Instinto de una básica

¿Dónde hay un primark cuando lo necesitas?

Olivia

 

Fui prácticamente arrastrada hasta la que supuse que era la taquilla de Nathaniel, mientras intentaba, sin éxito, escapar de sus garras. Introdujo la combinación y la abrió. De ahí sacó una bolsa de plástico y me la entregó. Pesaba bastante.

—¿Me has comprado un regalo? —Puso los ojos en blanco y suspiró con cansancio.

—Claro. Después del espectáculo que montaste, lo primero en lo que pienso es en comprarte un regalo de agradecimiento. —Sí, saltaba a la vista que su voz estaba cargada de sarcasmo—. Ahí dentro están los zapatos que manchaste el otro día. —Aparté la bolsa lo más lejos que pude y la miré con asco.

—Lo único que puedo decir es que lo siento mucho. Se me fue un poco la mano con el alcohol y no sabía lo que hacía. —<<Ya, claro. Un poco>>.

—Deberías saber cuándo parar. De todas formas, no es mi problema —soltó tajante.

Cerró la taquilla y pasó por mi lado para irse. Miré la bolsa de nuevo y recordé las palabras de Lise.

—Nathaniel —lo llamé antes de que se alejase más—, gracias.

Y por difícil que resultase de creer, después de llevar casi un mes aquí, esta era la primera vez que lo veía sonreír.

 

 

Nunca había tenido que verme en la tesitura de limpiar unos zapatos manchados de algo. Si se ensuciaban iban a la lavadora y ya, o como mucho los limpiaba por encima con una toallita.

Hoy había llegado ese día.

Había intentado llevarlos a la lavandería, pero una encargada me vio y me advirtió que ni se me ocurriese lavar eso ahí.

¿Qué debía hacer? La última opción que me quedaba era, así es, limpiarlos a mano.

Compré unos guantes de goma rosas, que obviamente iban a ir directos a la basura en cuanto terminase, un paquete con dos esponjas, y jabón. Mucho jabón.

Pero era imposible. Por más que frotaba y frotaba, las manchas no salían. Bueno, más que manchas, los zapatos habían pasado a ser de otro color. No iba a entrar más en detalles, por que era tan asqueroso como parecía.

Cuando limpiaba los zapatos era porque tenían mierda a más no poder, ¡pero la mugre salía siempre! ¡¿Por qué ahora no?! Bueno, al menos una gran parte de la mugre. Nuevos no iban a volver a quedar nuca, eso lo tenía tan claro como el agua.

Pero no podía hacer nada con esto. Es como si se hubiese quedado pegado, y no salía.

—Madre mía, ¿se puede saber a qué huele aquí? ¿Has vomitado otra vez? —Annelise entró a nuestra habitación y se tapó la nariz.

Sí, ese era otro detalle importante. El olor era insoportable. Menos mal que había comprado una mascarilla. Era más soportable de ese modo.

—Son los zapatos de Nathaniel. Me los ha dado, y estoy intentando solucionar el problema —expliqué mientras frotaba con más fuerza—, pero no hay manera de sacar esta basura.

—Pero no seas bruta, y cómprale unos nuevos. Lo que echaste ayer por esa boquita es imposible de limpiar. Así que evítanos el sufrimiento de morir apestadas y vamos a Fisketorvet. —Mis ojos se achicaron intentando descifrar lo último que había dicho—. Tú solo coge dinero y ven conmigo.

Y así es como media hora después estábamos en nada más y nada menos que un centro comercial. Y vaya centro comercial. Era enorme. Me daban ganas de entrar y mirar las tiendas.

Pero eso en otro momento.

Ahora iba a centrarme en lo importante, que era comprar unos puñeteros zapatos nuevos para el chico que estaba como un quesito.

El problema era, que nunca había comprado nada para un chico. Bueno sí, para mi primo. Pero no contaba porque tenía siete años, y no creo a Nath que le gustase La patrulla canina.

Aunque bueno, para gustos se hicieron colores.

En otro momento diría que iba a seguir mi intuición, o mi corazón. Pero solía equivocarme el noventa y nueve por ciento de las veces, así que iba a limitarme a seguir a Lise.

Pero no estaba segura de si había sido buena idea del todo, porque llevábamos dos horas dando vueltas, y más que ayudarme a mí, la estaba ayudando yo a ella a escoger ropa.

<<Error de principiante, Olivia>>.

Y más sabiendo que Alicia lo había hecho cientos de veces. Si es que era tonta…

Encendí el móvil, y cuando vi la hora que era quería matar a mi compañera.

—Lise, quedan cuarenta minutos para que cierren las tiendas. Voy a dar una vuelta a ver si encuentro algo. Nos vemos a las ocho en punto en la puerta principal. —Asintió sin hacerme mucho caso. Bufé, cansada y empecé a buscar.

Era un centro comercial precioso, maravilloso, fantástico, y demasiado grande. Había demasiadas tiendas, y ninguna de zapatos. 

<<Me cago en el arquitecto, en el constructor, y en mi… ¡Ahí!>>

Corrí como alma que lleva el diablo y entré en Havana. Empecé a buscar y buscar, y nada. No encontraba absolutamente nada que me convenciese.



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Editado: 16.10.2022

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