviamente, a los fans. No obstante, algunas veces, llegas a descorchar una botella y te percatas de que no era tan buena después de todo. Quizá un vino de Georgia, Italia, Suiza, Australia, Francia o… Portugal pudo ser una mejor elección.

Dejando de lado aquello, lo que me impresionó realmente fueron algunos de sus argumentos. Además de la indignación inusual sobre la lista, muchas personas evocaron la separación entre lobos y vampiros como si se tratara de una cosa dada, argumentando que siempre nos vieron operando más del lado de la licantropía que del vampirismo. Si observas dentro de la literatura clásica, es realmente difícil encontrar a un lobo pelear contra un vampiro. La literatura de los hombres lobo se remonta a la antigua Grecia, siendo que la necesidad victoriana por lo supersticioso rescató, en una gran escala, las documentadas y antiguas tradiciones del vampirismo europeo, aún hoy disputadas entre Hungría y Rumanía.

De hecho, las referencias a los lobos abundan, por ejemplo, en el clásico de Bram Stocker, Drácula, quien no solo tomaba la apariencia de un vampiro contemporáneo como un noble gentleman, sino también la de la fuerza de la naturaleza. Sus cualidades zoomórficas se manifestaban de acuerdo al guión literario, ratas para escapar, murciélagos para volar pero, en la película de Coppola, por ejemplo (basada en el libro), la figura de un lobo solo es invocada para momentos de lujuria bestial o solemne maldad. Eso nos muestra la verdadera estima que el Señor de la Oscuridad tiene por los lobos y el papel que ocupan en la historia más clásica de vampiros.