I'm not your Cinderella.

Capítulo 19: No soy tu Cenicienta.

Al volver a casa las cosas fueron mejorando aún más. Ahora vivían oficialmente juntos. Ya no debían armar un teatro para presentarse como pareja. Ahora lo eran por completo.

 

Claro que los más felices con la relación eran los abuelos Reed. Se veían reflejados en ellos sus días de juventud.


Y por supuesto Evan y Samantha no desaprovechaban los momentos que tenían juntos para darse tiempo de calidad como pareja.

 

—Intentémoslo Samantha — susurró Evan entre besos mientras la tenía en sus brazos.
—¿Te das cuenta que estás pidiendo mucho más que... — dijo interrumpiendo sus besos.
—¿Más que sexo? Sí — habló atrayendo su rostro para besarla de nuevo—. Si Samantha lo sé. — Un nuevo beso —. Y lo quiero. — Y otro —. Quiero hacerlo contigo. — Y uno más. Ella no podía negarse ante su pericia para poseer sus labios, así que solo pedía más de ellos —. Que tengamos un hijo, Sam — soltó entre un suspiro.


Ella se movió al escucharlo apartando su rostro unos centímetros.


—¿Cómo?
—Hablo en serio Sam. Quiero mucho más que solo acostarme contigo, quiero que tengamos un hijo o hija. Nunca había sentido algo así y quiero... Quiero hacerlo contigo. — Sin darle tiempo a responder, tomó su rostro para conectar con sus labios con ferviente deseo —. Cásate conmigo Samantha.
—¡¿Cómo?!
—Cásate conmigo — dijo con entusiasmo sujetándola por la cintura —. Viviremos donde tú quieras. Podemos quedarnos en tu pueblo, en casa de tus padres y tener más hijos o los que tú quieras solo... — Pero al ver la duda en sus ojos añadió —: Cásate conmigo Samantha, por favor.
—Evan, esto... Es ridículo ¿No lo crees?
—¿Ridículo dices? — inquirió con rostro estupefacto y soltándola por completo.
—Sí. Es decir. — Comenzó a frotarse la frente con nerviosismo para buscar las palabras adecuadas e intentar convencerlo y convencerse así misma de que aquello no podía ser —. Tú y yo somos tan distintos, somos de mundos opuestos. Tu tienes aquí tus mansiones, tus negocios y tu viajes. Yo una vieja granja en un pequeño pueblo. No... No....


No encontraba que más decir. Aunque buscará excusas ni ella misma se convenció.


—¿Por qué Sam? ¿Por qué no admites que también lo quieres? — decía siguiéndola. Pues ella se había movido hacia la cocina.
—No. Te equivocas. No lo quiero.
—¿Por qué? — Su voz denotaba más súplica que interrogación.
—Por que no soy tu Cenicienta. No soy como esas chicas que crecen en castillos y no saben más que lo que hay dentro de sus palacios y sirvientes.
—No he dicho que las cosas serán así. Mira, si nos vamos a Montana, podremos estar en casa y yo podré atender mi negocio sin necesidad de salir. Todo irá bien. Sé que tú no eres así Samantha. Por eso sé que eres la única mujer con quien quiero hacer esto. ¿Qué dices? — Preguntó tomándola de las manos para atraerla hacia él —. ¿A qué le temes? — Quiso saber al ver que ella no respondió.
—A que esto solo sea un cuento de hadas. — Bajó su mirada al ser demasiado honesta con él. Se mantuvo pasando sus dedos por los botones sueltos de la camisa de Evan.
—Si no me equivoco, fué Cenicienta quien desapareció dejando atrás al pobre príncipe en su búsqueda — respondió con una sonrisa mientras acariciaba el contorno de su rostro —. Yo no me iré Sam. Y sé que tú tampoco — aseguró acariciando su mejía.
—Evan... ¿Acaso no te das cuenta de lo irreal que es esto? ¿A quien en la vida real le suceden estas cosas? ¿Tú un hombre exitoso con más dinero del que puede siquiera imaginar por qué los ingresos siguen aumentando cada hora con una cajera de McDonald's? Tienes que despertar Evan.


Talvez Samantha estaba asustada. Talvez tenía miedo de lo que sentía. Talvez temía estar sintiendo algo real por el. Talvez su temor se basaba en lo que ella creía que era una ilusión.


Samantha caminó unos pasos alejándose de él, tenerlo muy cerca no le ayudaba a pensar con cordura ni a resolver el crucigrama de su corazón.


—Te quiero Sam. Y he tardado demasiado tiempo en aceptarlo. Me sentía como tú te sientes, sabes — dijo con sinceridad sentándose a su lado en el sofá.
—Y según tú ¿Cuando te diste cuenta? — Preguntó incrédula sin mirarlo.
—El día que rompiste ese billete.


Samantha se pasaba las manos por el rostro y estiraba ligeramente su cabello. Todo era tan confuso, tan complicado. Aunque Evan lo planteara como algo fácil no estaba segura de poder seguir con esa relación.


Evan admitía que su declaración no había sido la más romántica ni elaborada. Pero fue sincera y directa. ¿Que más podía pedir una mujer?




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