Inocente hasta que recuerde lo contrario

La rubia

Después de salir de la oficina me tomé el subte y fui hasta Retiro. Saqué un pasaje para la madrugada a Dolores y viajé de regresó hasta la dirección que me había dado la joven que me llamó esa mañana.

Reviso nuevamente el reverso de la tarjeta: Aldana ¿Quién será?

Respondiendo mí pregunta una muchachita de unos veinte años avanza a paso firme por el palier del edificio con un aparatoso llavero. Rubia, de baja estatura, aunque está muy desalineada puede apreciarse que tiene cierto atractivo. Me mira y fuerza una sonrisa, como dando un saludo amistoso a través del vidrio sin estar particularmente feliz de verme.

-Hola Pablo, pasá. –dice tras abrir la puerta.

Me adentro y me inclino a darle un beso en la mejilla. Realmente no la recuerdo y no sé cuál es nuestra relación, así que me parece el saludo más neutral posible. Ella devuelve la expresión con un sonoro beso al aire cercano a mi cara. Me giro hacía los ascensores mientras espero que cierre y la sigo.

Sutil e inconscientemente bajo un instante la mirada cuando pasa al frente. Por un momento deseo que nuestra relación sea más que el horrible beso con el que me saludo.

-Voy a ser totalmente franco con vos –le digo mientras subimos por el ascensor- Anoche estaba pasando por un momento difícil y…bueno… tal vez tomé un copa de más tras nuestro encuentro.

-Sí, ya sé. No te acordas de que hablamos. –respondió en un tono que me sugería una reprimenda maternal- Yo estaba deprimida en la barra, mi novio no me respondía los mensajes y estaba preocupada. Te acercaste a chamullar, te rechacé, obviamente, pero no te querías ir y… la verdad no sé cómo terminamos hablando de mis problemas, pero me ofreciste ayuda para encontrarlo.

No estoy seguro si me siento avergonzado por mis actos o por su expresión cuando dijo “obviamente” ¿Obviamente no soy su tipo?¿Obviamente no aceptaría una propuesta de un desconocido mientras su novio está desaparecido? Por una cuestión de autoestima prefiero aferrarme a la segunda idea.

Llegamos al piso, abre la puerta del ascensor, camina hasta su departamento y me invita a entrar. El lugar es pequeño, parecido al mío pero menos desordenado. No puedo evitar pensar que así se vería mi casa si tuviera el toque femenino.

-¿Te traigo algo de tomar? –dice mientras me señala un mesita con dos sillas junto a la pared.

-Agua, gracias –respondo contiendo el deseo de presionar mis sienes para controlar el dolor de cabeza que me invade.

Mientras la muchachita cumple con los deberes de un buen anfitrión me siento y saco mi anotador y mi lapicera.

-Está lindo el departamento, ¿hace mucho que vivís acá?

-Dos años. Me mudé con Sergio apenas empezamos a salir. –me responde desde la cocina.

¿Dos años? Tal vez no sea tan joven como pensaba.

Le dedico una nueva mirada analítica cuando vuelve con dos vasos de agua en la mano. ¿Veinticuatro años? Máximo.

-Gracias –digo con una media sonrisa mientras me extiende el recipiente. Doy un sorbo, está bien fría. Puedo sentir un alivio placentero a mi jaqueca, aunque solo sea por sugestión.

–Sergio es tu novio, ¿no? –preguntó la obviedad mientras ella se acomoda en la otra silla para iniciar la charla.

-Sí. Nos conocimos en la escuela, estamos juntos desde entonces. –responde con una mezcla de nostalgia y orgullo. Como si permanecer en una relación por dos años fuera una proeza inalcanzable que había logrado conquistar.

-Entiendo. Para empezar a investigar necesito saber cuándo fue la última vez que lo viste.

-La semana pasada. El viernes. Tenía que hacer un viaje de negocios.

-¿A qué se dedica?

-Es RRPP de un boliche.

-Relaciones públicas –respondo para confirmar, intentando evitar demostrar que odio las siglas.

-Sí.

-¿Cómo fue su último encuentro?

-¿A te referís? –pregunta sonrojada.

Niñas, siempre pensando que todas las preguntas están relacionadas al sexo.

-¿Pelearon? ¿Fue una noche normal? ¿Hubo algo inusual?

- No, no. Fue como siempre. Cuando se fue me dijo que tenía que ver unas personas en Mar del Plata y volvía el domingo a la tarde.

La jaqueca comenzó a intensificarse. Cuando me pongo demasiado ansioso soy más propenso a tener un ataque y eso nunca es bueno, especialmente si estoy en medio de una entrevista con cliente potencial que parece tener relación directa con el caso que estoy investigando.

-¿Podes darme el nombre completo de tu novio? –pregunto mientras busco en los bolsillos de mi campera el frasquito con mi medicamento.

-Sergio Álvarez –dice mientras levanta la cabeza e intenta espiar mi cuaderno para asegurarse que escriba bien el nombre.

¿Qué probabilidades hay? Puedo resolver dos casos juntos. Dos pagos por un mismo trabajo. No puedo tener tanta suerte. Me sudan las manos y no encuentro las putas pastillas.

-¿No viste un frasquito con pastillas? –le pregunto mientras miro a mi alrededor

La joven me mira preocupada y puedo percibir en su rostro que cree que haber concretado esta entrevista fue un error, así que intento calmarme.



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En el texto hay: persecucion, amnesia, estafa

Editado: 13.01.2020

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