Emma.
—¿Cómo se comportó Alaia hoy? —La voz de Nicholas me llegó desde atrás mientras estaba en el sofá leyendo el último mensaje de mi hermano por tercera vez desde hace dos horas.
—Perfectamente —murmuré sin mirarlo.
Un silencio sepulcral se instaló entre nosotros, pero sabía que allí estaba, justo tras de mí.
—¿Firmaste el contrato? —Asentí sin mirarlo, de repente nerviosa—. Perfecto. Buenas noches, señorita Brown.
Dándome media vuelta vi que aún permanecía allí mirándome. Sus ojos no se movían de los míos.
—Hasta mañana, señor Stevens.
Dudó un momento antes de asentir para luego retirarse con rumbo a la cocina.
Desde donde estaba lo vi quedarse de pie mirando las galletas que había hecho esta tarde. Quise decirme a mí misma que era porque a Alaia le gustaba estar llena de harina y a mí me gustaba cocinar, pero una parte de mí me decía que quería descongelar el frio corazón que sabía que tenía en algún lugar. Al final del día, se había comido el desayuno. Y no lo escuché quejarse en ningún momento luego de ello.
Volví mi atención al teléfono quitando mi mirada de mi jefe. Eso es lo que era. Sólo mi jefe. Y yo solo estaba siendo amable por muy idiota que fuese él.
Te estás comportando como una niña, Emma. Dime dónde carajos estás para ir por ti. Edward está a punto de dar notificación a la policía, por Dios. Papá dijo que habías abandonado la escuela de medicina y te habías ido. ¿Qué sucedió? No creo esta mierda. Respóndeme para saber qué estás bien. Estoy al borde del colapso mental aquí, Emma.
Suspirando, mis dedos comenzaron a escribir una respuesta. Mi padre podía meterse sus órdenes por el trasero, pero no iba a perjudicar a mis hermanos.
Hey, E. Miles Brown siempre tiene razón, ¿no?
Los amo, pero no voy a volver. Estoy bien, cariño. Tengo veinticinco, sé cuidarme sola. No me busquen por favor. Tengo techo, comida y soy más feliz de lo que lo seguiría siendo en ese lugar.
Lo pensé mucho antes de enviarlo, pero, aun así, lo hice. Eso los dejaría más tranquilos a ambos.
Sacudiendo la cabeza bloqueé mi cuenta por un tiempo no queriendo recibir más mensajes de mis hermanos. Por mucho que me doliera esta era mi vida ahora y no podría hacer nada para cambiarlo. Con algo de suerte, papá se retiraría antes y les dejaría el negocio a los chicos antes de que yo me pusiera vieja y arrugada para poder estar con ellos. Sólo esperaba que por una vez en la vida me escucharan y respetaran mis decisiones.
Nunca fui la niña de papá, pero si fui la princesa de mis hermanos. Cuando tuve mi primer raspón, mi primera cita, incluso mi primera vez. Esa última ocasión no era algo que quisiera recordar, a decir verdad. Intenté perder mi tarjeta V varias veces y siempre ellos se entrometían.
Luego del primer intento, Brad no había llamado de vuelta tras la aparición de los bravucones Brown en su casa. Al final, la terminé perdiéndola con la persona que ellos menos esperaron, uno de sus amigos más cercanos, y que sabía que podría toparme pronto teniendo en cuenta para quien trabajaba.
Mis hermanos se habían ganado su reputación en Webster High y yo había quedado sucumbida en ella también, era inevitable. Salir con chicos era muy difícil para mí por lo que cuando entré a la universidad luego de mí tercera cita arruinada por ellos, opté por dejar a los chicos a un lado. No tenía tiempo para quedar en medio de una pelea de perros. Y más aún cuando sabía quiénes iban a ganar. Estaba harta de que los chicos no se acercaran a mí por miedo a mis hermanos, pero los amaba.
Ninguno de esos bastardos es lo suficientemente bueno para ti, Em.
Siempre me atrapaban con eso y yo me dejaba engatusar por sus palabras. La verdad siempre fui tan reservada que dejaron de importarme sus escenas. Ellos creían que debía ser protegida más que cualquier otra chica y aunque no me decían por qué, yo lo sabía. Mis propios hermanos sentían lástima por mí. A fin de cuentas, yo era la patética niña cuyos padres no la querían. No era fácil de olvidar, pero trataba de no darle mucha importancia.
Aprovecharía estos meses lejos de ellos para tomar un bocado de la vida. Saldría. Tendría citas. Diablos, tendría relaciones con un hombre. Viviría. Y tendría la libertad que nunca había tenido.
♣ ♣ ♣
Golpeé mi cabeza con la pared cuando al ver mi mesita de noche el reloj en ella daba las cinco de la mañana. ¿De verdad? ¿Qué mi cuerpo no conocía lo que era dormir un poco más? Ni con todo lo cansada que estuve ayer a las diez me obligué a dormir, y esperé que dieran las doce para hacerlo. Y nada. No obtuve resultados porque por mucho que estaba cerrando los ojos y contando ovejas, no lograba conciliar el sueño para despertarme por lo menos una hora antes de que Alaia lo hiciera.
Definitivamente tenía que buscar algo en lo cual entretenerme o moriría de aburrimiento mientras Alaia dormía. La televisión quedaba descartada, no era mucho de estar horas pegada a una pantalla, más aún cuando era un constante recuerdo de la vida que tenía. Papá salía en las noticias a cada momento y el hombre era la última persona en el mundo al cual quería ver. Mis hermanos también lo hacían, y aunque quería verlos, no iba a torturarme así, por lo que me abstendría de cada medio de comunicación que me llevara de vuelta a ellos.
Tal vez compraría utensilios y comenzaría a pintar, amaba hacerlo. Sí, Emma, cuando tenías doce. Teniendo en cuenta que era una niña en ese momento, mis técnicas acrílicas estaban por debajo de los estándares luego de tantos años.
No tenía muchas opciones realmente, y debía ahorrar todo el dinero posible así que mis novelas románticas quedaban descartadas también. Esperaba que a Elena se le ocurriera tomar algunos de mis libros cuando fue a casa de papá hace unos días por mis cosas, no me importaba releer en lo absoluto.
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Editado: 02.04.2024