Cuando la timidez por fin le ganó a mis ganas de seguir abrazándolo, me soltó y me alejé unos pasos. Sentía mi rostro encendido por lo que me centré en el cuadro buscando que Joachím no se diera cuenta.
- Realmente…, no sé qué decir. ¡Es hermosa, Joachím!
Él sonrió. Y pese a que la voz me temblaba de la emoción, proseguí:
- Es evidente que soy yo…Pero, ¡¿cómo puede ser posible?!
Joachím también miraba la pintura. Se encogió de hombros y dijo:
- Yo…no sé cómo es posible. Primero te vi en mis sueños. Eras tú…De eso no tengo dudas. Te vi tan claramente como te estoy viendo ahora. Fue en realidad una noche bastante particular…
Joachím puso el lienzo sobre la silla y apoyó con cuidado en el respaldo. Se cruzó de brazos y lo miró fijamente. Estaba serio. Y por un segundo la luz que lo caracterizaba pareció apagarse. Apoyó su espalda contra la pared. Yo lo imité y, al hacerlo, sin querer rocé su brazo con el mío, lo que pareció traerlo a la realidad. Me miró entonces con su habitual sonrisa. No pude evitar suspirar y me volvieron los colores a mi rostro. Aquello pareció divertirlo.
- Cuéntame…- le pedí en un susurro- ¿Qué sucedió esa noche?
- Fue…una noche de insomnio. Era la víspera del aniversario de casados de mis padres.
Le pasé un brazo por los hombros con profunda timidez. Sentí entonces que se acercaba un poco hacia mí mientras clavaba otra vez sus ojos en el lienzo. Hice lo mismo. Verme allí, sonriéndome, me parecía algo irreal. Esperé con paciencia a que Joachím pudiera continuar. Creí que me hablaría con tristeza de sus padres pero me sorprendió con una sonrisa profunda.
- Cuando te vi, la primera vez, en realidad me hiciste enojar…
Alcé las cejas sorprendido.
- Yo estaba en el anduve.- rememoré- Acababa de perder el tren y…
- No, no.- me corrigió Joachím divertido- La primera vez que te vi fue en la entrada de la Terminal de trenes…
Y entonces lo recordé. Había chocado con alguien y al levantar la vista me encontré con unos increíbles ojos azules a los que balbuceé una disculpa.
- ¡¡¡Eras tú!!!- me reí sin querer.
- Ah, ¿te ríes? Me chocaste, me lastimaste y me dejaste allí…
Lo miré serio y tragué saliva.
- ¿De verdad…te lastimé?
Con mi mano libre le rocé el pecho buscando alguna posible herida. Y ante su sonrisa divertida me sentí un tonto. Amagué con quitar mi brazo de sus hombros pero Joachím se acercó más a mí.
- Era broma…- me dijo- No me lastimaste. Quien estaba herido sin dudas eras tú. Tu rostro me pareció muy familiar pero sólo te vi por unos segundos. Se me cayeron todos los paquetes que cargaba. Los recogí y cuando volví a buscarte con la mirada, ya no estabas. Te perdí en medio de todo aquel gentío. Nunca me han gustado las grandes ciudades. Toda esa gente, yendo y viniendo, pensando en sus propias cosas sin prestar atención a nada más…
- Yo…lo lamento…
- ¡No! No lo digo por ti, Johann.- su voz dulce sonó muy cerca de mi oído- Yo también andaba pensando en…mis cosas…cuando chocaste conmigo.
Apreté mi brazo inconscientemente y se acercó otro poco hacia mí. Me miró fijamente y prosiguió casi en un susurro:
- Entré a la estación y fui directamente al andén desde donde partiría mi tren. Ya tenía mi boleto comprado. Iba a subir al primer vagón cuando te vi, a lo lejos, en el andén de al lado…llorando. Y verte llorar me partió el corazón. Entonces…me acerqué a ti y cuando me miraste ya no tuve dudas.¡Eras tú…! - me dijo señalando el cuadro.
- ¿Cómo puede ser posible?- pregunté más para mí que para él.
- No lo sé. Ponle el nombre que más te guste: Destino, Magia, recuerdos…
- ¿Recuerdos…?
- Quizá te recuerdo de una vida anterior.
- ¿Reencarnación?- dije mirándolo fijamente, sintiendo que eso podría explicar aquel sentimiento de familiaridad que tenía desde que lo había conocido- ¿Tú crees en la reencarnación?
Joachím se encogió de hombros.
- Hasta hace bien poco…la muerte para mí era el final y bien que tuve que pagar por esa creencia cuando mis padres murieron. Pero ahora…no lo sé…Quizá sí haya algo más… Otra explicación…
- ¿Cómo cuál?- pregunté mientras admiraba mi rostro en la pintura.
- Casualidad…
- ¿¡Casualidad!?- repetí incrédulo- No sé mucho sobre reencarnación como para asegurarlo pero debes tener en cuenta otros factores para asegurar que sólo fue casualidad.
Joachím me miró curioso.
- ¿Ves esta marca que tengo aquí, cerca de la sien? Es una pequeña cicatriz que me quedó después de…- fui rápido en mentir sobre su origen- después de una caída.
En realidad había sido producto de una paliza, dada por un grupo de compañeros cuando se enteraron de mis ?gustos?. Tenía apenas siete años.
Joachím me rozó la frente con sus dedos callosos y me estremecí. Sentí su yema siguiendo la forma de cruz que me había quedado. Luego miró el cuadro y se adelantó unos pasos.
- ¡Es cierto!- balbuceó- ¡Aquí está! Ni siquiera recordaba el haberla pintado. Es el mismo diseño, el mismo dibujo y hasta…del mismo color.
Me mordí el labio sin poder creerlo. Pero antes de que Joachím pudiera decir algo más unas voces nos llegaron desde las escaleras. Noté que Joachím se ponía algo nervioso mientras le echaba una tela blanca al lienzo, justo cuando Bridgit entraba al desván.
- ¡Hola! Perdón que los interrumpa.
- No, no. No nos interrumpes.- dije nervioso y me crucé de brazos.
- Es que… el almuerzo ya está listo. Y… Corinna te está buscando…
Joachím sonrió pícaro y la miró de reojo.
Bajamos a la cocina. Cuando vi a Corinna no perder tiempo y sentarse al lado de Joachím, mi estómago se cerró y el día ya no me pareció tan bonito, aún cuando el Sol afuera seguía brillando en un cielo límpido y claro. Aún cuando el ?forelle blau? lucía tentador en la fuente apenas sentí hambre.
- Frescas…recién salidas del Danubio.- me dijo Mutter Ava mientras me ofrecía chucrut.