Indagando su oscuridad

Capítulo 11. El secreto de Isaac

Eiren:

Esos ojos grises que tanto se impregnan en mis pensamientos están ahí, esperando una reacción de mi parte. Su mirada es tan frívola que la idea de moverme se va al caño. Yazgo paralizada, cada nervio de mi cuerpo se ha activado y me ha convertido en un manojo de ellos. Soy levemente consiente del modo en que mi cuerpo se estremece al permanecer vulnerable ante su mirada.

Desde la primera vez que ojeé sus luceros supe que eran aterradores de una manera impresionante, ahora, se ven tan terroríficos que parece irreal. Luego de mis quince años, esa fatídica noche en la que recibí el peor de los castigos, no volví a sentir aquella sensación de terror como la que ahora siento. Incluso, es más abrumador que en aquella cena con los Edín.

Le temo, me da miedo.

Las manos me tiemblan y él se percata de ello, su cínica sonrisa se ensancha y se voltea dándome la espalda para ayudar a la chica que cayó de bruces al suelo. Mi atención se dirige hacia esa persona y me erizo al ver sus ojos vacíos, carentes de emoción.

¿Qué acaba se pasar?

Jarel la toma por sus muñecas y la alza para proseguir a examinar su rostro con esmero.

— ¿voy a estar bien? —balbucea ida, soltándose de su agarre para pasar sus antebrazos por el cuello de este.

Una punzada oprime mi pecho y frunzo el ceño al sentir un sabor amargo en mi paladar.

—lo estarás —pronuncia con su voz áspera.

La fémina asiente y se aleja de él para salir del cuarto de baño.

El pavor que siento asciende a otro escalón al encontrarme a solas con Jarel. De por si me sentía intimidada, en esta oportunidad estoy al borde de la locura. Se gira para quedar frente a mí a unos dos metros de distancia. Aquella bruma que se carga el ambiente cuando estoy a su alrededor llega, sofocándome y obsequiándome un efecto de agobio.

— ¿Qué le hiciste? —emito tras aclararme la garganta.

Alza una ceja al escucharme y se cruza de brazos.

— ¿te importa?

—Se veía mal —replico, encogiéndome de hombros cuando avanza tres pasos hacia mí. Me alarmo cuando el aura pesimista que desprende inicia su deambular por mi cuerpo. Logra inquietarme su cercanía y no es porque se trate de él como tal, cada individuo que desconozco y trata de aproximarse a mi cuerpo tiene que presenciar como este reacciona desprevenidamente —detente —le advierto, notando que su caminar no se detiene.

Retrocedo y maldigo cuando la puerta es el obstáculo que me frena. Esta situación es inaudita.

...y para agregar más estrés, mi vejiga protesta y deja a ver que un esfuerzo en vano y no podré quejarme cuando me haga encima.

— ¿me temes? —cuestiona, mirándome con malicia.

Observo la distancia que nos separa y noto que un paso más y lo tendría ceñido a mí.

Trago saliva y me pierdo en su físico, como si su semblante tuviera algo que me hiciera sentir hipnotizada aun cuando deseo no verlo. Sus grisáceos me escudriñan y me hacen sentir incomoda, pero no se si llamarlo incomodidad, lo que percibo es una sensación que anteriormente no había experimentado y es tan extraña.

¿Por qué se me erizan los vellos de mi piel y me recorre un escalofrío de pies a cabeza?

Inconscientemente, bajo un poco la mirada en un intento de no observar sus pavorosos ojos y quedo sorprendida por las sensaciones que me invaden al captar sus labios entreabiertos, tan rojizos y bonitos que me hace recordar a mi yo más joven… Una Eiren sin miedo, solo cautivada al tener a un hermoso chico a mis narices.

Para que negarlo, Leia siempre ha estado en lo cierto, el menor de los Edin es mucho más que lindo.

—No —tartajeo, captando con cierto miedo el modo en que me encarcela entre su pecho y brazos al colocar sus manos en la madera que tengo detrás.

—alguien como tú no debería tener esa clase de pensamientos —comenta con picardía.

¿Ah?

— ¿Qué? —cuestiono descolocada. En tal caso, ¿Cómo sabría él lo que ronda por mis ensoñaciones?

La comisura derecha de su labio se eleva y ladea un poco su rostro para visualizarme desde otro ángulo.

 ¿Quieres que te bese? —pregunta, cortando distancias de sus facciones con las mías.

Esto es tan intenso y extraño que hasta mis ganas de hacer pipí se desaparecieron.

Mi respiración se corta y el corazón se salta unos cuantos latidos ante la impresión. Entreabro los labios y dejo salir un suspiro por su repentino comentario. Me ahogo en un vaivén de emociones, la ansiedad aplasta cada uno de ellos y solo puedo percibir cómo sus ojos siguen los movimientos de mi boca. La intensidad del tiempo es tanta que todo se transforma en una espesa densidad, en un campo de batalla en donde mi cerebro intenta ganarle la pelea al desbocado palpitar que se ubica en mi pecho.

—No —musito, posando la palma de mis manos en su tórax para alejarlo.

A diferencia del mío, su corazón se haya apaciguado, a duras penas se siente su latir.

Sus ojos se achican y las ojeras que antes se cargaba no están visibles.

—que mentirosa eres —susurra sobre el lóbulo de mi oreja.

La piel de gallina se abre paso y yo solo quiero huir, desaparecer de este terreno minado, un movimiento en falso de mi parte y puede costarme caro.

Sin embargo, la bruma que parecía consumirme se disipa cuando Jarel se retira y mi espacio personal vuelve. Una parte que me cargo se queja al verlo alejarse y el otro porcentaje siente que puede volver a inhalar con tranquilidad. Su sonrisa se borra y hace un ademán para que me vaya. Arrugo el entrecejo ante su gesto ¿Por qué no se va él?

La realidad me cae como un balde de agua helada. No puedo creer que haya permitido que se acercara tanto. No tuve un ataque de nerviosismo por la escasa distancia, no sentí mi estómago revolverse, no quise llorar. Espabilo y al parecer mi vejiga también porque ahora sí, me orinaré.



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En el texto hay: tristeza, amor, suspenso

Editado: 12.03.2021

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