—Y esa es la historia de cómo logré conseguir el mayor cargamento de opio que este mundo ha visto.— Concluyó su historia con un pulgar arriba.
—… ¿Me estás diciendo que estafaste a un grupo de sirenas usando una bolsa con piedras?
—Si lo dices así de resumido suena bastante menos impactante.
Este es nuestro 3er día de viaje, y la verdad es que jamás habían pensado antes lo bueno que es poder leer al aire libre. Incluso se siente mejor respirar y ya me acostumbré a viajar en esta carrera horrible. Solo hay dos cosas que no aguanto; La primera es que duermo mal y la segunda es…
—¿Por qué este caballo va tan lento?
—Así es Montaña, es un rebelde.
—No, diría que parece enfermo.
—Sí, enfermo de ganas por llevarnos al mejor viaje de la vida.
—¿Y estás seguro de que no es porque se está muriendo? Digo, es inhumano que obligues a este pobre caballo tirar él solo de esta carrera.
—¡Na! Montaña puede con todo esto y más.
—¿No será que se está muriendo por tener que tirar de varias toneladas de pura porquería?
—En primer lugar no, Montaña ha llevado esta cantidad de peso antes e incluso más. Y en segundo lugar, ¡No es porquería! Todo lo que llevamos es valiosa mercancía.
—Me cuesta creer que una bolsa de piedra es mercancía.
—No son piedras, son… Eh… Metal sin procesar.
—Literalmente te vi llenando esa bolsa la última vez que paramos.
—Eso una ilusión~.
Tal vez sea porque no tengo a nadie más para hablar, pero he llegado a encontrar entretenidas las conversaciones casuales con el señor Goodman.
—Bueno, vamos a detenernos por allá, en ese claro junto al camino.
—¿Al fin vas a enseñarme magia cómo prometiste?
—¿Lo hice?
—¡¡Sí!!
Desde el primer día le he pedido que me enseñe magia, pero lo único que me ha enseñado es a no preguntarle tan seguido, ¡Me mandó a leer un libro de biología! ¿Para qué quiero saber biología? ¡No tiene nada que ver con la magia!
—Bueno, has estado estudiando cómo te dije, así que es justo que empecemos con las lecciones básicas.
—Sabía que me ibas a… ¡Espera! ¡¿Dijiste que sí?!
—Sí, es justo que empecemos. Luego de comer pasaremos a un poco de práctica.
—¡Sí!
—Pero primero vamos a comer.
—Entendido.
Otra cosa que aprendí del señor Goodman en todo este tiempo que llevamos viajando es que tiene varios talentos muy muy muy inesperados. Entre ellos están tallar madera, poder hacer un nudo de hilo usando solo su lengua (cosa que me parece muy inútil) y el más importante, ¡Cocina muy bien! No se lo pienso decir ya que se pondría insoportable, pero incluso creo que cocina mejor que el chef del castillo. Eso es especialmente impresionante teniendo en cuenta que cocina en una fogata usando cosas que carga en su carrera.
Hoy por ejemplo acabamos de comer carne en un palo, lo cuál me parece muy rústico y todo pero… ¡No sé por qué era tan buena! Estaba perfectamente cocida y especiada, eso no debería ser posible, ¡¡Porque no había carne en la carreta para empezar!! Siempre hace lo mismo, saca cosas de la nada y cuando le pregunto de dónde saca esas cosas me responde “La encontré por ahí”.
—Bien, lavamos los cubiertos y luego empezaremos con tú capacitación.
—¿Qué cubiertos? Era carne en un palo.
—Los palos no se van a limpiar solos.— Respondió tarareando.
—Verdad, deja que yo me encargue.
Luego de eso tomé los palos que usamos y los lancé lo más lejos que pude.
—¡No! ¡Mis palos de edición limitada!
—¡Eran palos comunes y corrientes, ya deja de chillar por ellos y enseñame magia!
—¡Bien! Pero no me grites, se siente feo… Ven, vamos a alejarnos un poco de la carreta.
—¿Por qué?
—Por el bien de Montaña…
No sé qué habrá querido decir por eso, pero supongo que él está a cargo.
—Estoy muy emocionada.
—Sí, yo también... Dime, ¿Sabes cómo funciona la magia?
—¡Sí!
Cuando cumplí 6 empezó mí formación formal en el uso de la magia, y aunque en la práctica no tuve nada de suerte puedo decir que no soy tan mala en la teoría.
—Las artes arcanas, popularmente conocidas cómo “magia”, es el compendio de técnicas que se usan para controlar el prana que los seres vivos tenemos y normalmente no podemos emplear.
—¡Genial! No debo enseñarte la parte aburrida.— Declaró limpiándose de la frente una gota imaginaría de sudor.— ¿Cuál es el primer paso para aprenderlas?
—Hacer que el practicante sea consciente de su prana, permitiéndole sentirlo y comenzar a controlarlo.
—¿Ya tuviste tú proceso de despertar?
—Sí, el mío fue mediante un brebaje, no fue natural.
—¡Muy bien! Esa es mí discípula favorita.— Dijo poniendo su mano en mí cabeza con orgullo.
Normalmente me enojaría por ese tipo de comentario, pero estoy tan feliz ahora mismo que se lo voy a dejar pasar.
En cuanto a lo de “Proceso de Despertar”, así de denomina al momento en el que una persona comienza a manifestar un control sobre el prana. El tipo más raro es el natural, que suele presentarse con una frecuencia un poco mayor en miembros de algunas familias nobles, pero en general suele ser por azar. Luego están los otros dos métodos; El denominado “artificial”, que es mediante a brebajes hechos por habilidosos alquimistas, y el “violento”, siendo este último conocido también cómo el método “Suicida” ya que requiere tener suerte al momento de ser golpeado por un fuerte ataque mágico.
Cómo dije antes, mí despertar fue mediante un brebaje de muy alta pureza. Mayormente son muy caros y suelen traer efectos secundarios muy malos para el cuerpo, pero el que yo bebí era tan puro que no tuvo efectos secundarios. Obviamente fue un producto muy caro que a día de hoy siento un poco que se desperdició en mí dado el poco talento que tengo, pero yendo directo a lo importante… ¡Esa cosa era un asco! Ya que era tan caro al menos podrían haber hecho que esa cosa tuviera un buen sabor, pero no, ¡Tenía que ser intragable!
—Bien, por lo general los más raros son los despertares naturales. Un ejemplo perfecto es tú padre, que a sus cinco años lo tuvo mientras dormía… ¿Sabes por qué fue eso?
—¿Hay una razón? Pensé que era más un asunto de azar.
—No, sí hubo una razón.
—¿Y cuál fue? En ningún libro que leí vi algo que pueda explicar el caso de su padre. Cuando le pregunté si hizo algo especial para lograrlo solo me respondió que comió hasta que le agarró diarrea. Nunca más volví a preguntarle luego de eso…
—Bueno, en resumen, la razón está debajo de aquella roca, ¿Podrías levantarla por mí?
—¿Y qué hace debajo de una roca?
—Solo levantala, ¿Sí?
—… Está bien, pero más te vale que no te estés burlando de mí.
Me dirigí a la piedra que él apuntó y la levanté tal y cómo me lo pidió.
—No había nada debajo de la roca, solo… ¡Que asco! ¡Gusanos! ¡¡Ah!! ¡¡Hay una araña en la roca!!— Grité luego de lanzarla lejos.— ¡¿Por qué me hiciste levantar esa porquería?!
Al voltear a verlo él me estaba observando con una sonrisa en su rostro. Tal parece que se estaba divirtiendo con lo que acaba de ver y eso me dan ganas de patearlo…
—¡No! Espera, no me estoy riendo de tú fobia a los insectos.
—¿Entonces? Espero que tú escusa me convenza.
—Espero que así sea, por mí propio bien. No quiero que la chica que acaba de lanzar una roca de al menos diez kilos solo con su brazo derecho esté mucho tiempo enojada conmigo.
—… Creo que acabo de detectar un poco de ironía.
—Elie.
—¿Qué?
—Las personas normales no pueden hacer eso.— Dijo antes de empezar a reír.
—Y ahora estás mintiendo, ¡Todos en el castillo podían levantar diez kilos incluso con un solo dedo! Bueno, todos menos Sophie, pero ella siempre fue debilucha.
—Elie, ¿Estás consiente de que la mayoría de las personas en ese castillo eran al menos usuarios básicos de magia? La única excepción serían las criadas, cosa que explica la “debilidad” de tú amiga.
—… ¿Me estás queriendo decir lo que yo creo?
—Sí, no es normal que una chica bonita de brazos suaves, sin magia, pueda levantar en seco una roca de diez kilos sin hacer una mueca chistosa y luego lanzarla cual pelota. Es literalmente la definición de anormal.
¡Vaya! Eso explica por qué Sophie me miró tan feo cuándo le pedí que me ayudara a mover el armario. No tenía idea de que yo era la rara… Aunque eso explica las lecciones de mí padre sobre medir mí fuerza para no romper las cosas. ¡Ahora yo parecía la loca al preguntar enojada por qué todo en el castillo era tan frágil!
—El punto es que los miembros de la familia real de Fleur no son personas normales, y es por eso que son tan fuertes y están tan por encima de la media.
—Sí, lo sé, ya me han contado esa historia muchas veces y sigo pensando que es una estupidez.
Cuando era pequeña papá siempre me contaba la historia de la fundación de Fleur; “Una vez, hace mucho tiempo, una criatura nacida del mal cayó sobre la tierra trayendo consigo destrucción y desgracia. Solo un hombre tuvo la valentía de levantarse contra aquella calamidad, y reuniendo consigo un grupo de personas afines a sus ideales marcharon a ponerle fin a aquella época de tempestad. Ante tal acto de conmovedora valentía y viendo que iban a ser derrotados, un ángel bajó de los cielos y puso fin a aquel monstruo que los atormentaba, para luego alimentar los suelos con su cuerpo y traer gran fertilidad a la tierra que había sido arrasada llenándolo todo de hermosas flores.
Cómo un premio por aquel inquebrantable ímpetu que mostró, aquel hombre fue recompensado con parte de la fuerza de aquella criatura. Gracias a ese don, ese hombre usó su poder para el bien y fundó el reino de Fleur siendo él su primer rey, ¡El primer miembro de un linaje real que se mantiene hasta hoy en día!”
—Honestamente esa historia me suena a un cuento. El médico del castillo me dijo que las marcas en el cuerpo de la familia real se deben a una mutación producto de una magia familiar.— La historia de un ángel y un monstruo es demasiado hasta para mí.
—Ey, es un punto de vista razonable, pero no se puede negar que tienes de normal lo que yo tengo de delfín.
—Esa fue una pésima comparación, ¿Y qué tiene que ver todo eso con la práctica?
—Tú y tú padre tienen algo en común, y es que son muy talentosos.
Con ese último comentario sí que no pude evitar reírme, ¿En serio me va a tratar de decir que soy talentosa? Mí padre es temido en todo el continente por su fuerza y podía usar magia desde los 4 años. Luego estoy yo, que estoy a punto de llegar a la adultez y aún no puedo ni hacer lo más básico, ¡Hay un límite en cuánto a que se puede decir para alentarme!
—No te rías, lo digo en serio.
—Sí, claaaaaro…
—¡Está bien! Te lo demostraré, ¿Sabes cuál es el primer paso para practicar?
—Sí, ya puedo sentir el flujo de energía alrededor de mí cuerpo…
—Bien, entonces sigue la parte en la que me dijeron que siempre fallas, ¡Muéstrame cómo mueves esa energía! Empezamos con algo sencillo.
Él cerró los ojos y extendió su dedo índice, que después de unos segundos tuvo flotando cerca de su punta una pequeña luz.
—Esta es la forma más básica de control útil, un disparo de magia.
El apuntó su dedo cuál pistola a un árbol y luego disparó; La pequeña luz salió rápidamente despedida desde su mano a la madera del árbol, dándole un golpecito.
—Solo debes acumular energía en la punta de tú dedo, comprimirla en una esfera pequeña y luego tratas de empujarla lo más rápido que puedas hacía adelante.
—Está bien… Pero por favor, aléjate y tráeme una manta.
—¿Para qué la manta?
—Solo hazlo, la última vez la necesité.
Él fue a buscar lo que le pedí mientras yo seguía sus intenciones. Me dijo lo mismo que me habían dicho ya tantos maestros de magia antes, pero mucho más simplificado. Esto se va a poner feo.
Cerré los ojos y me concentré en aquella energía interna, el “prana”, tratando de moverla a un punto específico. Mucho dicen que el prana es cómo una especie de arroyo interno, y lo único que hay que hacer para controlarlo es aprender a cambiar la dirección y caudal del agua… Ese consejo jamás me funcionó. ¿Un arroyo? ¡Eso es una vil mentira!
Ni siquiera un minuto había pasado desde que comencé el ejercicio y ya sentía aquella presión en el ambiente. El prana no era para nada similar a agua en movimiento, ¡Parece más bien alguna clase de líquido explosivo para mí! Sentí entonces que todo a mí alrededor estaba temblando, y cómo si algo me golpeara desde todas las direcciones. Los respectivos mareo y desorientación vinieron en conjunto con el dolor cuándo volví a abrir los ojos, contemplando cómo ya no había césped cerca de mí y mí ropa estaba en muy mal estado.
—Ah, para eso era la manta…
—Sí, ahora deja de verme cómo bobo y dámela antes de que te pique los ojos.
Por suerte las partes importantes de mí ropa no se despedazaron. Lo único que tengo muy a la vista son piernas, brazos y abdomen, pero aún así es vergonzoso.
—Eso fue chistoso. Un desastre, pero uno muy chistoso.
—¡Claro! Mí enfermedad es muy chistosa, no lo dudo.
—¿Enfermedad?
—Los médicos dijeron que se llama “Síndrome de Galta”, y mí caso es el más severo registrado hasta la fecha.
—¡Ah! ¿Hablas de ese padecimiento que hace que una persona expulse su propio prana cada vez que trata de concentrarlo?
—Eso… sí, es extrañamente exacto.
—Fue documentado por primera vez hace más de 600 años por el Taumaturgo Jason R. Galta, que nombró el síndrome luego de documentarlo en una pobre practicante que tuvo que renunciar a su capacitación en el uso de la magia. A día de hoy, al ser tan raro, no se sabe con exactitud qué lo causa pero sí se tienen varios indicios de que-
—¡Wou, wou, ya entendí! ¿Cómo sabes tanto del Síndrome de Galta?
—Mayormente leo en mí tiempo libre. Y suelo tener mucho tiempo libre.
—Entonces ya sabrás lo mala que es mí situación, ¡Solo ha habido una persona que ha logrado curarse del Síndrome de Galta! Fue hace 250 años, y tal parece que una mujer logró superarlo entrenando constantemente durante mucho tiempo, ¡Pero a pesar de eso nadie quiso ayudarme!
—Puede ser porque la persona de la que hablas era Emilia Verliebtheit.
—Ajá… ¿Y?
—Bueno, la mayor parte de la comunidad concuerda en que no lo logró solo con esfuerzo, sino que lo logró porque fue la última persona que fue entrenada por Aleph Odal.
—Ese nombre me suena…
—Debería. Ese tipo es el fundador del la Organización Reguladora Arcana, el primer Taumaturgo y mayor contribuidor al estudio de la Magia.
—N-no es para tanto…
—¿No es para tanto, Elie? ¡Al tipo le dicen el padre de todos los magos!
Y así cómo así todas mis esperanzas de poder aprender a usar magia se derrumbaron cómo una torre de cartas.
—Vamos, no te deprimas tanto.
—Acabas de decir que la única que se curó lo hizo gracias a que tenía el mejor maestro posible, ¡Y su caso era más leve que el mío!
—Sí, pero tú vas a estar bien.
—¡¿Cómo?!
—Tú no tienes el Síndrome de Galta.
Lo miré un poco extrañada, a lo que él levantó el pulgar en muestra de que no estaba bromeando.
—… ¿Sabes qué? Ni siquiera voy a preguntar, solo haz lo que tengas que hacer para que yo pueda usar magia.— Dije levantándome y yendo a la carreta.
—¿A dónde vas?
—A ponerme ropa que no parezca sacada de un incendio.
—Suena razonable, esperaré aquí.
—Tratas de espiarme otra vez y juro que meto tú cabeza en el ano de Montaña.
—¡Caraj*! Detenido antes de poder siquiera ponerme en acción… La vida es injusta.
—No sé por qué aún te aguanto.
El frío está llegando, y con ello la época de ropa un poco más abundante. En mí paso optaré por unos pantalones y una blusa para empezar… ¡Y adoro usarlos! Sophie me criticaba cada vez que trataba de ponerme pantalones en lugar de faldas o shorts, pero no la culpo ya que le estaba haciendo a mí madre el favor de vigilarme. Realmente lo agradezco, ya que si dependiera de mí madre andaría en ropa interior antes de andar usando pantalones largos… Supongo que serán cosas de la cultura elfica, aunque tampoco me sorprendería que fuera algo propio de la degenerada que es mí tan querida madre. ¡Y quién diga que no es una degenerada es porque no la conoce bien! Una vez mí hermano me regaló una espada de madera que él usaba cuando era pequeño, ¡Y ella la quemó porque no era bonita!
Cómo sea, me terminé de poner ropa abrigada y que no me gustase tanto (no quiero romper ropa buena) para luego volver a ver a Dennis. Él estaba agachado, examinando el suelo donde “exploté”.
—Volví, ¿Encontraste algo interesante en el suelo?
—No, solo examinaba la zona de desastre. ¿Lista para seguir?
—Sí, pero… ¿Cómo sabes que no tengo el Síndrome de Galta?
—Corazonada.
No esperaba nada de él y aún así logra decepcionarme.
—¿Y qué me detiene de ir a deprimirme mirando la fogata?
—Vamos, confía en tú maestro. Siéntate en el suelo cruzando las piernas y pon tus brazos en la posición que consideres más cómoda.
—… De todas formas no tengo nada que perder, vamos a intentarlo.— Me senté en el suelo cómo él dijo y puse las manos sobre mis rodillas.— ¿Y ahora?
—Cierra los ojos y trata de controlar otra vez tú energía interna.
—¡¿Estás tratando de desnudarme?!
—Que no, confía en mí. Este es un ejercicio para… Eh… ¿Hacer que el prana recorra los nervios y se acostumbre a pasar por ahí?
—Estoy segura de que te lo acabas de inventar.
—Solo haz lo que digo, créeme.
—… Bien.
Cerré los ojos con duda, concentrándome nuevamente en tratar de desplazar el prana en mí cuerpo. Esta vez trataré de detenerme cuando sienta que las cosas se me salen de control. Comencé a tratar de poner el prana bajo control cuando repentinamente sentí que algo me picó la frente.
—¡Ey! ¡¿Qu-
Apenas abrí los ojos y sin tiempo para quejarme una mano chasqueó los dedos a apenas centímetros de mí rostro. Junto a ese sonido repentino vinieron mareos y un poco de desorientación...
—¿Qué… Me hiciste?— Pregunté mareada luego de acostarme en el suelo.
—Nada, solo un pequeño truco para relajarte.
—¡Me siento muy muy estresada!
—Jaja, tranquila, se te pasará enseguida.
Tal cómo él prometió, apenas pasaron pocos segundos hasta que el mareo se me fue y volví a la normalidad, justo a tiempo para golpearlo por hacer lo que fuera eso.
—¡Espera, juro que era necesario!
—¡¿Necesario para qué?!
—Para tú entrenamiento obviamente. Ahora definitivamente avanzaremos más rápido.
—¿Y en qué te basas?
—En que ahora estás tan enojada conmigo que no le prestarás atención a la canalización de prana y te saldrá naturalmente.
—Eso no tiene sentido.
—¡Lo sé! Solo trata una última vez.
—… Si no lo logro te voy a patear la rodilla.
Él empezó a reír levemente con algo de nerviosismo mientras yo cerraba los ojos y volvía a tratar de canalizar mí prana. Esta vez de verdad se sentía diferente… ¿Eh? ¡No está saliéndose de control!
Tranquila Éliette, respira hondo, no lo arruines, ¡Puede que solo sea una casualidad, debo aprovecharla! Comencé a tratar de acostumbrarme y a movilizar esa energía, dirigiéndola a la punta de mí dedo y… Fallé. Esta vez no explotó todo a mí alrededor, sino que fue una pequeña onda expansiva que nació cerca de la punta de mis dedos. Al abrir los ojos allí estaba el señor Goodman mirándome con aprobación.
—¿Y bien? ¿Cómo se sintió poder controlar tú prana por primera vez?... ¿Hola?
Estaba en silencio, tratando de procesar lo que acaba de pasar. Yo… ¡Acabo de usar magia! O bueno, algo así. Solo se lo pedí por reflejo, ¡No pensé que de verdad iba a poder enseñarme magia tan rápido!
—… ¿Estás llorando?— Preguntó el señor Goodman acercándose.
—No…
—Está bien, entonces tomemos un descanso programado.
Él no dijo nada y solo se sentó junto a mí. Estuvimos en silencio por unos minutos, hasta que yo me puse de pie.
—Sigamos, ¡Apenas estoy iniciando!
—Esa es la actitud.— ¿Por qué muestra esa sonrisa de orgullo? Arruina el momento.
—Sí, tengo mucho tiempo que recuperar. ¡Ahora no habrá noble que se ría de mí en la capital!
—¿Los nobles hablaban mal de ti?
—Sí, pero no lo hacían directamente. La mayoría se guardaba su desprecio y trataba de aparentar cerca de mí. Hasta ahora supongo que la peor fue la oferta de matrimonio con el hijo de aquel duque. Decía algo sobre “En vista de la difícil situación de la primera princesa, me gustaría recordarle que mí casa la recibirá con los brazos abiertos y que la oferta de matrimonio con mí hijo sigue en pie”, o algo así.
—Vaya, lo recuerdas bien.
—Se… Primero muerta antes de terminar con ese cochino degenerado. Solo sentía libido y un sentimiento de superioridad viniendo de aquel chico. Era asqueroso.
—No lo dudo… Ey, ahora que lo pienso, nunca te pregunté qué te dice esa habilidad rara que tienes sobre mí.
—Hm… Es complicado.— Llevo días meditando sobre ello, y la verdad es que lo que siento del señor Goodman es algo que no había sentido antes.— Diría que lo que detecto es alguna clase de… ¿Estupidez? Sí, creo que es estupidez. Tú presencia me confunde.
—Ese es un cumplido, ¡Es muy importante para un comerciante ser indescifrable!
—A veces das miedo, pero luego recuerdo quién eres y se me pasa.
—¡Vamos, sigamos entrenando!
Me preocupa un poco el hecho de que es la única persona que no he podido descifrar, pero sé que al menos no quiere hacerme nada malo. Cómo un plus mí padre confía mucho en él, y papá siempre suele tener razón.
Seguimos practicando por el resto de la tarde hasta que cayó la noche. No logré completar el ejercicio, pero parece que es normal. El señor Goodman separó el ejercicio en 3 partes prácticas para facilitarlo, y ya que ahora puedo usar magia sin estallar en el proceso tengo permiso de practicar mientras viajamos.
—¿Y para cuándo voy a poder lanzar bolas de fuego?
—Un paso a la vez.— Dijo mientras seguía revolviendo el contenido de una olla.— Primero aprende siquiera a acumular prana antes de hacer cosas más complicadas.
—¿Y tú puedes hacer eso?
—Nope.
—¿No puedes lanzar fuego?
—Para nada… Aunque parece divertido.
—¿Entonces qué es lo que puedes hacer?
—Puedo pelas una papa usando una uña de mí pie derecho.
—¡Hablaba de magia!
—¡Ah! Nada de hecho. Lo mejorcito que podría hacer actualmente es… Supongo que lanzar un proyectil de prana.
—¿Cómo el de hace rato? ¿Entonces tú especialidad es dispararle a la gente con eso?
—¡No! Sería tonto, con la potencia máxima que logro no podría ni agujerear un pedazo de cartón.
—… ¿Entonces solo sabes hacer lo que me mostraste hace rato? ¿Disparar proyectiles de prana que no sirven ni para hacer un agujero en la pared?
—“Proyectil”, solo puedo disparar uno.
Ambos hicimos silencio por unos segundos mientras yo sentía cómo mí estrés subía a toda velocidad.
—¡¡Dijiste que eras bueno!!— Le grité poniéndome de pie.
—Sí, soy bueno. No ladró, muerdo ni orino en la alfombra.
—¡Me refería a que si eras bueno usando magia!
—¡Ah! Eso tiene más sentido… No, de hecho creo que estoy debajo del promedio. Mí control es torpe y mis reservas de prana son las de una ardilla enferma.
—¡Genial! Tengo de maestro al peor mago de todo el continente.
—No seas así. Estoy seguro de que estoy al menos entre los peores a nivel mundial.
—¡Era sarcástica!
—Yo no, en serio soy malo usando magia.— La forma despreocupada en la que lo dice es bastante desalentadora.— Pero tranquila, no necesito poder hacer algo en específico para enseñarle a alguien más a hacerlo.
—La verdad es que no voy a discutir con los resultados. Pero ya en serio, ¿Cómo me curaste?
—Ay Elie, tú no estabas enferma. Solo necesitabas un pequeño empujón.
—¿Y por qué no podía usar magia entonces?
—Porque no me tenías a mí de maestro.— Respondió inflando su pecho con orgullo.
—Dime la verdad o voy a practicar los proyectiles de prana disparándote a ti.
—Ese ultimátum dio miedo… Pero ey, si sigues estudiando hasta ser como yo descubrirás cómo solucioné tú problema.
—¿Si sigo estudiando llegaré a ser cómo tú?
—¡Sí!
—Gracias por la advertencia.— Comenté mientras ponía mí libro junto al resto de la leña.
—Me siento un poquito ofendido, pero lo dejaré pasar.— Él movió el libro de la leña y luego procedió a ponerle un poco de sal a lo que estaba cocinando.
—Espera, ¿Cómo te defiendes entonces? No llevas escoltas en tus viajes, eres malo con la magia y no he visto ningún tipo de arma entre la mercancía.
—No necesitas armas cuando tienes mí labia y una cara como la mía, tallada por los mismos ángeles.
—… ¿Cómo es que no estás muerto?
—¿Suerte? Supongo.— Respondió pensativo mientras servía lo que cocino en un par de tazones.
—Mejor comamos antes de empiece a cuestionarme mí propia seguridad.
No sé si lo mencioné antes, pero el señor Goodman de verdad cocina bien. Un poco de comida después decidí limpiar yo misma las cosas para compensarlo por haber cocinado. En realidad estoy pensando en pedirle que me enseñe a cocinar, se ve entretenido y es algo que siempre he querido hacer al menos una vez. Allá en el castillo no me dejaban ni acercarme a la cocina, y quiero aprovechar a aprender ahora que no está mamá para decirme que es innecesario que yo aprenda a hacer ese tipo de cosas.
Fuera de ello la hora de dormir llegó, y lo hago dentro de la carreta con una bolsa de dormir muy holgada. No es exactamente la manera más cómoda de dormir, ¡Era casi dormir en el piso a comparación de la cama en el castillo! Y aún así debo admitir que he llegado a acostumbrarme. El único problema y la razón por la que he estado durmiendo mal es porque cada vez que cierro los y estoy a punto de dormir los recuerdos inundan mí mente. Recuerdos de hace días, cuando casi soy secuestrada por Didier. Al final las cosas se resolvieron de forma tan abrupta que incluso ahora tengo mis dudas sobre si todo se solucionó realmente, ¿Y qué pasa si me despierto solo para descubrir que sí fui secuestrada? Por culpa de esas reflexiones que me pasan por la cabeza cuando me aburro pues me cuesta un poco dormir estos últimos días. Más aún porque se acumularon con lo mucho que hecho de menos a las personas del castillo; Sophie, papá, mamá, mí hermano… Los extraño más de lo que pensé que lo haría.
Mientras estaba tratando de dormir escuché que él se acercaba.
—¿Otra vez con insomnio?— Preguntó el señor Goodman observándome.
—¿Y tú? ¿No vas a dormir?
—Ahora mismo estoy un poco más preocupado por tus hábitos de sueño que de los míos.
—Estoy bien, solo necesito acostumbrarme.
Supongo que la pesadilla más recurrente de entre las que he tenido en los últimos días ha sido la de despertar sola en un lugar desconocido. Es una situación que jamás desearía tener que pasar, y creo que el haberme alejado del castillo solo aumentó ese miedo. Un precio a pagar por la libertad, supongo…
—¿Te molesta si me quedo por aquí? Prometo no interrumpir tú sueño.— Comentó sentándose en la parte delantera del carro mientras sacaba un libro.
—Haz lo que quieras, solo no intentes nada raro.
—Soy un caballero, no me atrevería a hacer nada raro sin antes un poco de cloroformo.
—¿Qué dijiste?
—Nada, que puedes dormir tranquila. Yo leeré un rato y haré guardia, así que no te preocupes por nada. ¡No hay nada más confiable que los sentidos de un cobarde!
—Estoy segura de que eso no es algo de lo que deberías presumir tanto.
Es un estúpido, pero es difícil no tenerle confianza. Si él de verdad hace viajes solo con regularidad entonces debe saber uno o dos trucos de supervivencia. De no ser así, ya habría muerto hace rato. Volví a cerrar los ojos, esta vez con la certeza de que no despertaré para encontrarme sola, ya que no tengo tanta suerte cómo para que él desaparezca por arte de magia.
Tardé un poco en conciliar el sueño, esta vez no tan sombrío cómo venía siendo de hace varias noches. Fue una noche de sueño muy tranquila comparada con las que he tenido últimamente. El sonido de algo cocinándose en conjunto con el olor de lo que sospecho es carne freída me hizo despertar con una buena expectativa de la mañana. Pero lo que sí me despertó fue escuchar un ruido afuera, el de un carro alejándose. Me asomé y vi cómo en efecto una carroza se alejaba de nuestra posición en dirección contraria a dónde nos dirigimos.
—Buenos días Elie, ¿Dormiste bien?— Desde un lado apareció el señor Goodman saludándome con una sonrisa.
—Extrañamente sí, pero más importante, ¿Quiénes eran esos?
—Ah, ¿Ellos? Vienen del pueblo al que vamos. Van a la capital a pedir una investigación más exhaustiva sobre cierto suceso que los ha estado molestando.
—¿Qué pasó allá?
—Nada muy importante.
—Vamos, dime.— Ahora sí tengo curiosidad.
—No es nada, solo un pequeño caso de animales muertos.
—¿Y no pueden resolverlo ellos mismos?
—No luego de lo que pasó hace poco.— Él volteó y se dirigió a seguir cocinando.— Parece ser que ahora el responsable empezó a matar personas.
Los días tranquilos de viaje parecen haber llegado a su fin, y bastante rápido.
#34549 en Novela romántica
#16149 en Fantasía
romance tierno, aventura en un mundo fantastico, comedia situacional
Editado: 23.06.2020