Iuvenis | #3 |

Capítulo 3. ¡Cállate!

Nicole se encontraba en silencio en medio de la celda. Tenía  las piernas cruzadas y los brazos estirados y amarrados con unas cuerdas que salían del pecho. Había cerrado los ojos para tratar de evadirse, pero con semejante vecina era imposible.

¡Esa maldita pelirroja era insufrible! No sabía cuanto tiempo llevaba ahí junto a ella, pero parecía una eternidad... La natura no había cerrado su enorme boca en ningún momento y Nicky estaba comenzando a perder su paciencia.

—¿Es que no piensas callarte nunca?—explotó la morena girando su cabeza para mirar a Beatriz.

Esta se encogió de hombros.

—Por si no te has dado cuenta estamos encerradas—respondió—Además, me gusta molestarte—añadió con cierta sonrisa malvada.

Nicole cogió aire de forma profunda, si no las liberaban, o las mataban, pronto ella encontraría una forma de escaparse de su celda, entrar en la de Beatriz y asesinarle con sus propias manos.

Cerró los ojos y trató de evadirse de nuevo.

—¿Qué pasa?, ¿te duele que tu príncipe azul te haya abandonado aquí para que te pudras?

 Nicky giró la cabeza de forma excesiva.

—No te atrevas a meter a Nate en esto—avisó tratando de controlarse.

—Oh, parece que he dado en el clavo—se rió—. Deja que adivine—Hizo una pausa—, esperabas que a estas alturas ya hubiese venido a lomos de su grifo y que hubiese realizado un triunfal rescate.

La risa de la pelirroja le estaba retumbando en el tímpano. ¿Por qué conseguía meterse tan adentro?, ¿cómo era capaz de sacarle tanto de quicio después de tanto tiempo?

—En realidad pensaba—respondió Nicole tratando de sonar serena.

Esas palabras sorprendieron a Bea. La miró atentamente, mientras que ella tenía un aspecto horrible con el pelo completamente enmarañado y su rostro estaba marcado por unas profundas y marcadas ojeras, la Domadora parecía que estuviese pasando tiempo en un spa. Su pelo castaño brillaba en la celda y no parecía tener ni un solo enredón. Y su rostro de porcelana seguía como siempre, sin contar esa mueca de enfado con la que se pasaba los días.

—¿En qué piensas?—preguntó entre curiosa y molesta.

Necesitaba saber qué era eso que hacía que la Domadora no le estuviese prestando caso. 

—En Clo—respondió Nicky con una sonrisa triunfal.

Bea fue a responder, pero prefirió morderse la lengua, sabía a qué juego quería jugar y no pensaba dejarla ganar.

—Sí, ella también te ha dejado aquí—contestó la pelirroja fingiendo que Claudia no significaba nada para ella, aunque todo su interior se removía con tan solo escuchar su nombre.

—No, en realidad pensaba en lo rápido que se olvido de ti y lo fácil que le fue seguir con su vida como si no hubieses existido.

En ese instante las tornas habían cambiado y la que sonreía era la Domadora.

—Mientes—dijo Beatriz entre dientes.

En verdad no sonaba muy convencida. Esperaba con todo su alma que eso no fuese así, pero no lo tenía tan claro. 

Nicky se levantó de un brinco y avanzó hasta el cristal que la separaba.

—No, no miento—Una sonrisa malévola se asomó por su rostro—. De hecho, ¿sabes cuánto tardó en besarme?

La furia se apoderó de la pelirroja y comenzó a golpear la cristalera con todas sus fuerzas, pero sin conseguir resultado alguno.

—¡Eres una zorra!—chilló mientras seguía aporreando el cristal tratando de traspasarlo y de llegar al otro lado.

Los esfuerzos inútiles de la pelirroja solo servían para complacer a Nicky quien, por primera vez desde que estaba encerrada, había encontrado algo con lo que matar el tiempo.

—Oh, eso no es lo que piensa Clo o quizá sí y por eso...

No pudo terminar la frase porque una tercera voz la interrumpió.

—¡Oh, por dios, callaos ya las dos! 

Ambas chicas se giraron hacia un joven de unos veinte años con el pelo oscuro y algo enmarañado, la piel tostada, los ojos marrones y el cuello limpio de conexiones.

—¡Esto no es asunto tuyo!—espetó Bea.

—¡Cállate!—repitió el chico—. Llevo meses escuchando tu odiosa voz.

Nicole se rió al escuchar sus palabras.

—Oh, y luego está la señorita perfecta, la que cree que nada de esto va con ella porque es mejor que todos nosotros—añadió refiriéndose a Nicole. 

Esta lo miró sin terminar de entender qué le pasaba, ¿a qué venía tanta hostilidad en sus palabras?

—¿Y tú eres?—preguntó la morena con cierta desgana. 

Su pregunta provocó la risa del chico.

—No tienes ni idea, ¿verdad? 

Nicole lo miró confusa, ¿a caso debía de conocerlo? Se giró hacia Bea buscando respuestas, pero esta se encogió de hombros.

—¿En serio?, ¿ni siquiera la Natura sabe quien soy? Lamentable... 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.