Aitana
El momento de bajar del avión sucedió, y el chico con el que estaba hablando se fue lo más rápido posible cuando abrieron las puertas. Estaba metiendo todo de regreso a mi mochila, y el solo dijo un "adiós" y no pude verlo irse. Cuando aterrizamos y cuando hubieron turbulencias solo seguía sus consejos, no sabía que hacía para su vida pero lo que tuviera o el efecto que tenía ante mi era tan poderoso.
Pase por inmigración, no lleve maletas de mano ya que no quería ir cargándola y todo se fue con el camión entonces solo era mi mochila y yo durante todo ese tiempo, pero tenía que ir a recogerla. Mientras buscaba por la maleta, la parte de atrás de la máquina que las sacaba como en un carrusel, pude ver al chico saliendo del baño. Venia palmeando sus manos en sus pantalones, no entendía porque me quedé viéndolo tanto tiempo.
Su cabello se miraba desordenado, estuvo dormido por un buen tiempo...ummm... puede ser que yo lo haya hecho cuando cayó a dormir en mi hombro . Sus ojos prensados en su camino, desinteresadamente, era ese tipo des misterios profundos que quieres encontrar. Su altura lo hacía lucir superior, radiante, y era noche entonces todos estaban medios dormidos. Algunas chicas los quedaban viendo, no sabía porque me parecía chistoso, era como si tenía un tipo de hechizo para las chicas.
Sacudí mi cabeza, no entendía porque pensaba así con solo unas 5 horas de haberlo conocido, volví mis ojos al carrusel y mire que mi maleta estaba yendo de nuevo adentro donde las ponían para mandarlas, me quite la mochila y la deje en el suelo {algo estupido, no lo hagáis} corrí y la pude jalar, demonios, pesaba tanto que creí por un momento que me salió una hernia instantánea. Me puse mi suéter, sabía que iba a estar muy helado afuera, era otoño y supuestamente por lo que escuché era muy helado.
¿Que si era verdad?
Mi boca parecía una chimenea, solamente que en ese instante no era por calor sino por frío. Mi labio temblaba, mi piel se erizo por el aire pegándome. Tenía mi cabello recogido, entonces mejor quite el moño que me había hecho ya que me soplaba también la nuca y no me gustaba ese sentimiento. Deje mi cabello libre, era de un tamaño medio, no era la cosa más asombrosa pero al menos estaba ahí.
Pedí un taxi. No me gustaba ir con un extraño, en la noche, pero cuando vi a una imagen acercarse hacia el auto el alivio de que no iba a ser la única en morir vino. Es muy obvio decir quien es, si pensaste en Liam, ocupas el mejor premio del mundo. Me adentré al auto, y le fruncí el ceño a Liam el cual el ignoro y solo le dijo una dirección apresurada al taxista. Yo le dije la mía con más calma, estaba nevando afuera de las ventanas. El frío era muy importante para ese momento, pero ya hasta sentía que mis huesos iban a quebrar.
Llegamos, temblando iba a cerrar la puerta, pero me acordé de que Liam me había ayudado a no desmayarme de miedo.
—Gracias— dije, dándole una sonrisa penosa.
—No tengas miedos de las alturas, ni de la muerte, si llegarán llegarán cuando quieran y no podrás hacer nada— se devolvió a ver la nieve caer por la ventana. Asentí y me retire.
Era un apartamento, y habían muchos edificios entonces era casi imposible de mirar ya que estaba de noche. Nunca había ido, solo lo mire en línea y les dije a mis padres. Éramos una familia de promedio medio, no teníamos dinero pero no éramos pobres de que vamos a pasar una noche sin comer. No iba a dejar que mis padres pagaran por mi. La chica, ósea Scarlet, dijo en la página que quería una room mate sin tantas quejas, entonces no importaba lo que hiciera o los ruidos ; solo iba a dormir, comer, y bañarme en ese lugar. Nada malo iba a pasar ¿no?
Toque la puerta, y una chica muy bonita abrió la puerta. Tenía ojos cafés, piel trigueña, cabello medio rizo en las puntas. Llevaba unas gafas puestas, se miraba bonita pero llevaba una cara de aburrimiento plasmado en su rostro.
—Ho—Hola— tartamudee, no me gustaba hacer eso para la primera vez que hablaba con alguien ya que dejaba mala expresión.
—Te miras muy adorable— dijo, y quise hablar —una buena alma para destruir— dijo, y sentí que una corriente se desplazaba por mi columna vertebral.
—¿Co...mo?
—Regla número uno de este hogar: se muy buena usando el sarcasmo, y no te ofendas por bromas— dijo, y hice una nota mentalmente .
—¿Otra?
—Cierra esa puerta, odio el frío, no me he ido ni bañar porque se que en el momento que salga me haré como un cubito de hielo— dijo, y solo levante las cejas sorprendida que me dijera eso.
—Claro— dije, cerré la puerta detrás de mi, era verdad que estaba muy helado como lo había dicho unos minutos atrás.
—¿Comida?— pregunto y negué, había comido toda esa comida que me dejó Natalia.
—Come, mis otras chicas que vivían conmigo se enfermaron porque no comían— recomendó.
— Ya comí.
—Okay, entonces a empezar con las reglas.
Nos sentamos en el sillón, había una chimenea aprendida ahí. Habían papeles tirados en la mesa, algunas traían problemas matemáticos que lamentablemente no les entendía ni un pelo. Había una taza de chocolate con un sándwich sin terminar de jamón. Odiaba el jamón y no entendía ni porque, solo al verlo ya me daban ganas de vomitar.
Hablamos sobre el horario de limpiezas y todo eso, y las reglas eran:
1. Limpiamos un día de por medio la sala y cocina. El baño lo vamos a lavar juntas.
2. Una va a ir una semana a comprar la comida y la otra el otro.
3. Pueden llegar visitantes, pero tiene que decirle a la otra. Su hermano va a llegar muy seguido, ya que está estudiando.
4. Tener el número de la otra por casos de emergencia.
5. No meter las cosas de la casa con cosas sentimentales. Por ejemplo: hacer dramas con las amigas de las otras, no quejarse, no querer pagar y eso.