El sol derrama su sangre a merced de la humanidad inhumana, desagradecida y egocéntrica por naturaleza, para ofrecernos un nuevo comienzo a pesar de que siga intacto el mismo objetivo de siempre. El casi imperceptible color rojo de sus venas le da un toque de hermosura y calidez al mar elíptico de edificios.
Podría considerarse similar a nosotros, gracias a la grandiosa idea del utilitarismo, pues arrebata y ofrece vida cuando quiere.
Sobran sobre tu piel rastros de felicidad, quemaduras de realidad después de su cálido abrazo lleno de maldad disfrazada de ternura y acogimiento.
¿Puedes notar el estancamiento? La insolación es su mejor amiga y nuestra peor enemiga, nos ciega, nos somete a sus castigos y lo mejor de todo, juega con nuestra mente. Ahora ya sabemos por qué maldita razón sigue intacto el mismo objetivo de siempre, su presencia nos agota y nos deja atados a la mediocridad de la evolución. Tan difícil es deshacernos de él, necesitamos tanto su presencia que incluso aceptamos sus defectos como algo natural. Estaremos unidos para siempre, mortalmente, en esta relación toxica. Seremos uno con el sol, uno con esta raza que nos ofrece engaño en pequeños tarros para "consumo humano" envolviéndonos en un dulce fin existencial causado por una sobredosis de hipocresía y mientras tanto el seguirá ahí, tan sereno y sin culpa. Siendo el cáncer de piel moral.