-”¡Mira el mar!”
Una voz femenina se escuchaba a lo lejos mientras el oleaje golpeaba las playas…
-”¿Qué es lo que tiene?”
Respondió finalmente un hombre que se encontraba sentado en la arena mientras la chica que lo acompañaba jugaba con el agua en la playa, aquellas imágenes eran profundas y difusas, pues se trataban de los recuerdos de aquel hombre; observando al atardecer, fantasmas de aquella mujer jugando con la arena y el agua se presentaban ante él mientras el sol se despedía a la lejanía dejando su brillo en el mar.
Sin decir una palabra, el hombre siguió observando la escena, tratando de que los fantasmas del pasado no le atormenten, pero ella seguía ahí, animándole a jugar con el agua, a contemplar la belleza del mar.
-”¿No te parece increíble? El mar es tan grande… Y está lleno de vida, el solo pensar que algo así de maravilloso puede existir… ¿No te sorprende?”
El hombre sin nombre cerró los ojos mientras la voz de aquella mujer se escuchaba cada segundo más tenue…
-”El mar es… Como el universo… Lleno de estrellas, cada una de ellas llena de vida, lleno de posibilidades…”
Insistió la chica mientras bailaba dejando huellas en la arena, o al menos el hombre sin nombre así la recordaba…
-”Las estrellas… ¿Quién lo sabe?... Nunca podremos llegar a entender, ni a ver lo que hay más allá de este planeta… ¿Cómo estás segura que hay vida ahí? ¿Cómo saber de hecho si está lleno de vida? ...”
La alegre muchacha dejó de bailar y su sonrisa fue marchitándose como una flor sin sustento, bajó sus brazos y se arrodilló en la arena tomando entre sus manos un poco de la misma, la hizo derramar entre sus dedos y caer en sus piernas mientras en susurros le respondió.
-“A veces eres cruel… A veces eres frío… Pero nunca me mientes…”
La arena en sus manos se acabó, sus piernas estaban sucias ahora, pero su sonrisa volvió a florecer, junto a una pequeña gota que se derramó por su mejilla al mismo tiempo que clavaba sus ojos de color miel sobre él.
-”Siempre veo la verdad en tus ojos, cada palabra que dices… Eso de alguna manera me hace sentir feliz, porque puedo confiar en ti…”-
Aquella frase cerró el recuerdo que el hombre sin nombre tenía en la playa, el sol bajó lo suficiente para poder darle un último brillo a su sonrisa y hacerla desaparecer; la noche dejó ver las estrellas y el hombre sin nombre se dejó caer sobre la arena relajando sus ojos mientras contemplaba el cielo nocturno y sus maravillas…
-Algún día… Veré aquello que a ti te fascinaba tanto, aquello que amabas, lo que te hacía soñar con los astros, las estrellas que un día dijiste estaban llenas de vida… Pero por ahora… ¿Por qué me atormentas?... ¿Por qué debo pensar en ti ahora que has encontrado la paz? ...-
No hubo una noche más bella que aquella que en ese momento el hombre sin nombre podía observar; las estrellas brillaban incluso más fuerte en esa noche, bailaban, y también algunas caían hacia el planeta, en una noche como esa, en una noche con tantos colores y tranquilidad, la historia de una chica llamada Leila y un hombre sin nombre se escribió con suaves huellas en la arena…
Las personas suelen pensar que el mundo y el universo no cambian, que se mantienen iguales por miles, incluso millones de años, sin embargo, nada es igual nunca, la gente cambia, los animales cambian, las plantas cambian, todo es convergente, pues todo tiene un objetivo, un propósito; las cosas cambian para lograr su propósito, Leila tenía esta filosofía muy presente.
-”Hace mucho tiempo, mi padre me dijo que todo pasaba por algo…”
Dentro de su cabeza, el hombre sin nombre imaginaba aquel momento en que ambos asistían al funeral de su madre, la chica dijo esto mientras observaba la tumba, ya había pasado tiempo desde que el entierro había sido efectuado. El hombre se mantuvo en silencio por mucho tiempo, entonces Leila insistió.
-”En vida, sólo representamos una parte de nuestro ser, la muerte nos libera… Nos hace ascender, nuestra alma… Se convertirá en una estrella, por eso siempre los que perdemos están ahí, brillando para nosotros…”-