Aitana.
La alarma de todos los días, la que te despierta y te da cariño. No la alarma de hecho, pero si mi madre, no entendí como me merecía sus besos en la mañana, o sus pequeñas caricias en el cabello. Okay, mucha mentira en un solo momento, mi madre llegaba gritando siempre que iba a llegar tarde a algún lado.
-¡Aitana! Ya he venido cinco veces, no miro esa greña plana o esas pijamas en tu ropa sucia. Ya son las siete- exagero mi madre, mi madre era la drama queen del hogar. No entendía porque o como, pero al menos tenía un drama todos los días por la mañana.
-Pero, ¿que hoy no es sábado?- pregunte, me mire a mi misma en el espejo que tenía enfrente de mi cama y me quedé atónita al ver a esa chica que se reflejaba.
-Pero... Dios mío, ayúdame. ¡Hunter!- gritó mi madre, haciéndome saltar cuando llamo a mi padre. El llegó rápidamente, ya estaba vestido para ir a su trabajo.
Mi madre era esa típica ama de casa, pero no me molestaba, bueno si porque a mi me gustaba más la soledad y me traía mucha paz. Pero todo sea, gusto no existen aquí. Mi padre trabajaba con el FBI, ¿que si alguna vez hemos sido atentados? No, no lo hemos sido... la organización de mi padre es una que trabaja con el gobierno, entonces ellos tienen más privacidad con sus proyectos. Yo solo soy esa chica que está buscando una historia que continuar, nah, tengo 18 y creo que la universidad tiene que empezar para mi. Quiero ser una Ingeniera de Ciencias de comunicación, solo he querido hacer eso desde que me he adentrado más hacia el tema.
-Buenos días, bebé- dice mi padre, he sido hija única desde toda la vida y no me quejo de tanto cariño ya que ellos no tienen a nadie más que dar cariño que a mi.
-Papá, dile a mamá que no me está dejando dormir- proteste, pero mi papá quedó con la boca media abierta porque mi madre lo estaba fulminando con la mirada.
-Eh.
-Aitana, al baño. Hunter, a llevar todas las cosas hacia el auto- ordenó mi madre, era una mujer cariñosa y dura cuando lo tenía que ser.
Esa era mi última vez en esa casa, hasta dentro de algunos meses. Estaba emocionada y algo nerviosa, iba a dejar a Natalia atrás. Natalia y yo siempre fuimos unidas desde pequeña, es la única persona con la que me e llevado bien en todo el tiempo que pase en la escuela en mi ciudad. Era una ciudad pequeña, pero no tanto ya que no era tan posible ser reconocido en la calle.
Me levante de un tirón para dirigirme al baño, estaba haciendo un poco de frío pero nada insoportable. No podía creer que el sueño de esa niña de ir a la universidad estaba cumpliéndose. Termine de bajarme y le di un último chequeo a la habitación; todo estaba desolado y había mucho eco. Lagrimas atentaban en derramarse por la melancolía que muchas cosas pasaron en ese lugar.
A veces tienes que girar y iniciar una nueva pagina, y sabia que este era mi nuevo inicio. Me sentía mal por mi madre ya que iba a tener que quedarse sola, o al menos eso pienso aunque dudo que mi madre no vaya a conseguir algún trabajo.
-Bueno, esa era la última caja-pasó mi padre enfrente de mi, cuando vio que estaba parada haciendo nada y en otra faz, me habló- ¿Estas bien?
-No se, creo que solo es la emoción y la estoy confundiendo con la tristeza- dije, y el me dio una sonrisa minúscula.
Después del desayuno ya era tiempo de irnos al aeropuerto, mis cosas se iban a ir por un camión que habíamos rentado. Iba a quedarme con una chica llama Scarlet, su nombre me daba miedo y no sabia por que. Salimos de casa y ahí estaba de pie mi mejor amiga, con una mochila repleta de cosas.
-Te extrañare- dijo, abrazándome fuerte con lagrimas afuera.
-Te llamaré, lo prometo- prometí, aunque sabíamos las dos que no sería cierto ya que ella iba a estar también ocupada.
-Si, y después es el muy casual e estado muy ocupada- dijo, y eso nos hizo reír a las dos.
Iba a extrañar a esa loca.
-Bueno, aquí está una mochila repleta de dulces, tus favoritos, una almohada ya que se de tus problemas de nuca, unos chicles para que no te de sordera, un libro de Orgullo y Prejuicio ya que se que te encanta; es la nueva edición. Unas pastillas para la cabeza...- prosiguió, nombrando todo lo que había comprado en la mochila.
Ya nos dimos cuenta de quien era la mamá de la otra ¿no?
-Estaré bien, dame un abrazo de oso- dije, y ella solo enterró su cabeza en mi cuello. Siempre que estaba nerviosa o preocupada hacía eso, armaba un kit súper preparado.
-Cuídate, Aitana, no me puedes dejar sola en este mundo- dijo, y me tocó el corazón.
-Nunca lo haría, nadie podría llenar tu espacio en mi corazón.
Nos despedimos, cuando aparcamos al aeropuerto el golpe de la realidad, sobre todo lo que estaba pasando me dio una bofetada. Había prometido a mi misma no llorar por nada del mundo, pero miren quien es, si, yo estaba llorando.
-Bueno, los visitaré en todas las vacaciones que pueda. Llamaré todas las noches, o mandaré un mensaje diciendo que estoy bien- dije, mi madre y yo habíamos hablado sobre todos mis reglamentas sobre irme a vivir sola; la otra chica no me va a estar cuidando.
-Te amamos, cumple tu sueño- dijo mi madre, lo único que pude hacer fue darle una sonrisa débil.
-Y usted, mándeme actualización sobre sus casos- dije, amaba ir a escondidas a la oficina de mi padre para mirar todos los casos. Me fascinaba todo eso, pero no me gustaba completamente para querer mirar sangre todo el día de mi vida.
-Adiós- nos despedimos en unísono, y ahí tuve que entrar a una puertita para que chequearan que no llevaba nada ilegal, no quería mirar hacia atrás.
Diablos.