-"¿Cómo puedo dejar de mirarla? Sería absurdo omitir la presencia de ella. Es como si negara que el cielo es azul" – pensaba.
Escribía una novela gráfica a base del libro El principito. Vagaba por el mundo buscando lugares “especiales” donde detenerme e inspirarme. Los lugares eran en verdad perfectos, pero les faltaba algo. Recorriendo Italia, exactamente en Venecia me detuve a tomar un café, era un lugar con un ambiente hogareño, con muy buena atención. Decidí sentarme en las mesas fuera del lugar para ver la arquitectura. La tranquilidad era evidente, las personas transitaban con calma y a su paso. La mesa donde estaba sentado atrajo mi atención, era de caoba, café caramelo con dibujos tallados recubiertos con acrílico transparente y en los bordes unas inscripciones. Era medio día, según las costumbres de Italia después de medio día se debe tomar un café exprés. Al cabo de cinco minutos me trajeron mi café, en una taza bastante bonita y llamativa, tenía el logo del establecimiento grabado en el costado. Como turista las personas me miraban algo extraño, no me importaba ser por un momento el centro de atención, me causaba un poco de pena. Saque mi laptop y comencé a escribir un poco, incluía los detalles más llamativos del lugar. El viento comenzó a soplar haciendo que las hojas secas de los árboles volarán. Las hojas se elevaron a la altura de un segundo piso de un edificio casi enfrente del café. Era una especie de escuela de ballet, estaban ocho chicas practicando, me quedé mirando como se paraban en las puntas de sus pies, era como si fuesen tan ligeras como una pluma, tenían una gracias particular. Las miraba descaradamente, olvidé por completo la discreción, podría atreverme a decir que me hipnotizaron. De pronto, su maestra se dio cuenta de mi inusual atención, pues al parecer yo era el único que las miraba así. Se puso frente a la ventana y mirándome fijamente con cara fungida cerro las cortinas, algo que me avergonzó, me resultó increíble mi acción al mirarlas. Al final, solo sonreí con la certeza de estar sonrojado por lo sucedido, termine mi café y me retiré. Mi tiempo en Italia era de tres días, lo sucedido con las chicas del ballet ocurrió un martes, ya que recién llegaba, así que el miércoles salí a distraerme, deje mi laptop y lo demás en el hotel, solo llevaba conmigo una pequeña libreta de bolsillo con un bolígrafo por si se me ocurría algo. Recorría las calles admirando sus colores y su gente que sin conocerte saludaban. Llegue al centro de la ciudad, a una exposición de arte, las pinturas eran muy buenas, abstractas, contemporáneas y modernas. Al llegar al final, me encontré con un espacio destinado a obras de teatro, musicales y bailables, estaba rodeado por árboles y en lo alto estaba un anuncio.
“Plaza Pablo Picasso se enorgullece en presentar a las chicas del ballet de la señorita Amelia”
De inmediato recordé lo ocurrido en el café de ayer, así que me quedé a observar. Anunciaron a las chicas, sin decir nombres, luego a la maestra, una a una fueron saliendo al escenario con sus tutús blancos y peinadas con molotes, por último apareció su maestra con un tutú negro, se postró frente a las chicas, dijo algunas palabras y dio inicio al baile. Una vez más me atraparon al bailar, pero al mirar más detenidamente me di cuenta que eran las del edificio de enfrente, sonreí por pena y sorpresa. La música era exacta a su baile, literalmente perfecto. Al término de la música tres chicas se quedaron en el escenario, las cuales tenían un solo. Justo al decir sus nombres me llegó una llamada de un familiar, por la música y los aplausos de las personas tuve que alejarme para escuchar, así que me perdí sus solos y no supe sus nombres. Al regresar, estaban todas agradeciendo a los presentes. Me fui con las ganas de verlas danzar.
Jueves, deje a un lado mi libro solo por ir a observarlas practicar, debo confesar que únicamente fui para ver a una de ellas, no porque quisiera conquistarla, sino, porque tenía algo inexplicable. A ese algo inexplicable, algunas personas le llaman “algo especial”. Tenía un encanto y gracia que te atrapaba con solo verla. Esta vez fui discreto, casi un ninja. Creo que la maestra tenía un detector de curiosos, pues de un momento a otro miraba por la ventana, pero yo con mis reflejos lograba evitar que se enojara por mi presencia y por ende cerrar las cortinas. Una vez más deje mi laptop llevándome solo mi libreta de dibujo y mi estuche de lápices. Como un admirador un tanto obvio comencé a dibujarla a lo lejos, era la primera vez que dibujaba con fascinación, creo que por fin tenía dibujos valioso. Se suponía que debía irme ese mismo jueves por la tarde, pero ella me hizo quedarme mínimo hasta saber su nombre, quería saber cómo se llamaba la que se convertiría en la protagonista de mi más ambicioso y mejor libro. Ésta sería también la primera vez que haría un libro con ilustraciones, ya que quería que las personas que lo leyeran supieran la razón de este magnífico libro. Día tras día iba al café de enfrente con mi libreta, me hice amigo de los meseros del lugar, aprendí lo básico del idioma. Martín, mi mesero casi personal, puesto que él siempre me atendía, me preguntaba quien era la chica de mis dibujos, le respondía que no sabía, pues en realidad no sabía ni quien era, porque ni su nombre sabía. Mis dibujos fueron pasando a ser más y más detallistas, me faltaba el color de sus ojos y el contorno de su sonrisa, eran cosas que no alcanzaba a ver. El largo de su cabello también era un misterio junto al sonido de su voz, me preguntaba si era suave como sus pasos al bailar de puntas. Pasaron los días, seis días para ser exactos, como de costumbre me encontraba en el café dibujando y mi ya típico pedido, un expreso con una rebanada de pastel de chocolate. Tenía los bocetos y los dibujos definitivos listos, ya solo faltaba comenzar a escribir, pensaba en darle al libro ciento treinta y siete páginas, agregando las ilustraciones. Miraba el dibujo principal que pretendía colocar en la portada, en teoría a mi escasa visión, las facciones de su rostro eran tales al dibujo, pero estaba seguro que había detalles que me hacían falta, como piezas de un rompecabezas hermoso. Inconscientemente suspiraba al ver mi libreta, creo que mi mente no captaba el hecho de estar perdiéndome, sucedía sin darme cuenta y sin que nadie se enterará o al menos eso pensaba, ya que una sorpresa me a bordo de golpe dejándome sin habla. Me concentre demasiado en un solo dibujo, el cual me había quedado perfecto, lucía tan ideal a lo real. Por alguna razón no dejaba de verlo, en especial la parte de los ojos aunque no fuesen los que realmente deberían de ser, no podía ver que mi propio dibujo me había atrapado en un instante inesperado, me perdí dejando a un lado todo a mi alrededor, solo era yo inmerso en la tiza de mi lápiz. Una sombra a mi lado izquierdo cayó sobre mi cubriéndome del suave sol, las puntas de un cabello largo color castaño claro aparecieron tan cerca de mi vista, podía percibir el aroma de su perfume, una mano pequeña de tonalidad clara tomo el borde de mi libreta y una voz suave dijo:
“Que lindo”
Mis pupilas se dilataron, mi corazón se aceleró, mi respiración aumento y lentamente levante la vista para ver qué aquella chica estaba junto a mi inclinada observando, mirando su imprevisto retrato con una sonrisa, esa sonrisa que me faltaba, sus ojos estaban fascinados con la similitud del dibujo, unos ojos color cafés claros casi acariciando el verde. No pude decir ni una sola palabra, quedé mudo, solo la miraba con asombro, mi mente se quedó en blanco, pero a pesar de mi inesperado silencio logré capturar en mi memoria todos los detalles faltantes, las piezas de un hermoso rompecabezas.
-Vas muy bien, si no es mucha molestia…. ¿Podrías darme una copia cuando termines? – dijo ella.
Se recompuso, me miró, sonrió y se fue, aquel día la seguí con la mirada hasta que se perdió a la distancia. Me quedé inmóvil pensado en lo que había pasado y sin esperarlo, sonreí. De vuelta en casa, si, porque rente una pequeña casa en las cercanías, deje a un lado todos mis proyectos y me centre plenamente en escribir el libro con un nuevo título, “La chica de la ventana”. Durante una noche entera escribí y escribí con lujo de detalle, pero sin incluir su personalidad y carácter, pues desconocía eso, solo rasgos y gestos. Escribí ochenta y cinco páginas adaptadas a los bocetos ya hechos. Al siguiente día y durante casi dos semanas visitaba el café con mi laptop, la miraba practicar sin hacer enojar a su maestra. Nos mirábamos y sutilmente nos hacíamos señas y gestos, intentábamos no reír en el momento, en su descanso se quedaba de pie en la ventana mirando como la dibujaba y escribía, posaba para mí, era un lujo hermoso el poder ilustrar su figura en una humilde hoja de papel y plasmar lo que ella representaba en unas simples letras de un ya fascinado admirador distante y tímido. Así paso el tiempo, un mes y medio, día con día nos saludábamos a lo lejos. Nunca hablé en persona con ella, no entablamos una charla sentados uno frente al otro, solo a la distancia con mensajes y señas confusas que la mayoría de las veces nos hacían sonreír, pero un día, llegue con la valentía de ir hasta ella e invitarle un café y anunciarle que estaba a punto de terminar un libro basado en ella, sin embargo, no pude, pues las cortinas estaban cerradas y al parecer no había nadie en el lugar, me extrañó un poco el ver eso, pensaba que quizá se tomaron el día. A punto de irme, pero Martín me detuvo.
-Se han ido – dijo.
-¿A dónde? – pregunte.
-A su gira como bailarinas – respondió.
-¿Cuándo volverán?
-No lo sé, es su primera vez.
-Ya veo.
-Es una lástima, no crees? – dijo Martín.
-¿Porqué?
-Porque tu libro estaba quedando increíble. Ella al parecer ya lo sabía y estaba ansiosa de preguntarte sobre eso.
Gire para mirar el sitio donde la conocí y sorprenderme una vez más con algo que jamás previne. Sonreí con resignación y un poco de tristeza.
-Estabas enamorado, verdad? – pregunto Martín.
-No, estaba fascinado – respondí.
-Eres el primero en decir eso, pues todos suelen responder que están perdidamente enamorados de ella.
-Es hermosa, lo acepto, pero ella tiene algo más que no puedo explicar que la hace más atractiva, y eso no todos pueden verlo.
-Bien por ti y esa visión de las cosas invisibles de las personas. Espero puedas encontrarla.
-Gracias Martín, pero creo que esta vez solo fue esa inspiración que necesitaba.
-Animo amigo mío.
Por dentro estaba satisfecho y agradecido por haberla conocido aunque fuese a distancia. Pienso que hubiese sido valiente desde un principio. No quedaba más que hacer, mi consuelo fue haberla dibujado, así el mundo sabría que la inspiración perfecta existe.
Pasaron seis meses, me fui de Italia, pasando por España, Rusia para regresar a México por las fiestas de diciembre y año nuevo, también ahí sería la primer firma de libros. La chica de la ventana se vendió como pan caliente en gran parte del mundo. Subió como la espuma, millones de copias vendidas. Las personas en redes sociales hablaban de ello como una obra maestra, fui reconocido en diferentes partes y multipremiado en distintas categorías, pero había una duda que a todos mis lectores los intrigaba.
“¿Cómo se llamaba ella?”
Al llegar a México, todo iba más que bien, llegue un jueves por la tarde, me distraje el viernes y el sábado sería la firma. Todo estaba preparado. Estaba listo para recibir a todas las personas, tenía un puñado de plumas y una emoción inmensa. Una a una fueron pasando, una fila enorme me esperaba y yo a ella con alegría. Empezamos a medio día y terminamos al anochecer, rumbo a mi casa a descansar vi un anuncio de una obra de teatro “El increíble castillo ambulante”, ese era uno de mis libros favoritos, así que decidí que iría a verlo. Tenía que irme el lunes y la obra era el domingo. Domingo, me levante temprano para alistar mi equipaje y estar listo sin la presión de tener algo pendiente o que se me fuese a olvidar alguna cosa. La obra iniciaba a las seis en punto, fui uno de los primeros en llegar, mi lugar estaba en medio del teatro. Lentamente fue llegando el público, luego de unos últimos minutos y algunas palabras, por fin dio inicio. Mi personaje favorito de la historia es uno llamado Calcifer quien es en realidad el corazón del mago y la fuente de energía del castillo, el escuchar Merry go round of life el soundtrack, me erizo la piel y me emociono. Al termino de la obra anunciaron algo que me aceleró el pulso y estremeció. Se apagaron las luces, una mujer en medio de la oscuridad dijo:
-El palacio de bellas artes se enorgullece en presentar dentro de su gira mundial a Las chicas del ballet de la señorita Amelia.
Un impulso me hizo levantarme de mi asiento, estando de pie se encendieron las luces, mi corazón se detuvo un instante al verla de pie con sus pies cruzados casi en medio de las ocho chicas, con esa sonrisa, sonreí de alegría. Veinticinco segundos mirando al público fueron suficientes para darse cuenta de mi presencia, al hacerlo se sorprendió y sonrió aún más. Por fin la vería bailar sin miedo a que su maestra me lo impidiera. Me senté con la seguridad de ver algo precioso y así fue, lo mejor fue que la canción elegida era un cover a piano de Merry go round of life. En cada salto, giro y movimiento se cruzaban nuestras miradas, sonreíamos por simple ingenuidad y gusto. Al terminar, antes de que aparecieran las cortinas en su pose final nuestras miradas no se desviaron. Un suspiró demostraba lo cuan encantado que estaba, tanto que relacione encuentro con el de Howl y Sophie, pues terminan juntos en su nuevo castillo, ahora volador. Al salir un grupo de personas me reconocieron y así fue que comencé a dar autógrafos y a tomarme fotos con ellos. Lentamente las personas se iban contentas con sus fotos y autógrafos. Ya tenía que irme, mi chófer me esperaba al caminar al auto vi que detrás de él había una limosina, imagine que era para los actores, salió una mujer de espaldas apresurada, se detuvo a medio camino, giro y…..
Era la señorita Amelia, detrás de ella salieron “sus niñas”, como les llamaba. Una a una, al verla salir con otra de ellas, me quedé inmóvil, pensado mil cosas, entonces ella con un libro en mano le dijo a su compañera.
-Me hubiese gustado que me lo firmara.
Era mi oportunidad.