Capítulo 26

Poco a poco aleja sus labios de los míos y nos quedamos mirando a los ojos sin decir ni una palabra. Estoy anonada, pérdida nuevamente en la profundidad de sus pupilas. Si hay una cosa de la que tengo certeza, es que lo quiero. Lo quiero con todas mis fuerzas.
  – No creas que te vas a salvar de mi pregunta con un beso. –le digo todavía perdida en su mirada.
  – Lo sé. –sus labios forman una sonrisa pero la tristeza se asoma en sus ojos. –Es que... mañana en la tarde sale un tren al pueblo, y ya compré el pasaje.
  – Ah. Ya veo. Pero yo iré a visitarlos cada vez que pueda. Lo prometo.
  – Lo sé. Que te parece si damos un paseo por la cuidad; estoy un poco aburrido de estar aquí dentro.
  Asiento entusiasmada con la cabeza y nos vamos a buscar a mi guía para que nos enseñe la ciudad.
Bersey es una ciudad bastante grande, repleta de edificios y tiendas. Las calles son anchas y en ellas desfilan transeúntes a toda hora. Un río atraviesa una parte la ciudad, por lo que esta se destaca por sus enormes puentes, con diseños arquitectónicos muy trabajados, realmente hermosos.
  Caminamos por las calles apreciando el esplendor del lugar. Pude recordar partes de la ciudad, lo cual me emocionó bastante. 
  – Matías, mira. –le digo señalando un gigantesco teatro que está delante de nosotros.  Tiene esculturas en piedra que sobresalen de las paredes y en el tejado. 
  De repente noto que alguien me pone una mano en mi hombro haciéndome voltear para ver su rostro. Pensé que sería Matías, por lo que volteé sonriendo, pero la persona que está delante de mí no es él.
  De pie delante de mí, hay un chico de mi estatura, con una cabellera rubia y rizada que le cae por todos lados del rostro. Tiene una expresión de espanto en la cara, como si hubiera visto un fantasma...
  ¡Espera, yo soy un fantasma! Las personas de la ciudad piensan que estoy muerta, por lo que este chico debe de haberme reconocido.
  Antes de que pueda decirle algo Matías llega hasta donde estoy.
  – ¿Que sucede? –pregunta con aire preocupado. 
Al escucharlo, el chico retira la mano de mi hombro. – Celeste. –su voz suena dudosa.
  – Sí, soy yo. –de repente, sin previo aviso, me da un fuerte abrazo; lo que me deja perpleja. ¿Quién es este tipo?