Emma.
Lucas sostuvo la fotografía en su mano con burla destellando en sus ojos azules. Elijah y él siempre fueron muy cercanos y era por eso que en la foto ellos parecían casi hermanos pasando el rato en la piscina de la casa de mis abuelos cuando tenían diecisiete.
—Fueron buenos tiempos —suspiró, nostálgico—. Fue el día que me dijeron que había sido admitido en la universidad.
—Pero no estabas feliz solo por eso —respondí, recordando un poco la situación.
—Quería alejarme de todo, Emma —me dijo—. Y funcionó por un tiempo hasta que ocurrió ese accidente. Mi vida cambió por completo y no recuerdo ni los motivos por los cuales pasó.
—Fue difícil, ¿no?
—Mas que eso —suspiró—. Iniciar tus veintes sin recordar mucho de lo que pasó antes no es nada feliz, Emma.
Mientras más hablábamos, mas recordaba todo lo que había sucedido. Lucas tuvo un accidente hace años, mis hermanos y él perdieron el contacto desde entonces. Los padres de Lucas eran estrictos, orgullosos y arrogantes. Ellos no querían que nadie se le acercara a su hijo en ese momento y mis hermanos tuvieron que alejarse.
Yo viajé mucho con el abuelo en ese año y no estuve muy presente, pero cuando regresé, ya Lucas no estaba. Se había marchado sin importarle nada y hasta que tomó su lugar en los Boston Devils no escuché más de él.
—Pero no estamos aquí para hablar de cosas tristes —forzó una sonrisa—. Mi hermana quiere verte. Le conté que nos encontramos y está ansiosa.
—¿Está bien?
—De maravilla.
Pasar el rato con Lucas era lo que necesitaba y no sabía, ver una cara diferente y al mismo tiempo conocida, me alivió y evocó recuerdos en mí que me hacían sentir como en casa. Sin embargo, los mensajes insistentes de Verónica preguntando cuando llegaría me hicieron sonreír y al final, di por finalizada mi reunión con Lucas a media mañana, declinando su oferta de llevarme a casa de los Hamilton.
Me arrepentí luego de ello.
El taxi a casa de Verónica fue un infierno. El tráfico era una jodida molestia algunas veces y era en estos momentos en donde me arrepentía de no haber aceptado el auto que Elijah quiso regalarme de cumpleaños hace un par de meses o en su lugar, haber aceptado la oferta de Nicholas para traerme hace treinta minutos cuando le dije que decliné la oferta de Lucas.
Verónica y Erick compraron su casa apenas un par de meses atrás según lo que me dijo Nicholas anoche.
Según lo que me contó, Erick estuvo reacio a abandonar su antiguo lugar por un par de semanas, pero al momento en que Verónica le mencionó la posibilidad de quedar embarazada en unos meses, cambió de opinión pensando en sus futuros bebés. Eso y que el pequeño Jake no se conformó con un perro, sino que ahora tenía además un pequeño gato corriendo junto a él a todos lados. Verónica incluso tenía que discutir con él porque quería llevarlo consigo a cada lugar que iban. La mujer me contó que, durante la primera semana de tenerlo, lo metió en su mochila y se lo llevó a su escuela.
Su maestra no estuvo contenta con ello y su madre tampoco, y como Erick no sabía decirle que no, le compró otro gato para que el primero no se sintiera solo cuando Jake iba a la escuela. Verónica dijo que dentro de poco su casa se convertiría en un zoológico, cortesía de un padre que no sabía decirle que no a su pequeño hijo de seis años.
El hombre del taxi sonrió en mi dirección cuando estacionó frente a la reja de la casa de los Hamilton Cross. Sacando el dinero, se lo di, para luego dándole una breve sonrisa de vuelta, salir del auto y caminar hasta la puerta de la casa. Agradecía que Verónica hubiese dejado la reja abierta porque quedarme aquí hasta que ella bajara hubiese sido un dolor de cabeza. Con su embarazo, pasaba más tiempo en el baño que en cualquier otro lugar de su casa.
—¡Emma! Cariño, amo lo que le hiciste a tu cabello —la voz cantarina de Sam me saludó una vez me abrió la puerta. Su cabello rubio platino caía en ondas sobre sus hombros y sus ojos castaños me observaban con felicidad.
—No pienso usarte de conejillo de indias, Sam —contesté sonriendo y entrando junto a ella a la casa. Aún no me acostumbraba a lo grande que era este lugar.
Una gran foto de Verónica, Erick y Jake le daba la bienvenida a cualquiera que entrara.
—Valía la pena intentarlo —habló caminando hasta la cocina, tomando una copa de vino medio vacía de la barra.
—Sam. —Levantó sus cejas llevando la copa a sus labios color carmesí—. Son las diez de la mañana.
Alejando el vino de su boca y dejándolo en la barra hizo un pequeño puchero en mi dirección.
—Sam tiene algo que contar y es la razón por la que decidió comenzar el día tomando eso —dijo Verónica entrando a la cocina, limpiando su boca con un paño pequeño.
—El embarazo no te trata nada bien, ¿no es así? —señalé caminando hacia ella para darle un abrazo. Ella bufó devolviéndomelo y luego se sentó en una de las sillas junto a la barra.
Sam sonrió viendo su barriga plana.
—El primer trimestre siempre es el peor —murmuró Verónica tomando una de las galletas del jarrón junto a la copa de Sam—. Y bien, Samantha Daniels abre la boca y dinos que sucedió.
La rubia entornó sus ojos y se sentó junto a Verónica, haciéndome un movimiento para que hiciera lo mismo.
—Créeme, mi trasero no me lo agradecería. El viaje en taxi fue una tortura —susurré sacudiendo la cabeza, dejando mi bolso en la silla junto a Sam.
—Terminé las cosas con Bradley —reveló tras varios segundos en silencio.
Verónica chilló emocionada mientras que yo solo me limité a observar a Sam. Sabía muy poco sobre la relación de ese par, pero según lo que escuché de Verónica, Sam no quería a Bradley y el sentimiento era mutuo. Eran solo una especie de folla-amigos sin la parte de la amistad según lo que mencionó Nicholas anoche en nuestra plática. Al parecer, antes de Bradley, Sam anduvo durante un tiempo con Kyle y a partir de allí ninguno de los dos volvió a ser el mismo.
#989 en Novela romántica
#400 en Chick lit
drama amor bebe responsabilidad romance, amor odio jefe secretaria, celos dolor desamor tragedias problemas
Editado: 02.04.2024