Emma.
La garganta se me cerró producto de las lagrimas que poco a poco descendieron por mis mejillas. Las gotas saladas llegaron a mis labios cuando las limpié de golpe, obligándome a mirar a un Nicholas que se levantó, observándome sin entender lo que sucedía.
—No puedo —susurré mas para mí que para él—. Nicholas, hablemos. Yo no puedo hacerlo.
—¿A qué te refieres? —Su voz salió ahogada, lastimada—. ¿No te quieres casar conmigo?
—No es eso —me apresuré a decir. Sacudí mi cabeza buscando las palabras atoradas en mi garganta. Sus ojos me observaron con incertidumbre y confusión—. Te amo, pero... no puedo dejar que sigas.
Las palabras dolieron mucho más de lo que pensé. Tenía tanto miedo que no conseguía formar una oración que tuviese sentido para él. No sabía cómo expresarme.
—¿De qué hablas? —su voz fue tan solo un susurro sin creer lo que estaba saliendo de mi boca.
—No puedo decirte que sí por mucho que en verdad desee hacerlo. —Me observó con fuerza pidiendo una explicación silenciosamente—. No quiero ser madre, Nick —sentencié, estremeciéndome—. No quiero tener hijos ni ahora ni en un futuro lejano o próximo.
Sus ojos buscaron los míos buscando alguna broma en ellos, pero no había tal cosa.
—¿No quieres? —Sacudí la cabeza nuevamente, notando la confusión en sus ojos—. ¿Y por qué nunca dijiste nada, Emma?
—¿Me amarías menos si...?
—No es eso, Emma. —Se acercó a mí, pero por instinto, di un paso atrás—. Todas las veces que me escuchaste hablando de la posibilidad permaneciste en silencio —me recordó, haciéndome voltear el rostro—. Pensé que estábamos en la misma página.
—Nunca lo hablamos, Nick.
—Tu silencio parecía ser una respuesta. —Sentir su mirada tan intensa, ansiosa y dolida sobre mí me estaba matando lentamente—. Al igual que lo parece ser ahora.
—Nick...
—¿No quieres casarte conmigo o no quieres formar una familia mas grande conmigo? —inquirió, temiendo mi respuesta—. Porque no es lo mismo, Emma. Y parece que tienes una misma respuesta para las dos.
—Nick, te amo no dudes de eso, yo simplemente no... —callé sin saber que decir, mis ojos buscando los suyos intentando que viera el desespero en ellos. No quería lastimarlo y era justo lo que mis palabras equivocadas hacían.
—No me amas lo suficiente como para querer un futuro conmigo, Emma.
Se sentó en el borde la cama respirando pesadamente.
—Nick... —intenté acercarme a él queriendo tocarlo, pero se puso en pie alejándose de mí. Eso dolió aún más—. No puedo darte una respuesta sin hablar de esto. Tú quieres hijos, y eso es algo que yo no puedo darte.
Mi mas grande miedo apareció con fuerza, arrasando con todo.
—Además, no sé si pueda ser todo lo que Alaia necesita, no sé si pueda ser una madre para ella.
Contuve las lagrimas que las palabras produjeron. Meter a la bebé en esto no parecía ser lo correcto, pero lo era. Alaia no merecía una mujer a su lado que por las noches se llenaba de miedo ante la posibilidad de fallarle. Ser la novia de su padre era una cosa, y yo la amaba con toda mi alma, pero no quería que mis miedos la lastimaran. Nunca me lo perdonaría.
—Cuando te hablaba de la posibilidad de que te quedaras, cuando te decía que tú eras mi familia y que quería ser mejor por ti y por mi hija... —pasó saliva, lanzándome una sonrisa llena de tristeza. Odiaba verlo así—. ¿Qué planeabas, Emma? ¿Para qué dijiste que sí a vivir conmigo?
—Yo los amo, Nicholas.
—Temporalmente —replicó, clavándome un puñal con fuerza con sus palabras—. Hasta que te canses de jugar a la familia y puedas marcharte sin ningún tipo de culpa.
—Nicholas...
—Sí, debimos hablarlo a profundidad. Lamento mucho haber confundido tu «somos una familia» o tu «me quiero quedar contigo y con Alaia» o cualquiera de las cosas que me dijiste. —El dolor era evidente en su voz, mi corazón partiéndose al verlo, solo que no había nada que pudiera hacer, porque era yo la que causaba ese dolor—. Yo no necesito que me des un hijo para querer casarme contigo, porque te amo, pero mi hija viene incluida en el paquete que no pareces querer.
—No se trata de eso, Nicholas, entiéndeme.
—¿Qué es lo que tengo que entender, Emma? ¿Qué te irías en unos meses cuando ya te cansaras de mí y de Alaia? ¿Cuándo el calor de una familia fuese demasiado y te sintieras asfixiada?
Sacudió la cabeza, pensando por un par de segundos.
—No soy solo yo, Emma. Hay una niña de por medio que cada día se despierta y en vez de correr a mí, a su padre, corre directo a tus brazos. Le diste amor, la figura de una madre... no me debes nada ni a ella, pero si desde un principio pensabas así, no debiste involucrarte de más porque no soy solo yo.
—Yo no pretendía hacerles daño, Nick.
—No llegaste para quedarte, eso lo sé, pero pudiste haberte negado a esto entre nosotros si tu plan era irte en un tiempo, no dejar que me enamorara de ti de la manera en que lo estoy ni que mi hija se encariñara contigo.
Sacudió su cabeza, devastado.
—No se trata de no querer casarme contigo, Nick. Claro que quiero, pero...por favor.
—¿Qué?
—Dame tiempo.
—¿Para qué? ¿Para obligarte a hacerte a la idea de que Alaia necesita una madre? Mi hija no es una obligación o una cruz que debas cargar, Emma.
—Yo amo a Alaia.
—Si la amaras, no tendrías dudas sobre ella —aseguró—. Si la amaras, sabrías que desde que llegaste, Alaia no ha hecho mas que corresponder a tu cariño, que has sido una madre para ella sin darte cuenta y que desde que llegaste has hecho lo que te da miedo hacer conscientemente en unos meses.
—Solo te estoy pidiendo...
—Tiempo —susurró—. Tiempo para obligarte a hacer algo que claramente no quieres, Emma.
—Yo no pensé que las cosas fuesen a llegar a este punto, Nicholas —admití—. Cuando comenzamos a salir, pensé que me romperías el corazón —la sinceridad no debía ser mi fuerte justo ahora, pero lo era—. Pero no fue así. Y todo pasó tan rápido que no me dio tiempo de hacerme a la idea de lo que estaba sucediendo.
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Editado: 02.04.2024