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16. Recuerda quién eres

Ale

Decidí iniciar esta pelea porque sabía, que no le bastaría acabar conmigo así nomás; una batalla justa y con un final deseado, es lo que quizás la hará restablecerse.

La sangre del tajo en mi mejilla se mezcló con mi sudor; el cual se arrastró por mi mentón hasta caer al suelo.

Me pasé la muñeca por mi boca y volví a fijar mis ojos en Caro, los cuales no me habían dejado de mirarme con desafío y enfado en todo este tiempo. Aunque ahora también parecía estar molesta por otra cosa.

—¿Por qué? —cuestionó de pronto, mientras bajaba sus armas por un momento —. Dime ¿Por qué no estás peleando en serio?

El comentario de Caro me dejó anonadada. No creí que se diera cuenta, y eso que intenté lucir lo más seria posible. Es que simplemente no puedo ¡No puedo herir de gravedad a mi hermana!

—¡¿Qué carajos estás diciendo?! ¿Acaso pretendes burlarte de mí? —exclamé aparentando el mayor enojo posible —. Esta es mi forma de pelear en serio.

—¡No es verdad! Tu... —se interrumpió, después de correr la mirada; continuó —. Tu no peleas así.

Aquello me dejó sorprendida, no esperaba oír palabras así tan de repente. Es cierto, que ya me estaba pareciendo sospechoso que supiera mis movimientos de antemano, para contrarrestarlos; a pesar de que se supone que no sabe nada sobre mí.

Era como si estuviera recordando. Es que ¿Acaso está funcionando? Si es así, entonces podría ayudarla y no hará falta seguir peleando ¿Verdad?

—¿Cómo lo sabes? ¿Has recordado algo?

—Solo lo sé y ya —contestó con frialdad, levantando de nuevo sus armas —. Ahora ponte seria y deja de pelear como una bebé.

O tal vez no. ¿En verdad su odio hacia mí es tan grande, que ni siquiera quiere detenerse a pensar por un maldito segundo sobre su pasado? Esto no era bueno, no quiero seguir luchando contra ella.

¿Por qué me obliga a hacer estás cosas? Me gustaría ponerme sería ya, pero no puedo; ya que, con solo verle los ojos, me recordaba a la Caro que solía lucir aquellas enormes sonrisas de confianza y la que daba su apoyo incondicional.

Qué irónico, en vez de estar recordando ella, lo estoy haciendo yo. Pensé esbozando una sonrisa de lado.

—Muy bien, Caro. Esta vez no tendré piedad de ti —me puse en posición de ataque.

—Espero sea cierto y dejes reducir tu fuerza en el último segundo.

—No sé de qué me estás hablando.

—¡Maldita idiota! Déjate de bromas. Solo pelea en serio.

Corrió hacia mí, mientras imitaba su acción. A unos pocos metros de distancia, dimos un salto interponiendo nuestras armas; nos cruzamos, atacamos y pasamos de largo; rosándole un poco su hombro con mi jutte.

Pero ella hizo algo más cruel en mí. Dirigí algo temblorosa mi mano al costado izquierdo, y en cuanto la volví a ver, estaba cubierta de sangre. Fue una tajada profunda.

—¡Maldita sea! —murmuré.

—Te advertí que pelearas en serio —la escuché decir en un tono frío a mis espaldas.

No pude evitar apoyar una rodilla en el suelo, el dolor era demasiado. Agaché la vista un momento, y observé que en el suelo había sangre seca; esa sangre no era de nosotros, sino de ellas. Apreté mis manos con rabia, tras recordar lo de aquella vez.

—¿Te rindes? —curioseo con simpleza, lo cual provocó que duplicará mi enfado.

—¿Me dejarías en paz si me rindiera? Vaya, que amable de tu parte —añadí en tono sarcástico.

—Ni hablar. No te dejaré salir de aquí con vida, pero todavía no pienso acabar contigo hasta que luches con todas tus fuerzas. ¿Qué tengo que hacer para que lo hagas de una maldita vez?

—¡Cállate! ¡No me trates como una niña! —me levanté impulsada por la furia, volteándome.

—No hables como si me conocieras. La Caro de antes tendría derecho a decirme esto, no esta otra Caro, que tengo frente a mi ahora.

—¡Cállate! —bramó —. Yo no soy otra nadie.

—Claro que lo eres, te dejas manipular muy fácil por Cazador. No eres la verdadera Caro ¡Eres una cobarde!

—Ya cierra la boca.

Corrió hacia mí enfurecida, mientras que yo esperaba su ofensiva. Por mucho que me hiciera la valiente ahora, definitivamente esa cuchillada que me dio; me debilitó por completo.

Así que cuando me atacó, me costó muchísimo trabajo en contrarrestarle y defenderme con mis jutte; además, de que estaba aplicando más fuerza que antes.

—Después de haberme humillado ¿Qué carajos esperabas? ¿Un abrazo?

Exclamó mientras iba y volvía con sus katanas, haciéndome retroceder de a poco.

—No voy a perdonar a nadie ¿Entiendes? Mucho menos a ti. No necesito recordarlas.

—Me da igual si me perdonas, si me recuerdas, o no.

Contraataque, golpeando su quijada al hallarle un punto ciego. Crucé mis jutte alrededor de una de sus katanas, para luego tirar hacia atrás y quitársela de las manos.

—Pero al menos intenta acordarte de la payasa de Lucy, de la sabelotodo de Araceli de nuestra madre, Miwa.

Me di cuenta que de repente abrió los ojos, como si ese nombre le hubiera provocado algo.

—¡No! —se agarró la cabeza —. Mi maestro me dijo que no hacía falta recordar, que debo olvidarlas; ya que ustedes nunca me quisieron realmente. Solo se burlaban de mí.

—Eso no es verdad —negué de inmediato —. No te dejes engañar por lo que te diga un maldito mentiroso, Caro.

—Exacto —agrego seco, mientras bajaba lentamente sus manos —. No debo permitir que alguien como tú, me engañe.

—Uy, vas a tener muchas cosas de las que arrepentirte en cuanto abras los ojos, estúpida idiota.

—Ya lo estoy haciendo —masculló.

Aprovechando mi distracción ella lanzó la katanas que le quedaba, la cual, logré esquivar con facilidad; pero no me había dado tiempo para ver que Caro venia hacia mí con una pequeña cuchilla, a punto de darme una estocada, que no pude evitar.

Caro

La sala se apoderó de un silencio sepulcral, que era interrumpido por mi respiración. Me quedé sosteniendo el mango de la cuchilla envenenada con ambas manos, hasta que Ale, al fin soltó su jutte.



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En el texto hay: terror, pesadillas, intrigas

Editado: 21.03.2024

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