Tessa Pimenova
Pi..........Pi...........Pi...........Pi...........Pi
— Menos mal que están bien — dijo Tara, a la que pude reconocer al instante — ¿Cómo diablos llegó Tessa hasta Gabriel cuando estaba en el hotel?
Quise responderle que había salido a pasear pero de mis labios no salió nada. Ni un suspiro, nada.
Se seguía escuchando ese sonido tan molesto que me estaba poniendo de los nervios. Me recordaba tanto a un hospital.
Espera. ¿Tessa estaba en un hospital?
¿Por qué hablas en tercera persona? Cada día te vuelves mas majara.
Cállate de una puta vez.
— Quizás fue a buscar a mi hermano — soltó de pronto alguien, y suponiendo que estaba hablando de Gabriel, tenia que ser Thomas — Gracias a ella mi hermano sigue vivo.
— Pero gracias a él sigue vivo Tessa — informó esta vez mi mejor amigo Ted, un poco mas alejado que los otros dos — Fue Gabriel quien llegó al hotel con Tessa a su espalda.
¿Cuándo ocurrió eso? Lo último que recuerdo es que estábamos hablando del día en el que lo conocí.
También recuerdo las imágenes que venían a mi cabeza de mis padres, de mi abuela. Mis pensamientos antes de tener esa laguna mental.
¿Cómo pudo Gabriel llegar al hotel conmigo a su espalda? No teníamos esquíes, se habían roto. Y salir caminando era una jodida locura.
Y lo más importante. ¿Qué había pasado con Gabriel? ¿Dónde estaba? ¿Estaba bien? ¿Se había quedado más gilipollas de lo que estaba? ¿Qué había pasado con mis manos? ¿Por qué estaba en un hospital? ¿Por qué Thomas estaba aquí y no apoyando a su hermano? ¿Por qué no estaban mis padres aquí conmigo cuando se suponía que lo estaba pasando muy mal?
Lo de mis padres sabía perfectamente la respuesta pero no quería aceptarlo. No les importaba una mierda lo que me pasase. Primero estaban ellos, después sus negocios y por último yo. ¿Pero por qué ser la última? ¿Por qué siempre tenía que ser la última? ¿Por qué siempre me menospreciaban?
Quería llorar. Llorar porque no entendía las actitudes de mis padres. Quería llorar porque me sentía sola en un mundo que todavía no conocía y no tenía ayuda por ninguna parte. Tenía miedo porque me veía sola el día de mañana tirada en la calle como una vagabunda que lloraba por no poder seguir con los lujos de mis padres.
¿Qué me estaba pasando? Jamás había pensado una cosa así. No era mi estilo. Prefería pensar en el día a día para así no amargarme y caer en una depresión. Esto era una jodida locura y no sabía que iba a ocurrir conmigo al final de todo esto.
— ¿Cómo está Gabriel? — preguntó Ted una cuestión que me importaba bastante. ¿He dicho bastante? Exageraba. Gilipolleces. Sí — La última vez que lo vi estaba en la cama y sin despertarse, más o menos como esta Tessa en estos momentos.
— Gabriel despertó hace unas cuantas horas — informó Thomas suspirando aliviado. — Los médicos se sorprendieron bastante ya que prácticamente se congeló. Pero supo recuperarse rápido, no como Tessa.
Maldito hijo de puta. ¿Qué pensabas eh? ¿Qué tenía fuego en el corazón y que me mantendría caliente aún estando en veinte bajo cero? ¿Qué tenía un bolsillo como Doraemon y que podía sacar un artefacto para mantenernos calientes tanto Gabriel como yo? ¿O que era una bruja que podía hacer fuegos por mi cara bonita para cocinar a tu hermano? ¿Eres gilipollas?
Quise levantarme y darle de hostias hasta que el cuerpo se me pusiera caliente de una puta vez. Todavía notaba los leves pinchazos de haber pasado demasiado frío en los pies y en las manos.
— Tessa siempre fue muy friolera — admitió Tara con una carcajada — Estará tan cómoda en esa cama que no querrá levantarse en lo que queda de viaje, seguro
— No me extrañaría viniendo de ella — concordó Ted también acompañándola con una carcajada — Todavía recuerdo como si fuera ayer cuando le dijo a la madre que se había caído en la piscina llena de hielo y se había resfriado, cuando solo se bañó con agua fría porque se había acabado el gas.
— Estuvo dos semanas súper enferma — recordó Tara haciéndome recordar a mi también — Estuvo dos semanas sin poder salir de su casa. Y lo peor es que no salía de su cama, estaba destrozada
Y era cierto. Mis padres tampoco se habían preocupado mucho en ese entonces. Si no recuerdo mal tenía dieciséis años. Cuando fui a ducharme se acabó el agua caliente y acabé duchándome con agua fría. Cogí una gripe bastante grave y para 'preocupar' menos a mis padres, les conté que me había caído a la piscina que teníamos en el patio trasero.
Obviamente no indagaron, lo dejaron pasar como siempre hacían.