Huellas

Capítulo 4

–No puedo creer que le tengas miedo a un ciervo. –me dice él mientras apoya un brazo en la ventanilla y el otro lo mantiene sobre el volante.
– No es que le tenga miedo, simplemente me asustó, apareció de la nada, pudimos haber tenido un accidente.
– Vale, como tú digas.
Y como siempre, la sonrisa le asoma en el rostro, pero con la misma, se vuelve a esconder. Su rostro se vería mejor si riera, no daría tanto miedo.
– Así que están cercando el lugar, no. –Sé que no debería preguntarlo pero me intriga el hecho de que cierren el lugar. No puedo negar mi curiosidad. – ¿Miedo a que entren o a que salgan?
Me mira un instante y luego vuelve a llevar la vista a la carretera. –Obviamente para que no entren. El bosque se está volviendo peligroso, no puedo dejar que salgan heridos habitantes del pueblo. Yo fui encargado para protegerlos y no voy a dejar que les pase nada. –No sé, por qué pero con lo de que el bosque se está volviendo peligroso, no creo que se refería a los animales. Y pensar que estuve deambulando en él por horas.
Ya llegamos a nuestro destino. Es un pueblo algo chiquito, con un parque y una iglesia en el centro, y algunas casas estilo antiguo a los alrededores. No hay muchas personas, más bien las adecuadas. Las calles tienen en las esquinas carteles con el nombre de cada una: Río, la primera; Ámbar, la segunda; América, la otro; Comercio; Prado; Melena;… espera, no sé por qué, pero ese nombre me parece conocido. Mi corazón me da tumbos a toda velocidad. Ya hemos caminado gran parte del pueblo hasta dar con un pequeño restaurante, y en todo el camino no he parado de repetirme ese nombre en la cabeza miles de veces. Melena. Decido olvidarlo por ahora.
Entramos en un restaurante típico llamado 1830, en el que nos espera una chica menuda, de ojos pálidos y sonrisa reprimida, que lleva un uniforme de camarera y nos espera impaciente.
– ¿Por qué no me dijiste que vendrías al pueblo? –Sé que se dirige a Matías pero no me quita los ojos de encima. –Vaya veo que ya despertaste. –Bueno ahora sí se dirige a mí.
– Mary, no tengo que decirte siempre que decida venir. Y sí, ya despertó, por eso decidí venir, para enseñarle el lugar.
Mary, era obvio. Los dos son idénticos, sin duda tenían que ser hermanos.



#25975 en Novela romántica
#6670 en Thriller
#3691 en Misterio

En el texto hay: amnesia, romance, misterio drama

Editado: 01.05.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.