Impredecible

Capítulo doce.

Tres días después de Navidad el equipo de béisbol del instituto hizo la fiesta anual de Navidad. No entendía mucho qué se celebraba, pero por lo que Serena me había contado, era el aniversario de la mascota del equipo, el mago. Tampoco entendía que una mascota, que suele ser un animal, fuera un mago, pero supongo que ahí estaba la gracia.

-¿Qué te vas a poner para la fiesta?- preguntó Serena a través del teléfono.

-Todavía no lo sé- bufé y me tiré sobre la cama. Había estado demasiado ocupada organizando el viaje de Nueva York con Alex y no me había permitido ni un solo minuto para pensar en mí-. Te llamo luego, ¿vale?

-Claro- dijo Serena y colgué.

    Cuando estaba a punto de levantarme de la cama para buscar algo en el armario, mi teléfono vibró sobre la cama. Alex me había mandando un mensaje queriendo saber si estaba en casa. Le respondí con que sí y minutos después el timbre de la puerta estaba sonando. Le hice subir y me saludó con un beso corto en los labios.

-¿Qué querías?- dije cuando se sentó en la silla de mi escritorio.

-Nada- dijo nervioso-. Quería verte.

Lo noté inquieto e instintivamente miré las ojeras que se lucían debajo de sus ojos.

-¿Has dormido bien?- le pregunté acercándome.

-Sí- miró hacia abajo y empezó a jugar con sus dedos.

-No me mientas- dije subiéndole la cabeza-. Sé que no.

-Estoy bien- dijo con cierta brusquedad.

-Sólo me preocupo por tí.

-No tienes por qué hacerlo.

Lo miré con preocupación y se dio cuenta de que realmente estaba preocupada. Le había dicho una y otra vez que cuando tuviera pesadillas me llamase, que iría corriendo a su casa. Sin embargo, él desplazaba cualquier atisbo de ayuda que yo le ofrecía y sentía que cada vez se alejaba más de mí.

-¿Vas a ir a la fiesta?- preguntó intentando cambiar de tema.

-Sí. ¿Tú no?

Negó con la cabeza.

-Y…¿por qué no te quedas conmigo en casa?- sugirió.

-Le prometí a Serena que iría con ella.

-Pero puede ir con Scott- insistió-. Además no puede ser muy divertida. Es Navidad y la gente suele quedarse en casa.

-No puedo dejarla tirada ahora- me quejé.

-Pero…

-¿Es que no quieres que vaya?- dije apoyándome sobre el escritorio.

-Pues la verdad es que no- admitió-. Si no voy contigo no estoy tranquilo.

-¿Qué te pasa últimamente?- pregunté. Había encontrado a Alex intranquilo, con una preocupación continua y no parecía que iba a cambiar su actitud.

-Nada- dijo impasible.

-¿Entonces por qué te comportas así? Puedo ir a una fiesta sin tí. No hace falta que me sigas a todos lados.

-Lo sé.

-Pues quédate tranquilo. No me va a pasar nada.

    Entendía por qué Alex se comportaba así. El hecho de que no pudo proteger a Sophia esa noche le llevó a comportarse así de sobreprotector. Había momentos en los que no podía aguantarlo más, pero intentaba no prestarle demasiada atención. Lo quería, y eso era lo único que importaba.

-Sabes que puedes contarme sobre tus pesadillas, ¿no?- insistí. Asintió-. No te cierres más en ti mismo.

-No lo hago- dijo áspero.

-Entonces, ¿por qué no me cuentas qué ha pasado esta noche?- me agaché para estar a su misma altura y coloqué mi mano sobre su mejilla, acariciándola despacio.

-No ha sido para tanto- hizo una pausa-. Una pesadilla como las demás y no quise molestarte.

-No me molestas, en absoluto.

-A veces siento que sí- dijo quebrándose al final.

-¿Cómo?

-No quiero tenerte para que me distraigas por las noches cuando no puedo dormir. Quiero que me distraigas del todo, que me hagas tan feliz como para que esas pesadillas se vayan de una vez- dijo mirándome a los ojos.

-Lo haré- dije sonriendo. Me besó la frente y luego bajó a mis labios, donde se detuvo más tiempo.


 

    Serena pasó a recogerme con el equipo a todo volumen y atravesó la población en menos de quince minutos. La casa donde la fiesta se celebraba se encontraba en un barrio nuevo, con casas de tipo español en las que no faltaba la piscina. Aparcó sobre el césped del jardín soltando algún que otro taco y tiró de las llaves. Me agarró del brazo y me arrastró hasta el interior de la casa. Dentro una nube de humo se extendía por todo el recibidor y enseguida entendí que esta fiesta era el doble de importante que las demás a las que había asistido. Seguí a Serena hacia el sótano de la casa, que era incluso mayor que la planta baja. Se acercó a una zona de sofás donde Scott, Mike y James estaban con otras personas. Me senté al lado de Mike, que parecía estar más borracho de lo normal.

-¿Y Alex?- preguntó alargando las vocales.

-No ha venido- le grité al oído. Después me dio un discurso que no necesitaba sobre el alcohol y varias cosas más que no pude descifrar. Serena desapareció con Scott y me arrepentí de haber ido a la fiesta. Aunque me llevaba bien con todos los chicos del grupo, estaba claro que si faltaban Serena y Alex no era lo mismo. James parecía mantenerse sobrio y de vez en cuando miraba con cierta pena a Mike, que bailaba con un grupo de chicas de primer curso. Fui a por una bebida a la planta de arriba y volví con la esperanza de que Serena ya hubiera vuelto, pero sólo James estaba allí. Antes de que pudiera volver a sentarme James se acercó y me dijo al oído que fuéramos a otro sitio. No me negué y lo seguí. Subimos las dos escaleras y abrió la puerta de una habitación para luego abrir las del balcón, causando que el aire moviera las cortinas. Salió y sacó su paquete de tabaco, lo puso sobre el cemento del balcón y luego sacó su mechero. Yo miraba cada movimiento metiendo mis manos en mis axilas intentando resguardarme del frío y me acordé de mi abrigo, que permanecía en el perchero del sótano. James, justo después de encender el cigarrillo sobre sus labios, se quitó su chaqueta vaquera y me la tendió, sonriendo de medio lado. No había tenido ocasión de conocer a James más allá de unas cuantas cervezas y alguna que otra broma, pero podía asegurar que tenía buen corazón.




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