Emma.
Tal vez cometí un error al llamar a mi mejor amiga diez minutos atrás, tal vez no, pero en lo único que pensaba mientras escuchaba a Elena Williams suspirar por mi reciente confesión, era en lo mucho que molestaría esto a mis hermanos si llegaban a enterarse. Comenzando porque uno de ellos ni siquiera sabía que estaba trabajando de niñera, mucho menos que acepté la invitación de mi jefe a salir.
—No puedo creer que le hayas dicho que sí Emma. —Elena se escuchó asombrada, y tuve que contener la carcajada que amenazó con escaparse de mis labios—. El tipo fue un completo imbécil contigo.
—Bueno, siempre he sido un imán para esos, ¿no? —intenté bromear, haciendo una mueca. Tal vez me estaba arrepintiendo por decirle que sí a Nicholas Stevens tan rápido—. No le menciones nada de esto a mi hermano, por favor.
—No te preocupes, Em. Mi boca está cerrada.
Suspiró, riendo segundos después. A lo lejos, la sonora risa de Sasha, su compañera de apartamento, llegó a mis oídos.
—Aunque me dijo que Edward está preocupado por ti —añadió antes de que me animara a hablar—. Viajó a Londres recientemente y nada más llegó, intentó que Elijah le dijera donde te encontrabas. Creo que sospecha que tu padre tuvo algo que ver con tu retiro de la universidad.
—No me extrañaría que un día de estos fuese a averiguar los motivos que planté en mi expediente para dejar la carrera.
—¿Ya conseguiste el traslado?
—Algo. —Fui yo la que soltó el aire ahora. Las cosas no estaban siendo precisamente fáciles—. Pasé los exámenes, pero sigo esperando que me llamen. Tendré que iniciar mis practicas otra vez, pero no importa.
—¿Y si haces un préstamo, Em? —Vaciló un poco antes de continuar—. Puedo tomar el dinero de mi fideicomiso y dártelo mientras lo necesites.
—No hay manera —respondí rápidamente. Sé que ella estaría dispuesta a plantarle la cara a su padre para ayudarme, incluso a tomar un dinero que siempre se negó a usar, pero no me sentiría bien permitiendo que ella hiciera eso por mí—. De querer un préstamo acudiría a Elijah, se ofreció a pagar mi universidad.
—¿Y por qué no lo aceptas? Es tu hermano, Emma.
—Sé eso, pero esto no tiene nada que ver con el dinero —atiné a decir—. Esto es por mí. Necesito demostrarme a mi misma que no necesito la ayuda del apellido Brown o un miembro de mi familia para salir adelante. No me importa tener que esperar un año para ahorrar el dinero y así terminar mi carrera.
—Estoy orgullosa de ti, cariño.
—Tanto como yo lo estoy de ti —anoté, soltando una sonrisa. Ella había salido adelante junto a su madre a pesar de las necesidades. Elena había ido a una de las mejores escuelas de medicina del país por sus propios méritos, sostuvo una beca a pesar de la enfermedad de su madre y la cuidó en el proceso.
Ella se merecía todos los éxitos que estaba acumulando poco a poco.
—¿Cómo van las cosas con Elijah? —me animé a preguntar. Era la primera vez que yo sacaba el tema.
Elena parecía feliz, pero conocía los altos y bajos de la especie de relación que ese par estaba teniendo. Amaba a mi hermano, pero no creía que Elena fuese la persona con la cual sentara cabeza y se lo había dicho a ella, pero como siempre no me hizo caso. Sí, tal vez Elijah la quería, pero no tenía la idea de formar una relación estable con la hermosa mujer que se estaba entregando bajo la esperanza de que así fuese.
Ella nunca me lo diría.
—No hay nada de lo que hablar, Em —aseguró—. No quiero meterte en la mitad por lo que es mejor que no hablemos del tema tú y yo.
—Entiendo.
Sus palabras dolieron a pesar de que sabía de qué tenía razón. Si ella y mi hermano dejaban la extraña relación que tenían lo mejor era que los únicos involucrados fueran ellos, meterme allí solo empeoraría las cosas y me pondría en una situación que no quería, sobre todo porque no podría escoger bandos en este caso.
El sonido de las llaves siendo tiradas en la barra me colocó alerta, mi corazón comenzó a martillear en mi pecho y miré mi teléfono, nerviosa.
—Elena —vacilé, escuchando su risa. Estaba ansiosa, lo sabía.
—Ya llegó, ¿no es así? —sonaba divertida por mí nerviosismo.
—Sí.
—Bueno, repacemos las reglas de la primera cita —añadió con burla.
—No me...
—Primera regla —inició—. No aceptes que inicie algo que no estás dispuesta a hacer.
—Anotado.
—Segunda —se carcajeó—. Siempre ten tu teléfono cerca en caso de emergencias. Si necesitas escapar solo me mandas un mensaje. Iré con Owen para que le dé una paliza si hace algo que no quieras.
—No creo que Owen Nichols esté en desacuerdo con eso —me burlé, recordando al musculoso pelirrojo cuyo oficio era atrapar criminales como agente del FBI. El novio de Sasha daba miedo solo con su trabajo.
—Tercera y última regla de la primera cita —me interrumpió—. Diviértete, Emma Grace Brown. Te lo mereces.
—Eres una cursi sin remedio.
—Y así me amas.
—Lo hago.
—Cariño, prométeme que vas a hacer lo posible por evitar que ese hombre entre en tu corazón antes de demostrarte que en verdad quiere algo enserio contigo.
Sonreí porque Elena era lo más cercano que tenía a una hermana a pesar de que tan solo nos llevábamos un par de meses.
—Lo prometo —dije segura—. Nicholas Stevens no me romperá el corazón.
O al menos haría lo posible por evitar que lo hiciera.
—Tendré que conocer al hombre para dar el veredicto final. —Una carcajada salió de su boca—. Por favor, mándame un mensaje o llama cuando llegues a casa —murmuró al otro lado de la línea.
—Por favor no revientes mi teléfono con mensajes.
A medida que hablaba, empacaba algunas cosas en mi bolso.
—¡Oye! Soy tú mejor amiga. Ese es mi trabajo —habló riendo. Un par de voces se escucharon al fondo y la risa de mi amiga llenó la línea—. Las chicas dicen que ante todo la protección. No lo dejes tocar si no tienes seguridad de que tiene el envoltorio de su amiguito en su bolsillo, Emma.
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Editado: 02.04.2024