Nicholas.
Seguí golpeando el saco frente a mí a medida que la música me hacía esquivar los sonidos de afuera, mis puños golpeando tan fuerte como el dolor que hace un mes me había invadido y no se marchaba.
No quería sentir nada más que el malestar de mis nudillos golpeados, era lo único que me mantenía al pie del cañón evitando que cayera. Era el único refugio que tenía que no afectaba a mi hija, el estar lejos de ella por un par de horas de más era un infierno, pero no quería transmitirle la rabia que se me acumulaba durante el día al pensar en lo que había sucedido.
Todo dolía demasiado para ser verdad.
Me despertaba por las noches anhelando que todo fuera una maldita pesadilla y poder encontrarla refugiada en mis brazos como noches atrás, la cruda realidad invadiéndome una vez abría los ojos y no estaba.
Tenía que acabar con esto, ella se había ido. Y por mucho que deseaba levantar el teléfono y llamar, ya había pasado un mes sin tener señales de ella. Se lo prometí una vez, no la iba a presionar jamás, lo que no sabía era si luchar en este caso terminaría condenándome a incumplir esa promesa. Justo por eso no lo hacía.
No la culpaba por no querer tener hijos, era su decisión y yo la respetaría sin importar si mis deseos antes habían sido tener más hijos. La quería a ella, conmigo, con Alaia, era lo único que realmente deseaba y ya no estaba.
Entendía su postura con respecto a no tener hijos, su cuerpo temblando en mis brazos al contarme las historias de sus padres me hicieron caer en cuenta de que tal vez solo tenía miedo y yo lo respetaba.
Sin embargo, cuando le dije que se tomara el tiempo que necesitaba, pensé que serían solo unos días y podríamos hablar, no que pasarían tantas semanas sin saber nada de ella, como si se hubiese marchado de manera permanente para no intentar siquiera regresar.
También estaba enojado, no lo iba a negar. Dije cosas en el calor del momento que pudieron haberla afectado, pero cada silaba, la sentía. Sus palabras calaron tan profundo que en ese momento no pensé en nadie más que en la niña que tanto la quería y que podría verse afectada con su partida.
Y así había sido.
Alaia lloraba por las noches buscando a Emma, apenas si se dejaba cuidar por Lauren sin correr a la habitación de la castaña que se marchó, creyendo que allí podría encontrarla.
Desde entonces, dormía en mi cama. Ni ella podía apartarse de mí, ni yo de ella.
Salí del baño esa noche hace un mes intentando buscarla para hablar. Corrí por toda la casa buscándola, su perfume favorito estaba en la mesita de noche junto a mi cama, pero la mayoría de sus cosas se habían ido. Mi carrera al elevador no fue suficiente para encontrarla en el lobby, Vincent tenía una mirada triste haciéndome saber que ella se había ido.
Mi pequeña apareció después y su llanto más tarde al buscar a Emma y no encontrarla me partieron lo poco de corazón que me quedaba intacto. Alaia había aprendido a amarla casi tanto como yo y el hecho de que ni siquiera hubiera tenido el valor de esperar y despedirse de ella me hizo querer odiarla, pero no podía hacerlo, la amaba demasiado como para albergar otro sentimiento que no fuese amor con respecto a ella.
—¿Qué demonios, Nick? —escuché el grito de Kyle en medio del ruido de los parlantes del gimnasio, pero no detuve mi tarea. No estaba para sus juegos ni lo estaría en un futuro cercano—. ¡Nicholas!
Sus pasos se fueron acercando a mí haciéndome golpear con mayor fuerza el saco frente a mí, el dolor intensificándose a medida que mis nudillos impactaban contra este.
—¡Stevens! —Sus manos me empujaron hacia atrás haciendo que dejara mi tarea, mis ojos buscando los suyos con furia—. ¿Qué carajos crees que estás haciendo? —La furia en sus orbes verdes igualaba la mía—. ¡Vas a dañarte las manos si sigues así!
Recordaba haberlo visto los últimos días con gesto acusatorio observándome desde la puerta, pero a excepción de hoy nunca se había atrevido a entrar.
—¿Y a ti qué más te da? Déjame en paz, Johnson.
Caminé a la esquina tomando mis cosas, mi teléfono sonando entre ellas. Kyle me observó con detenimiento y decepción en sus ojos verdes, sus pies deteniéndose frente a mí interrumpiendo mi camino a la salida.
—¿Qué?
—¿De qué va todo esto, Nick? —La preocupación remplazó la furia que le causó mi forma de actuar al llegar—. Llevas días encerrado aquí y eres el último en irte, ¿qué sucede?
Sacudí mi cabeza intentando pasarlo, su mano se posó en mi hombro para detenerme. Tragué en seco a sabiendas que me sería imposible irme de aquí si no abría la boca.
—Necesitas hablar y yo estoy aquí, todos estamos preocupados por ti, pero nadie se ha atrevido a acercarse porque tal parece que el viejo Nicholas ha vuelto. —No había acusación en su voz, solo incertidumbre y dolor.
—No es nada, necesito tiempo, eso es todo. —Aunque las palabras sonaron convincentes eso no fue suficiente para que se apartara de mi camino—. Kyle, por favor.
El suspiro desesperado que solté lo hizo mirarme con mayor preocupación.
—No estás bien, ¿esto es por Emma?
El teléfono comenzó a sonar de nuevo dándome la posibilidad de esquivarlo. El nombre de Verónica brilló en la pantalla al sacarlo. ¿Qué demonios quería? Kyle entrecerró sus ojos en mí dirección al ver mi renuencia a responderle a él y además a nuestra agente de relaciones públicas.
—¿Por qué no contestas? Puede ser importante.
Sabía que el «importante» de Verónica era con respecto a mí siendo la comida de los buitres estacionados fuera de mi casa ante mi renuencia de asistir a las entrevistas.
Me removí incómodo en vez de responder, sus sospechas aumentando por mí comportamiento. Su mano voló a mi celular arrebatándolo de mi agarre.
—Contestaré yo entonces —me retó.
—Dámelo.
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Editado: 02.04.2024