—¡Muerde el balón, humano! ¡Muérdelo! —le ladré a mi amo un par de veces, pero él me ignoró.
De alguna forma mágica elevó la pelota desde su pie hasta su rodilla, y de allí la hizo saltar hasta su cabeza. Estuvo un rato corto con el balón en la frente, teniendo los brazos extendidos, para dejarla caer contra su pecho y, una vez tocó el suelo, propinarle una fuerte patada que la estrelló contra la pared y luego una y otra y otra vez.
Debo confesar que no sé qué placer tiene eso de patear una pelota contra la pared. Insisto que es mejor morderla, ya que sientes como se opone a que la desinfles y descubras su contenido. Sin embargo, lo que más me inquietaba era que mi humano estaba extraño después de que llegó de la fiesta post-partido de fútbol muy, muy tarde.
Yo solo lo escuché entrar a la casa y ver la luz de su habitación encenderse para luego apagarse. Al menos había llegado a salvo y eso me alegraba, porque cuando entré a su cuarto para despertarlo lo encontré dormido boca arriba, con una mano sobre sus ojos y un pie despojado de esos extraños pantalones fuera de la sábana.
Gemí para llamar su atención, ladeando la cabeza. Mi humano ahora estaba llorando…, oí cuando sorbió por la nariz y descargó otra fuerte patada contra la pared.
—¡Enrique, por favor! —chilló la voz de su ama desde el interior de la casa—. Vas a destruir la pared si sigues golpeándola. ¡A tu padre no le gustará!
Mi amo se detuvo y se pasó una mano por la nariz, dejándose caer de culo en el suelo. Ese era mi momento de ser el perro consentido que lo haría feliz otra vez. Me acerqué meneando la cola y él me recibió con una caricia sin una pizca de cariño en mi cabeza. Era como si el grito de su madre hubiera consumido toda la alegría que lo hacía ser mi amo, y lo que quedara era como un balón de fútbol: una cubierta dura de blanco y negro que protegía algo que había dentro…, algo tan vacío que solo te hacía rebotar de un lado a otro y te hacía llorar.
Me senté delante de él con la esperanza de que me dijera algo o de iniciar con las sesiones de morder el balón. Incluso lo entusiasme al levantar mi pata derecha para que él la tomará, y así hizo.
—Creo que es hora de enseñarte nuevos trucos, ¿eh, colega? —dijo con una sonrisa triste.
Gemí y le dediqué un ladrido a modo de respuesta. En realidad, para los que somos perros y podemos comprendernos entre nosotros, quería decirle si primero aprende a morder la pelota en vez de patearla como un salvaje.
Siguió acariciándome un rato más hasta que la puerta del patio se abrió. Esperaba que la ama de mi amo saliera y lo reprendiera por haber hecho tanto ruido; sin embargo, Stephanie dejó que la puerta se cerrara a su espalda y se inclinó para apoyarse contra la balaustrada del último escalón, contemplándonos.
—Como en los viejos tiempos, ¿no? —dijo ella, pasando un mechón de cabello por detrás de la oreja—. Te conozco, hermanito. Aunque no lo digas en palabras por… —Se encogió de hombros—, ya-sabes-quién y ya-sabes-porqué, aprendí como buena hermana mayor a traducir tus palabras con ese balón.
Se irguió e hizo una seña para que la siguiéramos.
—¿Vienes o te quedarás allí a ver si te salen raíces por el culo? —Se rio y mi amo lanzó una risotada, diciéndome que lo siguiera adentro de la casa.
La ama de mi amo se la pasaba hablando por teléfono y fumando en la habitación. No sé qué clase de magia había en ese aparato, pero la hacía reírse de una manera escalofriante… como una bruja de esas que mi amo suele ver en pelis en los días de calabazas y trajes negros y aterradores.
—… ¡Ay, no! No sabes cuánto detesto a Mary. ¿Y sabías que su hijo va a estudiar medicina en la peor universidad del país? ¡Ja! —Se llevaba el cigarrillo a sus labios, sus pálidas mejillas se hundían y se lo quitaba de la boca. Primero era una bruja y luego una chimenea chismosa cuando continuaba hablando y exhalando humo por todos los huecos que tiene en su cabeza—. Pobre mujer tan ingenua. Apoyo que ese niñato con acné estudie medicina, al menos tendrá una profesión; pero por favor, querida, tampoco humilles a tu hijo llevándolo a una Colegio del Estado solo porque es más barato. Para algo existe la Universidad Internacional en este país, ¡por favor! Prestigio, mon amour, prestigio es sinónimo de…
No seguí escuchándola. Steph y mi amo se escurrieron escaleras arriba con sigilo y yo detrás, aunque no pude evitar sentir que mi pelaje se erizaba con otra de esas risas de esa mujer: estridentes y socarronas que solo denotaban malicia.