Eiren:
Sé que esta no es la mejor forma de actuar, Sé de antemano que no puedo verme afectada por aquella nota que siquiera nombra al autor de lo escrito. No puedo enloquecer, no es necesario delirar y sumirme en la paranoia; sin embargo, mi cuerpo no cumple las instrucciones de mi cerebro, involuntariamente realiza lo que desea sin medir las consecuencias. Soy un manojo de nervios.
Los extraños acontecimientos que han transcurrido desde hace semanas no se cansan de llegar y eso me tiene trastornada.
Aquella noche que visualicé la frase de la arrugada hoja no pude dormir y eso causó que al día siguiente tuviera las ojeras más violáceas de la vida, agregándole que el dolor de cabeza me derrumbó y traté mal a todo el mundo, incluyendo a Keitan quien solo intentaba consolarme.
Lo único bueno que sucedió esa jornada fue que Isaac y yo obtuvimos una de las notas más altas con respecto a la actividad entregada y eso fue emocionante, le agradecí un montón por haber realizado un perfecto y pulcro ensayo. Eso estabilizó mi estado de ánimo y pude plasmar una sonrisa en mis labios hasta que llegué a casa.
Continúo cepillando mi largo cabello azabache mientras me veo en el espejo y diviso la magia que hace el corrector y una buena base. No parezco tan demacrada, me veo bien. Las bolsas debajo de mis párpados son apenas visibles y se verían solamente sin alguien se acerca demasiado a mi semblante.
En el tiempo que yazgo peinándome, mi cabeza está en otra parte, las ensoñaciones van y vienen, las suposiciones y deducciones están en un vaivén extenuante.
Los pensamientos se dirigen de Jarel a Keitan y mi padre, Abraham. No puedo dejar de razonar el por qué el chico de ojos grises no ha asistido últimamente a la universidad, es como si se lo hubiera tragado la tierra, su paradero se desconoce. Cuando se lo pregunto a Keitan solamente responde un “está enfermo” y sé que miente, su rostro y las muecas que hace al responder lo delatan.
El hermano mayor de los Edín ha estado actuando insólitamente, anda ido y en varios contratiempos detiene su andar en los pasillos para quedarse cabizbajo y con sus manos vueltas puños, no comprendo su conducta, se ve cansado. Además, su densa aura ha ascendido, ha incrementado el nivel de intensidad, todo se vuelve sombrío a su alrededor, tan renegrido que proporciona escalofríos.
… Y con respecto a papá, ya ni sé qué suponer de él. Ahora pasa más tiempo con nosotros, ha hecho carcajear a mamá. Alegra las mañanas de Elea y suelta comentarios cómicos al verme. Todo ha vuelto a la normalidad y eso es un peso menos en mis hombros, me siento aliviada al ver que en casa ya no es un infierno hecho realidad.
Doy un respingo cuando despierto de mis pensamientos y veo como mi padre me escanea de arriba hacia abajo. ¡Santo dios! No me había percatado que se introdujo a mi habitación.
Frunzo el ceño al ver lo interesado que está al verme. Me aclaro la garganta y el rápidamente acierta con mis ojos a través del espejo.
— ¿en serio tienes pensado salir con ese vestido? —interroga con visible disgusto.
Reviso mi vestimenta y me sonrojo al ver que en realidad está algo corto, aun así, es aceptable y tapa más de lo necesario.
He escogido de mi closet un vestido carmesí de manga larga, es hermoso, la tela que cubre mis brazos es de encaje con un diseño delicado. La misma tela se ubica en pocas partes de mi espalda ya que esta está descubierta. La prenda se acentúa en mi cintura y la hace ver diminuta. Llega aproximadamente a diez dedos sobre mis rodillas así que no es tan exhibicionista como deja a pensar mi padre
>> Es muy corto. Aparte, ¿no crees que te caerás con esos zapatos?
—no papá, aunque no lo creas sé andar con ellos.
Leia se ha encargado desde hace tiempo enseñarme a caminar perfectamente con estos tacones altísimos. Como ya se usarlos como se debe, decidí hace poco comprarme unos de aguja con suela roja.
Camino hasta mi cama y me siento sobre ella tras cerciorarme que no arrugaré el vestido en el proceso. Soy consciente que Abraham no ha despegado la vista de mí y eso está incomodándome. Tomo el celular y le escribo un texto a mi amiga para ver si ya viene llegando a mi hogar, decidimos irnos juntas a casa de Keitan y Jarel.
— ¿no nos estás mintiendo?, creo que es mucho para ir simplemente a cenar. ¿No es algún novio, Eiren?
—no te estoy mintiendo, ¿Por qué lo haría? Voy vestida así porque es formal, no puedo ir con unos pantalones desgastados y una franela sin más. Deja de preocuparte. Irá Leia, no nos pasará algo.
— ¿tiene auto o tengo que dejarlas en esa casa?
—ella no tiene vehículo pero su madre se lo prestó hoy. —Oteo para averiguar si ya está conforme con mi respuesta, pero al hacerlo sé que no está a gusto con esto.
—es mejor que te quedes en casa, hija. No sé por qué, pero no tengo un buen presentimiento de esto —dice resignado, algo asustadizo.
—No me digas eso, sabes que cada vez que lo dicen no puedo andar tranquila porque siento que algo malo va a sucederme —replico.
Anteriormente mamá no me permitía salir a fiestas o a simples salidas al cine con mi mejor amiga, entonces, yo me encargaba de insistirle hasta que me espetaba: “está bien, ve. Yo ya te dije que no quería que fueras”. En el tiempo que venían a buscarme para llevar a cabo dicha reunión, una fuerza en mí me obligaba a negarme, me aterrorizaba salir después de escuchar el tono de advertencia de Elissa. Es como si una anomalía sucedería y yo saldría perjudicada, todo por mi culpa al no haberle hecho caso a la cabecilla del hogar.
—Tendré que aprovecharme de eso entonces —bromea.
—ya no tiene chiste, mamá ya se cansó de repetirme lo mismo. Pude superarlo.
—Rayos —masculla bromista.
Se aproxima a mí y deja un casto beso sobre mi cabello
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Editado: 12.03.2021