Prólogo.

Bajo el tenue color naranja de la puesta de sol, se encontraba sentado en un techo, Ryder Honson.

Pensando en que sí las cosas en su vida hubiesen sidos distintas, ¿El estaría en otro camino? ¿Su mente estuviera ocupada en un futuro más llevadero? Si tan solo todo hubiesen sido diferentes, con otra voz, con una luz de esperanza al final del túnel... él estaría en cualquier otro sitio menos encima de un techo pensando en que pasaría si se resbalara de la orilla del pavimento.

Moriría, de eso estaba seguro.

Pero la pregunta específica era, ¿Valdría la pena volver a intentarlo? Las veces que quiso hacerle caso a sus pensamientos homicidas todo salía mal. Y lo único que conseguía era el sufrimiento de sus superiores, pero no conseguía su sufrimiento personal; el que siempre ha anhelado sentir por última vez y caer en el jugoso vacío del descanso eterno.

Sus pies se balanceaban mientras que las ideas erróneas acechaban su mente y desconectaban su cordura de la realidad, pensaba que sí seguía balanceando sus pies de aquella manera en el aire; su cuerpo entero se acerca más a la orilla amenazando su vida. Y él, ante este pensamiento, seguía balanceando con más frenesí. Pensando que pasaría... si valía la pena otro intento, que quería el descanso, lo anhelaba...

«Al final me lo merezco» pensó con ironía antes de acercarse de manera voluntaria a la orilla con la ayuda de sus palmas contra el techo de pavimento.

Y antes de volverlo hacer, una pequeña mano se posó en su hombro. Impidiendo cada apto maligno, suicida u otro concepto que sea lo contrario a la felicidad y esperanza.

Ryder miró a la chica que siempre estuvo a su lado mientras el pasaba por uno de sus trances que sufría incontables veces. Su vida lo miró despavorida, y ante el pánico que sus ojos reflejaban, ella le sonrió con dulzura.

—Basta, aquí estoy, no pienses esas cosas en mi presencia; date cuenta que me matas del susto.— le hizo saber de nuevo lo nerviosa que le ponía cuando el se comportaba de aquella manera. Ryder desechando sus pensamientos haciéndole caso a su amiga asintió intentando devolverle la sonrisa.

—Lo lamento.

Se escuchó decir, miró hacia otro lado del paisaje bastante incómodo como para verla a la cara.

Ella ante este gesto soltó una risa y se acercó a él silenciosamente hasta que sus hombros hicieran un leve rose, prendiendo una chispa de cercanía entre ellos; un sentimiento puro alojado en sus pechos acompañados con latidos del corazón fuertes y rápidos.

Ante lo abrumador y placentero del momento, Ryder se atrevió en pasar su brazo por los hombros de Yiyi y atraerla hacia su pecho, abrazándola sintiendo como su cuerpo sufría unos pequeños movimientos de nerviosismo.

—Quédate conmigo, Yiyi— pidió con un tono de agonía; con el pensamiento de que estos momentos de paz entre ellos pudieran llegar a su fin un día de estos-Y prometo mejorar la vida de mierda que tengo para darle una mejor versión para tí.

Solo necesitaba eso, el consentimiento de ella, escuchar un aseguramiento por su parte para ponerle fin a lo que lo estuvo atormentando todos estos días.

Quería escuchar su melodiosa voz pronunciar las palabras que tanto a fantaseado en lo más profundo de su alma.

—Lo prometo, prometo estar para tí en ese proceso de mejoramiento.

Y ahí, en ese pequeño segundo en que sus labios dijeron las palabras más sanatorias que los oídos de Ryder pudieron escuchar, los ojos del muchachos amenazaron con dejar caer lágrimas de alegría. Finalmente pudo sentir un pequeño destello de felicidad y de paz. Y empezó a ver de lejos la pequeña luz que tanto anheló observar al final del túnel.

Aunque la felicidad que él tiene no es espiritual o mental: es una persona. Alguien que puede sufrir cualquier apto o destino que le pudiese suceder a cualquier ser humano.

Gracias por leerme, nos vemos en unos días...

Ampicilina ★