Inicio En Las Sombras, Final En La Luz

Todo es confuso

Alguien… 
-Despierta dormilona –le digo apenas pongo un pie en lo que es un pueblito lleno de pequeñas casas y comercios hechos de ladrillo y madera rusticas, con calles en su mayoría empedradas. 
-5 minutitos más –me dice entre dientes mientras acomoda más su cabeza en mi pecho, lo cual me hace gracia y casi me hace querer aceptar, pero de inmediato recuerdo que necesito saldar en cuanto antes mi deuda con esta chica para centrarme en descubrir quién soy y porque en momentos me siento como si no perteneciera a este sitio. 
-Anda, niña. Ya no es hora de dormir, el sol ya salió y no quiero que la gente me vea cargándote. 
En un instante abrió los ojos y en un segundo movimiento se baja de mis brazos, se le nota que eso ultimo la molesto. Aun se ve débil y cansada, pero al menos dormir un poco la hizo recuperar algo de fuerzas… necesito darle algo de comer cuanto antes. 
-Ya estoy despierta y de pie ¿contento? –dice molesta mientras se talla los ojos, pero apenas empieza a ver a su alrededor sus seño fruncido se suaviza y sus ojos me parecen que reflejan algo de miedo. 
-¿Qué te sucede? 
-Nada, solo me dijeron que no debía de salir de donde me encontraba, y aun no me decido si fue buena idea hacerlo. 
Nunca he sido alguien al que le guste entrometerse en la vida de los demás, y esta vez algo me dice que mucho menos debería de hacerlo con la de ella. 
-Pues entonces ese es otro punto más por el que debemos de apresurarnos. 
Empezamos a caminar por el pueblo y no sé cómo tomar las miradas de los pocos lugareños que recién parecen despertar, no parecen ser muy amigables, aunque quizás que yo los mire de la misma manera no ayuda en nada. 
-Oye, genio ¿Y cómo pretendes que consigamos comida? Para tu información yo no tengo nada de dinero. 
-Ese no es ningún problema, la conseguiré de la misma forma en que conseguí la ropa contigo. 
-¿Robándome? 
-Parece que tu cabeza solo sirve para portar ese largo y abundante cabello castaño. ¿Yo cuando te robe? Te dije que favor con favor se paga. 
-Lo siento –ella solo ríe. 
Parece que también le divierte hacerme molestar, y yo no entiendo como pude haberle dicho lo anterior, cuando si estaba completamente convencido de robar los alimentos. Ahora tendré que ingeniármelas de otra manera. 
-Quizás lo mejor sea separarnos. 
-No –dice exaltada apenas termino de decir mi idea-. Podríamos perdernos. 
-Es un pequeño pueblo, sería más fácil perdernos en tu… -creo que no alcanzo a terminar mi frase cuando quedo anonadado con un lugar en particular. Es un local que para nada se ve agradable, es sucio y mal oliente, las ventanas apenas tienen vidrios rotos, la puerta esta caída, y los escalones que conducen a ella parece que fueron aplastados por un elefante. Sin embargo, me llama mucho la atención, creo que no lo conozco pero si me es muy familiar, como si ya hubiera estado en lugares similares. 
-¿Qué te sucede? –me pregunta confusa viéndome con sus grandes ojos azules, y solo así logro salir de mi transe. 
-Tenemos que ir a ese sitio. 
-¡¿Qué?! Ni de loca iré ahí. Esa es una taberna, y por lo que veo de muy mala muerte. 
-Tengo el presentimiento de que ahí podre lograr la forma de conseguir alimentos. Pero si no te gusta puedes esperarme aquí. 
Avanzo un par de pasos hacia el frente y veo de reojo como  me sigue casi corriendo como si de ninguna forma quisiera separarse de mí, la volteo a ver y cambia su cara; de espanto a una lo más seria posible. 
-Ojala este cerrado –dice entre seria y desorientada. 
Empujo la puerta y de inmediato sus bisagras hacen su trabajo, girando hasta topar con la pared, y de inmediato, veo varias mesas de madera tosca, con hombres apoyados en ellas más dormidos que despiertos, pero que en cuanto nos ven entrar parecen recobrar sus energías, y algo me dice que yo no soy el causante de dicho efecto. 
Todas las miradas se clavan en la chica que camina a mi lado, su corto vestido blanco y holgado de la cintura para abajo, le resalta sus largas y torneadas piernas al igual que su voluptuoso trasero, sin mencionar el amplio escote que resalta sus grandes pecho, y ni hablar de su dulce cara de ángel… no los culpo ni un segundo por querer admirarla, pero no me agrada ni un poco, y creo que a mi subconsciente menos, ya que cuando menos me doy cuenta, la tengo sujetada por la cintura y ella se encuentra totalmente roja, resaltando aun más sus intensos ojos azules. 
De esta forma continuamos caminando hacia el fondo de la taberna, hasta llegar a la barra, y es ahí donde tomamos asiento en unos bancos altos, y entonces veo el lugar con mi visión panorámica que de inmediato se detiene y se enfoca en una mesa en particular. En ella, los 4 sujetos con mejor estado físico y mental de toda la taberna se encuentran jugando un juego que reconozco al instante como si fuera una extensión más de mi cuerpo; póquer. 
-¿Segura que no traes nada de dinero? 
-¿Qué? Si, segura. ¿Por qué la pregunta? 
-Algo me dice que hubiera sacado mucho más de él, si jugara con esos tipos. 
-Pues eso ya no lo sabremos. Ahora ya vámonos. 
-Esperemos solo unos momentos más –digo y la escucho resoplar molesta, pues mi vista esta tan clavada en el juego que no la veo. 
No se cuanto tiempo paso, pero si lo mido con la cantidad de manos que han tenido los integrantes de la mesa yo diría que ha sido mucho, y veo que uno de ellos empieza a hacerme señales con la mano. 
-Oye tu ¿Por qué no vienen con nosotros? Veo que no nos quitas la mirada ¿Por qué no juegas con nosotros? Anda trae a tu noviecita. 
-¡Yo no soy su noviecita! –ella responde con un grito feroz, y yo apenas me doy cuenta que ni siquiera se su nombre. 
-De acuerdo, de acuerdo –responde el sujeto riendo, al igual que sus compinches en la mesa-. Bueno, pues sean lo que sean son bienvenidos de sentarse y jugar con nosotros. 
-No tenemos dinero –digo apresurado, adelantándome a toda posibilidad de que la chica responda por mí. 
-Ese no es ningún problema, yo puedo prestarte algo de dinero para que juegues. Total, estoy para echarle la mano a quien más lo necesita–dice el mismo sujeto viéndola con malicia de arriba abajo, con una enorme sonrisa que me ínsita a querer tumbarle todos los dientes. Y sin embargo, su propuesta me parece más que tentadora. 
-¿Y cuál es el precio de tanta amabilidad? –pregunto-. Ya te dije que no tengo dinero. 
-Y yo ya te dije que no te preocupes, ya encontraremos un modo de que me pagues. 
No me da para nada buena espina las intensiones del sujeto, sin embargo estoy tan interesado en jugar y confió completamente en mi suerte y mi buen juego que acepto. 
-De acuerdo. 
-¿Qué? –exclama ella. 
-Solo será un momento. Anda confía en mí. 
Nos dirigimos a su mesa, la cual está totalmente maltratada, entre tantas talladuras y quemadas con cigarros que ya no se alcanza a apreciar un espacio en buen estado, y siento como todas las miras vuelven a recaer en la chica de intensos ojos azules a mi lado. 
-Muy bien, toma –dice el tipo de aproximadamente 30 años que me ofreció jugar y que sin lugar a dudas es quien tiene mayor jerarquía de toda la taberna-, eso te servirá para jugar al menos dos partidas. Espero no lo pierdas tan pronto –ríe como estúpido y a mí me dan más ganas de cerrarle la boca de más de una forma, por lo que no agradezco y solo asiento sin quitarle la mirada. 
Pago mi entrada y me dispongo a jugar, analizo el juego de los contrarios, al igual que sus comportamientos, y de inmediato se que solo fanfarronean, entro todo el dinero y ellos quedan callados… como lo sospeche, he ganado. 
Escucho como ella ríe de felicidad y al igual que los demás está sorprendida. 

Samanta…  
No se ya cuanto tiempo llevamos aquí. Esto empezó siendo divertido, pero ahora ralla en lo ridículo, han pasado horas y horas y el solo gana y gana dinero. Pensé que nos iríamos cuando tuviéramos lo suficiente para comprar algo de comida, pero a menos que quiera comprar todo un súper mercado, ya no encuentro el sentido, y yo solo puedo pensar en que literalmente muero de hambre. Cada vez me siento más cansada y con mucho sueño, necesito salir de aquí… necesito aire fresco y no solo este asqueroso olor a cigarro y cerveza. Ya estoy decidida, saldré de aquí sin él, no importa que la simple idea de hacerlo me cause temor, pero es que los 5 son iguales, y creo que no dejaran de jugar nunca. 
Salgo de la taberna y no puedo creer el tiempo que pase ahí dentro, ha empezado a atardecer, empiezo a caminar un poco por la calle, cuando escucho unos pasos apresurados detrás de mi… ¿acaso tanto si le importo que al notar mi ausencia ha venido tras de mí? 
Volteo disimuladamente y valla decepción. 
-Hola, linda ¿Por qué te has marchado? –me dice el hombre que contribuyo con este desastre al invitarlo a jugar a su mesa. 
-Ese no es tu asunto ¿Por qué no mejor te regresas a jugar con tus enviciados amigos? 
-No te equivoques, linda. Yo no soy como ellos, yo estoy ahí la mayor parte del día porque ese lugar es una de mis propiedades, así que técnicamente solo estoy ahí por administrarlo. 
-Pues valla que tu trabajo es muy complicado –digo indiferentemente mientras continuo caminando dándole la espalda, pero él no parece entender mi indirecta y ríe mientras continua siguiéndome. 
-No seas tan agresiva conmigo, linda. Yo solo estoy aquí para ofrecerte una buena propuesta. No creas que no escuche varias veces en la taberna como rugía tu estomago de hambre, así que no me negaras que quieres comer… anda te invito a uno de mis negocios, es un pequeño restaurante. Ya estás muy delgada como para que adelgaces más. ¿Qué dices?   
Algo de este sujeto no me agrada en lo más mínimo, pero él tiene toda la razón, ya no aguanto más tiempo sin comer y, si considero que el otro extraño me agrado casi desde el primer momento y termino tratándome de esta manera, quizás este termine tratándome mejor o al menos no de manera tan despreocupada. 
-De acuerdo, te sigo. 
 




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