Idiota y Arrogante

CUATRO

Dicen que uno tiene muchos amores en la vida, aquel llamado el primer amor, aquel que es tu alma gemela, existe tu amor tóxico con el cual vivirás peleando y deseando volver al mismo tiempo, esta tu amor épico ese que te hizo sentir de todo, por último está el amor de tu vida.

Pues yo creo haber conocido a mi primer amor, a aquel amor tóxico, y al que alguna vez creí que era mi alma gemela. A dos creo ya haberlos mencionado, el otro lo conocerás pronto.

–Dos cervezas –pidió Flo al chico de la barra.

–Aquí tienes cielo –dijo mientras las entregaba.

Nos giramos mientras observábamos desde la barra a los bailarines, o bueno, en realidad hicimos eso por una simple razón, buscar a alguien con quien salir a bailar.

Desde que llegamos habíamos estado bailando entre las dos, pero igual hacía bien que algún chico te sacaré a mover el esqueleto de vez en cuando.

–Mira esos de allá –señalo a dos chicos, ambos con barba y un aspecto bastante desaliñado–. Se nota demasiado que ellos vinieron a beber, porque no creo que nadie quiera bailar con ellos.

En ese momento llegan dos chicas que se veían bastante bien y se acercan a los tipos, el de la izquierda recibe a una pelirroja bastante cantante con un beso bastante apasionado, mientras el otro toma de la cintura a la chica que él tiene.

–Creo que no solo vinieron a beber, porque tremendos bombones –dije riéndome de la cara de estupefacción de Flo–. Las cosas de la vida son extravagantes.

–Lo acabo de descubrir –ella se tomó un trago de cerveza–. Sabes, no se porque nos molestamos en buscar algún chico que baile con nosotras, mejor sigamos solas.

–Para eso nos hubiéramos quedado en tu casa, así la tía preparaba uno de esos postres que le quedan tan ricos –desde que nos volvimos amigas me invitó a su casa, donde su mamá cocinaba de maravillas. En ocasiones yo le decía que debía ir a un Master Chef para hacerle honor a su don.

–Toda la razón –señaló a un tipo con una camiseta de esas que los hombres usan para mostrar sus músculos–. Y si ellos no vienen a nosotras, nos toca ir donde ellos.

La vi caminar hasta el tipo y después de un pequeño intercambio de palabras ambos salieron a la pista de baile, Flo solo me guiño el ojo mientras me dejaba sola.

Creí que iba a quedarme ahí en la barra cuando un chico apareció a mi lado llamando bastante mi atención. Era lo que se llamaba mi tipo, con ese rostro perfecto en donde cada facción parecía resaltar. Incluso me llegaba a recordar a alguien. Su cabello negro a pesar de ser un color bastante común resaltaba demasiado. Era atrayente.

–Hola, Mara, lindo cabello rubio –dijo y en ese momento su voz me devolvió unos años atrás.

En ocasiones salía a jugar al parque cercano a mi casa con una amiga, pasábamos la tarde ahí, diría que ese parque parecía más nuestra casa que otra cosa.

Nuestra mirada se concentraba a eso de las ocho de la noche cuando llegaba un chico del pasaje, todo el mundo le apodaba como pájaro, al inicio no entendía mucho el porqué, más después me di cuenta que era porque amaba hablar. Hablaba mucho, a cada rato que podía ya se encontraba conversando algo nuevo.

–Hola, Jace, lindos rulos.

Con el tiempo me empecé a sentir bastante atraída por él, hasta que llegó un punto en el que me gustaba y mucho. Entonces mi amiga de ese entonces un día llegó a mi casa y me confesó que ella y Jace tenían algo. En ese momento ya éramos amigos los tres, él nos empezó a notar y se nos acercó cada vez más.

Tome la decisión de que a pesar de lo mucho que doliera iba a hacerme a un lado, con solo ver como se sonreían ellos dos me daba cuenta del gran cariño que se estaban teniendo, y yo no planeaba romper eso.

–¿Cómo has estado? –me pregunto mientras jugaba con la copa que tenía en sus manos.

–Bien, ¿y tú?

–Si, bien, o se podría decir así… el trabajo me agota bastante.

Le entendía en todo su esplendor.

–Si es verdad –se notaba que los años hacían maravillas con él–. Hace mucho que no te veía por acá.

–Ah, eso –miraba bastante su celular–. La cosa es que ahora vivo en la ciudad vecina, me tuve que mudar por cosas de la vida.

Diganme copuchenta pero necesitaba saber cuáles eran esas cosas.

–¿Quieres bailar? –me ofreció su mano.

–Claro, vamos.

Fuimos al centro de la pista y empezamos a bailar, me recordaba en parte a cuando estábamos más jóvenes, ambos en las noches en aquel parque disfrutando de la música de los parlantes.

Estos momentos así son los que me hacen falta, disfrutar por pequeños detalles que me recuerden que sigo siendo joven.

–Pasa bastante rápido el tiempo, creciste mucho –él me sonrió.

–Tu quedaste un poco pequeña.

–Pequeña pero peligrosa.

–Lo creo –en medio de las canciones recibió una llamada, se alejó un poco para intentar hablar.

Estuvo un buen rato al celular cuando volvió a mi lado y tomándome de la muñeca me llevó a la parte de la barra.



#9811 en Novela romántica

En el texto hay: juvenil, romance, amistad

Editado: 06.07.2024

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