El primer día en la hacienda Wesker, la familia—así como también Christopher y Samantha que eran considerados parte de esta—se quedarían en la casa en un intento de convivencia por todo ese tiempo que estuvieron tan ocupados con sus trabajos y sus vidas lejos. El intento de Anne fracasó. Cada quien tomó su propio camino.
Albert y sus hijas se encontraban en un restaurante comiendo en compañía de su hija Mica y su esposo Lucas, ella no tenia ningun problema con su padre, o al menos no uno que la involucre a ella directamente, el único inconveniente que tenía con el hombre era viéndolo desde el punto de vista de su hermano mayor, Andrew.
Andrew lo consideraba un mal hombre, un ebrio inconsciente de sus acciones y lo mucho que afectaba a los demás, un egoísta que solo pensaba en sí mismo incapaz de alegrarse por el éxito de los demás resultado de un trabajo duro, eso era para él, alguien que no merecía la pena.
Mica no lo veia asi, la diferencia entre ella y su hermano, era que ella se tomaba el tiempo de hablar con el mayor de vez en cuando, llamaba para saludarte, para saber como se encontraba, Esperanza llamaba seguido en busca de dinero, por lo que Mica inmediatamente llamaba a su padre para saber si lo necesitaba, aclarandole que ella podia darselo sin problema, sin ningún compromiso, pero él jamás aceptaba.
Ciertamente, Mica no recordaba demasiado de su niñez al lado de Albert, y mucho menos todo lo que le había hecho pasar a su hermano, ella aun era muy pequeña, tan solo eran imágenes muy borrosas de una familia diferente a la que ahora tenía.
Su hermano tenía razón, ella reconocía y amaba a Robert como su padre, lo era en su corazón, se había ganado el amor de los hermanos Wesker y de su hermosa madre Anne, eran una familia muy distinta a la anterior.
Aun así, también era consciente de que su padre biológico y ante la ley era Albert, quien también se había esforzado por recuperar su cariño aun sabiendo que ella no recordaba nada, que ella no sufrió en lo absoluto, quería ser una mejor versión de sí mismo, se estaba esforzando por ser el padre que sus hijos merecen, Mica perdonó sus errores dándole un color esperanza a su vida, haciéndole saber que no todo estaba perdido, pero su mayor reto, y puede que el más difícil, era Andrew.
No estaba listo, y tampoco sabía si lo estaría en algún momento, él si tenía demasiado presente todo lo que sucedió, sus recuerdos seguían bastante frescos en su memoria, el dolor se encontraba tatuado sobre su piel y jamás desaparecería, tan tan presente que no le permitían olvidarlo. La sombra de ese oscuro pasado seguía ahí.
Perdonar para sanar. Andrrew quería sanar, pero se sentía incapaz de perdonar, no se sentía lo suficientemente valiente para mantener la mirada a su padre sin apartarla a los segundos, no soportaba estar demasiado tiempo a solas con él, una parte dentro suyo no lo ha superado, aún con ese miedo viviendo dentro suyo.
Los dos habían cambiado, habían crecido, habían madurado. Pero ambos necesitaban acabar con ese dolor que los acompañaba, necesitaban solucionar sus problemas, necesitaba que su hijo le permitiera disculparse de mil formas distintas, y a el le hacia falta escuchar a su padre y perdonar sus errores para poder seguir con su vida sin un pasado atormentando cada vez que veía su cuerpo al espejo.
Sanar, perdonar, olvidar.
Eso era lo que Andrew necesitaba.
[...]
Andrew y Nicole se encontraban en un restaurante de comida rápida que encontraron en el camino, esta vez en lugar de buscar el la mesa como ella se lo había pedido en las ocasiones anteriores, estaba a su lado en la caja decidiendo que iban a ordenar, viendo la pantallas con los menús de la comida, sintiéndose demasiado indeciso, no tenía la menor idea de que había más de un tipo y ahora que las veía todas no sabia cual seria mejor.
Después de ordenar ambos fueron a buscar una mesa libre, escuchaba a Nicole hablándole sobre sus clases en la universidad, como es que el profesor Torres le exigía mucho más ahora que trabaja al lado de un gran abogado como lo era Andrew. el profesor sabía que ella tenía un buen potencial y quería enseñarle a explotarlo al máximo en la vida académica y laboral.
Escuchaba atentamente sus palabras, así como también le comento como es que el profesor había apuntado su nombre en una lista para calificar para una beca en una universidad de bastante prestigio, todos los años escogen a un pequeño grupo de alumnos que tuvieran lo suficiente para calificar, y ella lo tenía.
Una sonrisa llena de orgullo decoraba sus labios mientras oía todo lo que tenía que decir, seguro de que Nicole hara cosas grandes con su vida, y si había un abogado en México que le quitara su puesto como el mejor, estaba seguro de que sin duda alguna esa persona seria nada mas y nada menos que Nicole Williams, la responsable de hacer saltar a su corazón cada vez que sonreía.
No podía estar más contento de saber que era una muy buena estudiante segura de lo que quería, segura de su potencial, completamente segura de sí misma.
Cada segundo que pasaba, cada palabra, cada sonrisa, eran perfectas a su lado. Se perdía por completo en ella, podía escucharla cada minuto del día sin en el menor inconveniente, esos hermosos color miel se robaban toda su atención, se perdía completamente en ellos, jamas habia visto una obra de arte más bella como lo era ella.
Nicole era una jovencita verdaderamente hermosa y no dudaría que también era la responsable de más de un suspiro, su belleza crecía mucho más al saber que era una mujer inteligente, hambrienta del saber, que cuestionaba todo en busca de respuestas porque quedarse sin ellas no era una opción.
Tenía muchas virtudes, las amaba completamente, pero también deseaba conocer sus defectos, admiraba su luz, pero quería apreciar su oscuridad, se encontraban ocultas dentro de su ser.
Cuando terminaron de comer estaban listos para irse y encontrar otra actividad para el día, debido a que todos estaban tan ocupados con sus propios asuntos sólo serían ellos dos.