El primer día de clases trae un gran peso en su pecho, ya que todos le van a dar miradas de simpatía y disculpas vacías. Estaba cansada de que la gente le diga que lo siente, ese lo siento no significaba nada. Lo siento no lo traería de vuelta.
El camino al colegio es vacío, pero estaba preparada para esto. Él ya estaría en la universidad, así que ella habría ido sola al colegio sin importar lo que pasará. Para lo que no estaba preparada era para cuando las lágrimas se contuvieron en sus ojos cuando una de sus canciones favoritas sonó en la radio. Parpadeo rápidamente y apagó el radio inmediatamente. Ella no necesitaba música.
Se detuvo en el estacionamiento del colegio y estaciono su coche en su lugar específico. Todo parece un día común, pero se siente diferente. El colegio se siente obsesionado por su fantasma. Prácticamente puede escuchar su risa mientras mira el gran edificio y una vez más comienza a parpadear para contener las lágrimas. Ella no llorará hoy.
Dejo su coche y el cálido aire de febrero choco en su cara. Se sentía bien e inhalo el aire fresco, con la esperanza de limpiar sus pulmones.
Comenzó la larga caminata hacia las puertas de la entrada. Cada paso la hacía sentir náuseas y se ruega a sí misma no derrumbarse. Cuando finalmente llega a la puerta, siente que alguien coloca su mano en su cintura.
—Buenos días, muñequita. —La saluda Florence, una de sus mejores amigas de la infancia. Astoria la mira con los ojos muy abiertos por el susto que le dio, pero al final le da a Florence una sonrisa. Astoria piensa que es porque Florence ya le ha sacado la poca simpatía que le queda.
—¿Cómo vas? —Respondió Astoria, su voz baja, realmente estaba evitando que su voz sonara quebrada. No podía recuperar la forma vibrante y feliz en la que solía sonar su voz. Es como si se la hubieran llevado y enterrado en lo más profundo de su cuerpo.
—Bien, ¿estás lista? Espero que este año sea bueno. —Astoria solo asintió, mirando a Florence.
—¡Viejas, espérenme! —Alguien grita tan pronto como abren la puerta. Ellas miran hacia atrás y Astoria se topa con los ojos avellana de Josephine, la graciosa del grupo. Josephine tampoco le da una mirada de tristeza o lástima, solo sigue sonriendo.
—Asto, te perdiste de la mejor fiesta de fin de semana que hay en el mundo. — Dice Josephine, Florence solamente la miro e ignoro su imprudente comentario, Astoria agradeció internamente a Josephine por su reclamo. Necesitaba a alguien que la tratara como normalmente lo hacían.
—El otro. —Le dice Astoria jugando con el pendiente largo en su oreja. Las tres saben que es mentira, pero prefieren no decir nada. Caminan por el pasillo y Astoria siente la sensación de que todas las miradas están en ella. Pero su mayor intento para ignorarlas y seguir en la conversación de Josephine.
Sus clases son muy sencillas a principio de semestre. La clase más difícil para ella seria matemáticas, pero siempre ha sido su dolor de cabeza así que ni le extraña. Se mueve de clase en clase sin conseguir concentrarse en ninguna. Se sentía tan jodida que ni recordaba la fruta que comió a media mañana.
Sin embargo, todas sus clases eran iguales, en el sentido de que cada maestro después de decir su nombre le daban una triste sonrisa y murmuraban; “Siento tu pérdida.”
Y fue hasta que sonó la campana final, Astoria salió casi corriendo de aquel viejo edificio y entro a su coche. No tenia cabeza para esperar a Josephine o a Florence, conducía a su casa con rapidez.
Guardo su coche en la cochera y entro a la fría casa. Se sentía vacía, la sentía un lugar desconocido. La casa que alguna vez se sintió cálida y armoniosa ahora se siente como hielo.
Entro a la cocina y vio a su madre parada en la estufa preparando la cena. Ella giro al oír los pasos de su hija y sus ojos verdes cansados y vacíos seguramente perseguirían a Astoria en sus pesadillas.
—¿Cómo te fue? —Pregunto su madre, Astoria sabia perfectamente que como le hubiera ido a ella le importaba muy poco. A ella no le importa nada.
—Mal. —Respondió honestamente Astoria. Su madre simplemente asiente y vuelve su atención a la comida, Astoria se escabulle para irse a encerrar a su habitación.
Sus paredes blancas la hacían sentirse más vacía, su habitación parece deshabitada. Quito todas las fotos y recuerdos que le causaran dolor, estaba realmente rota.
Solo necesitaba volver construirse, alguien que le ayudara en el proceso.