El mar es salvaje, es libre. El mar es alguien incontrolable. Alguien indomable.
Quería ser como el mar. Necesitaba esa calidez y seguridad que me ofrecía. Necesitaba; no, ansiaba alcanzar la pureza de sus curvas. Alcanzar la perfección a través de sus abstractos trazos.
El mar me abrazaba, me hundía mientras aquella voz retumbaba en mis oídos susurrando:
<<¡El mar, el mar!
Dentro de mí lo siento.
Ya solo de pensar
en él, tan mío,
tiene un sabor de sal mi pensamiento.>>
Él se despedía de mí. Cerré los ojos y me despedí de él.